Por: Pastor Carlos A. Goyanes
~ Mateo 6:9–13
La verdadera oración es la que sale del alma, de lo
más profundo del corazón, no de las repeticiones vanas que hacen algunos que piensan que por su palabrería serán oídos
(Mateo 6:7,8). Esta oración en particular, a la que se le llama El Padre
Nuestro, no es un amuleto, ni una oración para ser repetida meramente como una
oración. Esta oración es un modelo en cuanto a sus ingredientes y formas para
enseñarnos a orar. De hecho, esta oración fue dicha por el Señor cumpliendo con
el deseo de un discípulo de tener una guía para sus propias oraciones (Lucas
11:1).
La oración modelo pone las pautas para una oración
ordenada y centrada en la verdadera necesidad humana. No solo enseñó a aquellos
discípulos a orar, sino que también ha enseñado y enseña a los discípulos de
Cristo a lo largo de la historia. Esta oración contiene siete peticiones que a
nuestro juicio no deben faltar en nuestras oraciones. Estas peticiones son:
1. Que el nombre del Padre sea santificado (v.9). O sea, que haya reverencia para el nombre de
Dios, que le sea atribuida la santidad que Él se merece; aunque no por eso El
deja de ser Santo. El reconocimiento de la santidad de Dios incluye nuestra
propia santidad. Si es nuestro Padre, debemos vivir como sus hijos en santidad,
reverencia, amor y buen testimonio al mundo, esto proclama la santidad de Dios.
2. Que venga su reino (v.10). El reino de Dios siempre ha existido desde que los hombres
creyeron en Dios y amaron su salvación. Él es el Rey y nosotros los súbditos.
Esperamos la manifestación gloriosa de su reino sempiterno en el cual
reinaremos con nuestro salvador Jesucristo en una gloria sin fin (2 Pedro 1:11).
3. Que se haga su voluntad (v.10). La aspiración de Dios es que se haga su
voluntad. Nuestra oración debe demandar esto. Es cierto que después que el
hombre pecó, se perdió la facultad de cumplir cabalmente con la voluntad de
Dios, pero algún día su voluntad será hecha porque Dios así lo ha querido.
Nuestra lucha terrenal es asignarnos como meta la tarea de hacer la voluntad de
Dios, pero para ello necesitamos la ayuda del Padre.
4. Que recibamos nuestro pan cotidiano (v.11). A través de esta petición tan sencilla,
rogamos por la humana necesidad del pan diario, no solo del material, sino del
espiritual, resumiendo en esta petición dos necesidades básicas de los seres
humanos: la material; y la espiritual que son evidentes en esta vida y no
pueden excluirse. Al hablar del pan de cada día se refiere a lo necesario para
ese día. Los lujos y las extravagancias no están relacionados a esta petición.
Por otro lado, necesitamos de toda palabra
que sale de la boca de Dios (Deuteronomio 8:3) para vivir sanamente sobre
la tierra.
5. Que perdone nuestras deudas (v.12). En la medida en que perdonamos a los demás,
Dios nos perdonará a nosotros (Marcos 11:25-26). Como el deudor en manos del
acreedor, así es el pecador en las manos de Dios. Si alguien nos debe algo, mucho
más le debemos a Dios. Si Dios nos perdonó tanto, cuánto más nosotros debemos
perdonar a los que nos ofenden.
6. Que no permita que caigamos en tentación (v.13). El creyente que con sinceridad busca el
perdón de sus pecados, y tiene la seguridad del perdón, se esforzará por evitar
cometer pecados en el futuro. De una manera consciente queremos hacer el bien,
pero el mal está en nosotros y queriendo hacer lo correcto pecamos (Romanos
7:19–22). Jesús nos enseña a hacer esta petición, que viene naturalmente e
instintivamente del corazón de todo creyente sincero.
7. Que nos libre del mal (v.13). No solo del mal que pueda venir sobre
nosotros, sino de toda obra mala que nosotros podamos hacer (2 Timoteo 4:18).
Dios puede librarnos del mal porque suyo
es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.