Por: Pastor Carlos A. Goyanes
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos. ~Mateo 7:21
Quizás los seres humanos puedan engañarse unos a otros, pero no a
Dios. Existen “creyentes” que muestran cosas que al parecer agradan a Dios,
pero el Señor Jesús advierte: “No todo el
que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace
la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” La gran sorpresa se la
llevarán aquellos que creen que sin obedecer al Señor podrán entrar en el reino
de los cielos. Es cierto que las obras no salvan (Efesios 2:8–9); pero el que
después de haber hecho una profesión de fe no obedece al Señor, es porque nunca
le ha conocido. La obras que el Señor espera no son solo las obras que incluyen
lo material, sino los frutos espirituales que muestran la obra del Espíritu
Santo en sus vidas (Gálatas 5:22–25).
Muchos de los que enseñan, predican, dan de lo que poseen y profesan
con sus labios al Señor en estos días viven muy lejos de la voluntad de Dios
(Isaías 29:13). Ante la presencia de Dios serán descubiertos los falsos
maestros y los falsos profetas, también serán revelados los falsos cristianos
que abundan hoy en las iglesias. Muchos le dirán en aquel día al Señor: “Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y
en tu nombre hicimos muchos milagros?” Pero el Señor les dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores
de maldad” (Mateo 7: 22–23).
Todo creyente en todo lugar debe de estudiar Las Escrituras para poder
identificar, si fuere posible, a los falsos maestros y predicadores que pululan
en estos tiempos. El mensaje a medias de muchos predicadores modernos y el
énfasis en los sentimientos más que en las convicciones ha hecho de esta época uno
de los tiempos de más hipocresía espiritual y falsedad en la vida cristiana. Es
necesario estar atentos para hacer diferencia entre los buenos y los malos
maestros. Debemos de tener cuidado de no ser engañados por los que hablan en
nombre de Cristo y acomodan a su manera y su estatus de vida las verdaderas
enseñanzas de la Biblia. Si confesamos nuestra fe, debemos vivir nuestra fe
según la palabra de Jesucristo. El solo hecho de repetir el nombre de Dios, no
es suficiente, hay que aceptar al Señor con todos los planes que Él tiene para
nosotros, y en sus planes está nuestra entrega y obediencia.
El honor y los principios no son tan importantes en estos tiempos.
Bajo una piel de misericordia muchos esconden un corazón de maldad y una vida
licenciosa (Mateo 7:15, 2 Timoteo 3:2–5). La traición a Dios y a nuestros
semejantes se hace de una manera solapada, porque su interés es su bienestar y
dar una imagen de piedad (2 Timoteo 3:2–5). Está de moda en los creyentes lo políticamente correcto pero no lo
bíblicamente correcto. Vivimos en un mundo narcisista y esto se ha infiltrado
en los creyentes. La imagen es lo que vale: ¿cómo luzco ante los demás, quedar
bien, no ofender a nadie, etc. Le hemos arrancado muchos pasajes a la Biblia
para no vernos en la obligación de creerlos y practicarlos, y para no ofender a
la gente. Es necesario usar la Palabra de Verdad (1 Timoteo 2:21). Tenemos que
volver al mensaje de una Biblia completa, no al de una Biblia disminuida. La
gente necesita oír Palabra de Dios, no palabra de hombres.
El mundo no puede saber de la salvación si no les hablamos del pecado
(Romanos 10:14, 17). El Señor desconocerá a los que hablan en su nombre con
palabras falsas, los que no tienen un corazón dispuesto, los que no tienen el fruto
del Espíritu y los que no obedecen, porque “no
escaparemos si descuidamos una salvación tan grande”(Hebreos 2:3).