“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” Mateo 5:21-23
La fe
y religión cristiana tiene una lista interminable de interpretaciones
diferentes al texto original de la Biblia, esto sin contar con la variedad de
interpretaciones que los eruditos judíos le daban a los pasajes que hoy
conocemos como el Antiguo Testamento. La ley y los Profetas mencionados en la
Palabra de Dios, es lo que hoy conocemos como el Antiguo Testamento. Los
eruditos judíos afirmaban tener la interpretación correcta de los Escritos
Sagrados, pero estaban muy lejos de esa verdad.
Un
hombre llamado Jesús desafió la autoridad de las enseñanzas judías, no porque
la Palabra de Dios no fuera la fuente de autoridad, sino porque las
interpretaciones de los que decían tener la verdad, estaban muy lejos de las
enseñanzas que Dios le había dado originalmente a su pueblo. Ese hombre llamado
Jesús habló con autoridad, porque vino del Padre a nosotros. Aquella enseñanza
de la ley distorsionada por la mente pecaminosa del hombre vino a ser encauzada
en los labios de su Hijo Jesucristo que vino a enderezar lo torcido (Isaías
45:2).
Los judíos oían lo que sus maestros les enseñaban, pero Jesús les dio el
significado original de la ley. No hay ninguna contradicción entre lo que Dios
dijo e el Antiguo Testamento y las enseñanzas de Jesús. El Señor estaba
hablando del espíritu de la ley y no de las interpretaciones que le habían dado
a lo largo de la historia los letrados judíos. La frase de Jesús “pero yo os digo” no cambió la enseñanza
de Dios, pero sí la forma en que ellos la concebían en ese momento. Es
necesario para cada cristiano saber lo que Dios actualmente ha dicho, y no
confiar solamente en los comentarios de los hombres. A la palabra de Dios no se
le puede añadir o quitar nada.
Jesús explica el
Sexto Mandamiento de la Ley de Dios con el sentido e intención originales. No
sólo es pecado el asesinato, sino primeramente las emociones que frecuentemente
conducen a matar (Proverbios 6:16-19). La diferencia entre las enseñanzas de
Jesús y las de los escribas y fariseos estribaba en que los escribas y fariseos
enseñaban el castigo para un hecho cometido como el asesinato; pero Jesús
trataba con las emociones que conducían a esos hechos. Nuestro Señor se
adelantaba al acto que consumaba el pecado enseñando que también era pecado la
ira, el desprecio, la carencia de amor, y que estos pecados que se originan en
el corazón antes que los hechos conducen a sucesos lamentables.
“Necio” es
la traducción del original “Raca” (alguien que tiene la cabeza vacía,
inservible, sin valor, y por tanto puede ser excluido o eliminado. “Fatuo” es, sencillamente, un sinónimo
(Mateo 5:22). Históricamente estas actitudes han traído consecuencias fatales
para los seres humanos. Los movimientos de Supremacía racial, desprecios
étnicos, el racismo, el odio, el trato de otras personas como inferiores, el
pensamiento de que hay grupos subhumanos, genocidios, y otros pecados. Jesús
exaltó a los que eran considerados débiles e inferiores por los judíos (Gálatas
3:28; Colosenses 3:10-14). Las distinciones la hemos hecho los seres humanos;
ya sea por la nacionalidad, por la posición social o por la religiosidad; pero
la Palabra de Dios dice que por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. (1
Corintios 12:13).