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Monday, September 24, 2012

El Padre Nuestro


Por: Pastor Carlos A. Goyanes
 
~ Mateo 6:9–13

La verdadera oración es la que sale del alma, de lo más profundo del corazón, no de las repeticiones vanas que hacen algunos que piensan que por su palabrería serán oídos (Mateo 6:7,8). Esta oración en particular, a la que se le llama El Padre Nuestro, no es un amuleto, ni una oración para ser repetida meramente como una oración. Esta oración es un modelo en cuanto a sus ingredientes y formas para enseñarnos a orar. De hecho, esta oración fue dicha por el Señor cumpliendo con el deseo de un discípulo de tener una guía para sus propias oraciones (Lucas 11:1).

La oración modelo pone las pautas para una oración ordenada y centrada en la verdadera necesidad humana. No solo enseñó a aquellos discípulos a orar, sino que también ha enseñado y enseña a los discípulos de Cristo a lo largo de la historia. Esta oración contiene siete peticiones que a nuestro juicio no deben faltar en nuestras oraciones. Estas peticiones son:

1. Que el nombre del Padre sea santificado (v.9). O sea, que haya reverencia para el nombre de Dios, que le sea atribuida la santidad que Él se merece; aunque no por eso El deja de ser Santo. El reconocimiento de la santidad de Dios incluye nuestra propia santidad. Si es nuestro Padre, debemos vivir como sus hijos en santidad, reverencia, amor y buen testimonio al mundo, esto proclama la santidad de Dios.

2. Que venga su reino (v.10). El reino de Dios siempre ha existido desde que los hombres creyeron en Dios y amaron su salvación. Él es el Rey y nosotros los súbditos. Esperamos la manifestación gloriosa de su reino sempiterno en el cual reinaremos con nuestro salvador Jesucristo en una gloria sin fin (2 Pedro 1:11).

3. Que se haga su voluntad (v.10). La aspiración de Dios es que se haga su voluntad. Nuestra oración debe demandar esto. Es cierto que después que el hombre pecó, se perdió la facultad de cumplir cabalmente con la voluntad de Dios, pero algún día su voluntad será hecha porque Dios así lo ha querido. Nuestra lucha terrenal es asignarnos como meta la tarea de hacer la voluntad de Dios, pero para ello necesitamos la ayuda del Padre.

4. Que recibamos nuestro pan cotidiano (v.11). A través de esta petición tan sencilla, rogamos por la humana necesidad del pan diario, no solo del material, sino del espiritual, resumiendo en esta petición dos necesidades básicas de los seres humanos: la material; y la espiritual que son evidentes en esta vida y no pueden excluirse. Al hablar del pan de cada día se refiere a lo necesario para ese día. Los lujos y las extravagancias no están relacionados a esta petición. Por otro lado, necesitamos de toda palabra que sale de la boca de Dios (Deuteronomio 8:3) para vivir sanamente sobre la tierra.

5. Que perdone nuestras deudas (v.12). En la medida en que perdonamos a los demás, Dios nos perdonará a nosotros (Marcos 11:25-26). Como el deudor en manos del acreedor, así es el pecador en las manos de Dios. Si alguien nos debe algo, mucho más le debemos a Dios. Si Dios nos perdonó tanto, cuánto más nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden.

6. Que no permita que caigamos en tentación (v.13). El creyente que con sinceridad busca el perdón de sus pecados, y tiene la seguridad del perdón, se esforzará por evitar cometer pecados en el futuro. De una manera consciente queremos hacer el bien, pero el mal está en nosotros y queriendo hacer lo correcto pecamos (Romanos 7:19–22). Jesús nos enseña a hacer esta petición, que viene naturalmente e instintivamente del corazón de todo creyente sincero.

7. Que nos libre del mal (v.13). No solo del mal que pueda venir sobre nosotros, sino de toda obra mala que nosotros podamos hacer (2 Timoteo 4:18). Dios puede librarnos del mal porque suyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

 

Monday, September 17, 2012

El Que Ve En Lo Secreto

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

“…y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” ~ Mateo 6:4b

Una de las preocupaciones mayores de los seres humanos es dar a conocer lo que hacen. Ser reconocidos se convierte a veces en el afán de los que obran en alguna tarea en la viña del Señor. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña que no debemos alabarnos ni reconocernos nosotros mismos, sino que Dios lo hará de alguna manera (Proverbios 27:2; 1 Tesalonicenses 5:12).

Nos preocupamos de que la gente sepa, pero Dios ve en lo secreto. Quizás en la mayoría de los casos en que queremos que la gente sepa lo que hacemos para la obra del Señor no hay malas intenciones como las que expresó Jesús acerca de los que daban limosnas y oraban en las calles (Mateo 6:2, 3 y 5), pero nuestra mayor preocupación no debe ser el reconocimiento, ni las fanfarrias, sino hacer la obra del Señor (Tito 3:4–5). El verdadero mensaje no está en lo que yo hago, sino en lo que Dios hace a través de nosotros; de otra manera le estamos robando la gloria a Dios que es quien actúa en nosotros por el poder del Espíritu Santo.

Los religiosos de la época de Jesús, cuando daban limosna, lo ha-cían para ser reconocidos públicamente por las personas, para que vieran sus buenas obras y los alabaran. Sonar trompeta (Mateo 6:2) alude al hecho de anunciarse para que la gente viera cuán bueno eran al dar limosna a los pobres. También oraban en las esquinas de las calles para que la gente viera cuán consagrados eran (Mateo 6:5). Hemos descubierto a lo largo de nuestra vida cristiana que es Dios quien da la recompensa a nuestros actos, ya sean buenos o malos, y que es hipocresía el tratar de sobresalir espiritualmente por encima de los demás. Es Dios quien a través de nuestro servicio fiel y santo nos da el premio a nuestra labor. Los hombres podrán ponernos coronas que se corrompen, pero Dios nos premia para la eternidad.

No practiques tu justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos (Mateo 6:1). Jesús nos alerta del peligro de caer en la tentación de practicar la vida cristiana delante de los hombres para ser vistos, alabados y apreciados por ellos. Esta tentación corre el peligro de exponernos  como el centro, en vez de procurar que sea conocido Dios, que es el origen de todas las obras. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos (Mateo 5:16).

Como hijos de Dios debemos de estar conscientes que la gloria le corresponde al Padre Celestial. Si eres hijo, compórtate como hijo. Un hijo de Dios busca la gloria del Padre y no la suya propia. Si uno se apropia de la gloria debida al Padre, deja de ser hijo y se convierte en ladrón y usurpador. El apóstol Pablo fue claro al decir: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10). Lo que tenemos lo recibimos de Dios y a Él le damos la gloria. Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? (1Corintios 4:7). 

Pensamos que nadie va a apreciar lo que hacemos, pero Dios recompensa y lo hace en público (Mateo 6:4b). El creyente que busca la gloria para sí mismo es un creyente que tiene una mala relación con Dios y en su conducta de celebración egocéntrica ha sacado a Cristo del centro de su vida. Toda nuestra vida debe redundar para la gloria del Señor. Mas el que se gloría, gloríese en el Señor… (2 Corintios 10:17). Lo que nadie puede ver lo ve Dios. Dios mira las intenciones del corazón y recompensa lo que hacemos aunque nadie lo sepa. El ve en la intimidad de nuestras vidas, en lo secreto de nuestra existencia y da la recompensa verdadera que agrada al corazón. Hay felicidad en obrar para el Señor y no hay paga mejor que la que Él nos da. Para Dios no hay nada secreto y lo que está oculto a los ojos humanos Él lo recompensa en público.

 

Monday, September 10, 2012

La Fe Que Perfecciona


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.’ Mateo 5:48

¿Podremos ser perfectos siendo pecadores? Por supuesto que no. Pero estas palabras de Jesús nos indican hacia donde debemos dirigirnos. El camino a seguir debe ser el camino de la cruz para poder estar en la lista de los vencedores (Romanos 8:37). No se trata de una simple carrera de atletismo, se trata de la carrera de la fe (Hechos 20:24; 2 Timoteo 4:7; Hebreos 1:21).

La palabra perfecto deriva del latín perfectus y del griego téleios. Perfectus, en latín, deriva de factus que quiere decir hecho: completamente hecho, terminado. El término griego téleios deriva de la palabra telos que quiere decir fin, meta. Teleios significa finalmente, finalizado, terminado, llegado, sugiere que el ser de quien se dice que es teleios, ha alcanzado su fin, que no le falta nada para ser lo que debe ser, que ha hecho todo el esfuerzo para hacer el bien.

Aun así, estas palabras de Jesús ‘vosotros sed perfectos como es perfecto vuestro Padre que está en los cielos’ suscitan un dilema. ¿Cómo puedo ser perfecto si soy un ser pecador? Ser perfectos es el reto que el Señor nos puso y la meta a alcanzar es Dios. No seremos como Dios, pero podemos parecernos a El. Somos la imagen de Dios (Génesis 1:26) y cada día esa imagen debe ser mejor (Romanos 8:29).

En todo el capítulo 5 de Mateo Jesús está dando enseñanzas que ayudan a dar pasos hacia la perfección. No vamos a ser iguales a Dios, pero debemos luchar para volver nuestras vidas a nuestro estado original, cómo éramos cuando Dios nos creó, cuando Dios vio que todo era bueno. El Señor está promulgando una Nueva Alianza en la cual expresa: ‘oísteis que fue dicho, mas yo os digo.’ Si queremos ser hijos de Dios debemos reflejar la perfección del Padre.

Las enseñanzas en cuanto a la justicia legal (…ojo por ojo y diente por diente… Mateo 5:38) eran para frenar la venganza y reducirla a un castigo equitativo. Era para que no se excedieran en el castigo por el delito cometido. Nuestra justicia ha de ser mayor que la de los líderes religiosos de esa época, sino no es justicia. Debe exceder las expectativas de aquellos que dicen ser religiosos, pero no obran la justicia de Dios (Mateo 5:20).

Perfecto da la idea de algo acabado, terminado, una obra que ha sido hecha y no tiene defecto (téleios del griego). En el latín la preposición per le agrega a la palabra factus una idea de intensidad máxima, de totalidad, de que la acción está terminada, que se ha hecho totalmente, que no le falta nada per-factus. De ahí derivan en castellano las palabras factura, manufactura, facturar o facturación y, por supuesto la misma palabra per-fectus; per-factus — perfecto. Lo contrario a per-fectus es de-fectus, es decir, algo que o bien se ha des-hecho o no está del todo hecho. De ahí vienen en castellano los términos: defecto, defectuoso, deficiente.

Jesús quiere que seamos perfectos pera que glorifiquemos al Padre que está en los cielos, para que nuestra luz alumbre delante de los hombres, para que mostremos el amor y la misericordia de Dios y para que alcancemos la meta en el supremo llamamiento de Dios. Nuestra fe, en lo que creemos, los principios bíblicos en los cuales basamos nuestra vida, nos van perfeccionando para el día que vayamos con el Señor. No solo es creer en Jesús como nuestro Salvador, sino que tenemos que obedecerle para que Él sea nuestro Señor. Creer en Cristo salva, pero va ligado a la obediencia. ¿Cómo podemos creer si no obedecemos a Aquel en el cual creemos? Obedecer es la actitud que nos hace dar pasos hacia la perfección para cada día ser más semejantes a Cristo (1 Juan 5:4).