Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3:28).
Jesús vino a restablecer el lugar de la mujer dentro del ministerio cristiano. Nunca fue el propósito de Dios rebajar y destituir a la mujer del lugar que Él le dio desde el día que la creó. Esto lo hizo el pecado que desbalanceó en la mente de los seres humanos el verdadero propósito de Dios para nosotros. Dios realzó a la mujer dándole grandes privilegios: Fue una mujer el medio por el cual Jesús vino al mundo, fueron las mujeres las primeras en saber que Jesús era el Mesías, y fueron las primeras en conocer acerca de la resurrección del Señor. Es interesante que esto haya ocurrido así en medio de una sociedad en la cual la mujer no era considerada como importante.
Cuando Dios creó al hombre y a la mujer, le asignó a ambos la tarea de señorear la tierra (Génesis 1:27–28). No es el propósito de Dios que el hombre se enseñoree de la mujer; ambos fueron autorizados por Dios para asumir la tarea de sojuzgar la Tierra.
En Las Escrituras encontramos muchas mujeres que ocuparon posiciones de liderazgo en la vida religiosa, en la civil, y en la familiar. Es interesante conocer esto ya que muchos creyentes creen que hay ciertas tareas que están reservadas solo para los hombres.
En el Antiguo Testamento, ser profeta era la más alta función religiosa. El pueblo tenía que venir al sacerdote para que este fuera el intermediario con Dios, pero Dios le hablaba al sacerdote a través del profeta. Entre estos profetas se cita a María, que había sido nombrada por Dios como líder sobre Israel, junto con Moisés y Aarón, según leemos en Miqueas 6:4.
Débora — En el libro de los Jueces se menciona a la profetisa Débora que gobernaba en Israel. Ella dio información procedente de Jehová a Barac (Jueces 4:4–7, 14–16). Ella fue la que dio palabra de Dios a un varón.
Hulda — Profetisa que ejerció su ministerio durante el reinado de Josías (2 Crónicas 34). Esta mujer fue usada por Dios para enseñar su voluntad a un rey, a un Sumo Sacerdote, y a todo un pueblo, promoviendo una reforma religiosa de gran alcance (2 Crónicas 34:22–28).
La esposa de Isaías — Isaías llamó a su esposa “la profetisa” (Isaías 8:3).
En el Nuevo Testamento también tenemos ejemplos de mujeres que ocuparon un papel preponderante en el ministerio del Señor. Ellas sirvieron como colaboradoras, como líderes, como profetas, como evangelistas, y en toda clase de ministerios.
Ana — Una anciana que era profetisa. Ella “nunca faltaba del templo, rindiendo servicio sagrado noche y día con ayunos y ruegos,” “daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.” (Lucas 2:36–38).
Febe — Diaconisa de la iglesia de Cencrea (Romanos 16:1–2). La palabra griega que usa Pablo para referirse a Febe es “prostátis” que denota a alguien que está al frente, alguien que preside.
Priscila — Colaboradora de la obra del Señor (Romanos 16:3) que arriesgó su vida junto a su esposo por ayudar a Pablo.
Podemos citar muchos nombres de mujeres que están en la Palabra de Dios, en la historia de la iglesia, y en nuestra iglesia local como ejemplo digno de servicio, liderazgo y colaboración en la obra, para que estos ejemplos no dejen lugar a dudas del papel que ha asumido y asume la mujer en el ministerio de la obra del Señor. Desde el comienzo ellas han sido fieles colaboradoras y siervas en el servicio del Señor en la iglesia de Jesucristo. El impedimento para que ellas se desarrollen en la obra ha sido el pecado, el machismo, la ignorancia que tienen algunos de Las Escrituras, el celo y el deseo de los que quieren establecer el ministerio del Señor como algo exclusivo a los hombres.
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