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Thursday, March 21, 2013

Cristo: Suprema Autoridad


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

“Y como él llegó a la otra parte en el territorio de los Gergesenos; le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, fieros en gran manera, así que nadie podía pasar por aquel camino. Y, he aquí, clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido ya acá a molestarnos antes de tiempo?” 
~Mateo 8:28–29 (RV 1865)

La historia que se narra en Mateo 8:28–34 es muy parecida a la historia de Marcos 5:1–20 y Lucas 8:26–39. En la historia de Mateo se mencionan dos endemoniados, pero en la de Marcos y Lucas se menciona solo un endemoniado. Estos pasajes han servido para establecer una controversia entre los cristianos y los enemigos de la fe aludiendo a supuestas contradicciones en la Biblia. Los cierto es que la ciudad de Gadara y la ciudad de Gergesa eran muy importantes y conocidas en el tiempo de Jesús, de manera que al estar algo cercanas y ser tan importantes, eran mencionadas indistintamente para referirse a la región con el nombre de cualquiera de estas dos ciudades. La supuesta contradicción bíblica no existe, ya que en la versión Reina de Valera de 1960 se usa Gadara y no Gergesa para referirse en Mateo a Gergesa, lo que no ocurre en la Reina de Valera de 1865 que sí se refiere a Gergesa. En Mateo eran dos endemoniados de Gergesa y en Marcos y Lucas era un endemoniado de Gadara, De manera que, Jesús hizo dos milagros al echar los demonios de dos hombres de Gergesa y uno de Gadara.
Lo más importante de este pasaje es la autoridad de Jesús. Un poco antes, Jesús estaba navegando por el Mar de Galilea y se había levantado una tormenta. El hizo que los elementos de la naturaleza se humillaran ante su poder, aquietando el mar y enmudeciendo al viento. Ahora mostraba su dominio sobre los demonios. Aquellos hombres estaban poseídos y el Señor con su divina autoridad ordenó a los demonios que salieran de aquellos dos hombres, de manera que, quedaron libres de esos espíritus de maldad que los atormentaban. Por eso es necesario que el Señor tenga el control absoluto sobre nuestras vidas, para que ningún espíritu de maldad nos moleste.
Los creyentes le echamos toda la culpa de nuestros males a satanás y lo declaramos nuestro único enemigo. Lo cierto es que los cristianos tenemos tres enemigos que son el diablo, el mundo y la carne. Así que, debemos distinguir cuando le estamos dando lugar a uno de estos tres enemigos del alma en nuestras vidas. Existe una lucha espiritual por la obtención del control (Efesios 6:12). El diablo y sus demonios procuran destruirnos utilizando cualquier medio posible para impedir todo lo que glorifique al Señor. Por otro lado, el mundo cada vez se constituye en algo más atrayente para llenar nuestros ojos de tentaciones y apartarnos de la verdad, y nuestra carne, nuestra naturaleza caída, persiste a pesar de nuestra regeneración espiritual e intenta separarnos de la fe, para que vivamos una vida fuera de foco, distorsionada por el yo. En otras palabras, para que vivamos una vida que no agrada a Dios.
Como cristianos, debemos estar atentos para detectar y a guardarnos de toda persona, circunstancia o causa que quieren hacernos caer. No podemos sentir que estamos derrotados, porque Jesús venció por nosotros (Juan 16:33). Estamos inmersos en una batalla la cual Jesús libra a nuestro favor (1 Juan 4:4). El venció a satanás y sus demonios, y ellos lo saben  ya que le temen (Mateo 8:29; Santiago 2:19). Si hemos nacido de nuevo, podemos vencer al mundo creyendo en el Señor que es la Suprema Autoridad del universo (1 Juan 5:4). 

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