Por: Pastor Carlos A. Goyanes
“Y vino
un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos;
mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.”
~Mateo 8:19, 20
La obra del Señor
es el empleo más grandioso y el trabajo más deleitable que podamos tener, pero
ser un discípulo de Cristo demanda la renuncia a muchas de las cosas que nos
parecen muy valiosas (Lucas 14:33). La Palabra de Dios enseña que debemos amar
a Dios sobre todas las cosas y que si queremos seguir a Cristo, nuestra escala
de valores debe cambiar El Señor demanda el primer lugar en nuestras vidas
(Lucas 10:27).
Un escriba le
pidió al Señor que le dejara seguirlo el Señor le respondió que él no tenía
donde recostar su cabeza. El escriba estaba acostumbrado a las comodidades y a
los lujos. El Señor le puso en claro que él no tendría, si le seguía, esas
cosas a las cuales estaba acostumbrado. El Señor no quiso apagar el deseo del
escriba, pero era necesario que supiera a las dificultades que se enfrenta un
seguidor de Cristo. Las críticas son comunes, los desprecios, las burlas, las
persecuciones y toda clase de escaseces han sido parte de la vida de los
seguidores de Cristo en todas las épocas. Además, la lucha espiritual que
existe entre los hijos de Dios y las huestes espirituales de maldad hace que
muchos se queden en el camino (Efesios 6:12).
Jesús estaba en
boca de todos, quizás muchos le siguieron por la popularidad que tenía, era el
hombre del momento. Todos quieren estar con los famosos, pero en el caso de
Jesús, costaba mucho seguirle. La gente ve la parte romántica de seguirle, pero
cuando se enfrentan al sacrificio, al rechazo y a la persecución, abandonan las
filas del evangelio. Muchos jóvenes de hoy al ver los uniformes militares, las
medallas, y las demostraciones militares, se enlistan en el servicio militar,
sin darse cuenta que el verdadero
trabajo de un soldado es la guerra, sufrir grandes penalidades y en muchos
casos, la muerte. Ser soldado no es colocarse un uniforme atractivo para que la
gente lo vea.
Muchos se
entusiasmaron por los milagros y prodigios que Jesús hacía, vivían todavía en
aquella montaña en la cual el Señor les dio aquel fabuloso sermón (Mateo 5-7),
pero seguir a Cristo es más que eso. Hay que descender de la montaña, al valle
de los desesperados, de los pecadores para llevar con gran esfuerzo el mensaje
de salvación al mundo. Los cultos de los domingos son la cima de la montaña, pero
cuando salimos de ellí estamos descendiendo al valle de la desesperación a
reanudar nuestra cita semanal con el jefe que me maltrata, el dueño que me
discrimina, la gente que vive lejos de Dios. Con ellos tenemos que tratar,
sufrir y llevarle la Palabra de Dios. Todos quieren ser coronados, pero no
están dispuestos a llevar la cruz (Lucas 9:23). Parece muy difícil ser un
discípulo de Jesús, pero solo los que han profundizado su relación con El, son
los que podrán seguirle. Son los que han entendido realmente el mensaje de la
cruz.
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