Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.~Mateo 9:35-38
Las palabras de Jesús tienen la misma significancia tanto en aquel tiempo como hoy en día. Millones de personas en todo el mundo necesitan escuchar del evangelio porque necesitan ser salvos. Pero, ¿cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14). Es tarea de todos los cristianos predicar el evangelio de Jesucristo.
Entre los errores comunes que se presentan están los siguientes:
1. Creer que la labor de predicar corresponde solo a los pastores y no a cada cristiano en particular. La obra del Señor no se llevará a cabo si todos los miembros de la iglesia no poner de su parte para ello. Todo creyente es un evangelista y un responsable del ministerio de la predicación del evangelio. Si como cristianos y aceptamos nuestra responsabilidad individual, entonces muchas personas oirán para salvación de sus almas. Estadísticamente en las iglesias hay muchos miembros pero pocos predicadores. Cada persona que haya tenido una experiencia con Cristo debe enseñar a otros cuán grandes cosas el Señor ha hecho en su vida (Marcos 5:19). Todo creyente debe imitar a los cristianos del primer siglo de la iglesia (Hechos 8:1–4).
2. Darle más importancia a otros ministerios en la iglesia que a la predicación del evangelio. La obra del Señor es la más importante de todas las obras. No son tus palabras refinadas ni tu derroche de vano conocimiento lo que salvará las almas. No es por un mensaje lleno de filosofía, de política o ciencia que llegarás al corazón de tus oyentes, sino por la Palabra de Dios que es capaz de discernir las intenciones del corazón y llegar a lo más profundo del alma (Hebreos 4:12). Dios, con nuestro carácter y personalidad, nos ha llamado a predicar el evangelio puro, no un evangelio rebajado con la sabiduría humana, sino con la Palabra de Dios. “¡Ay de nosotros si no predicamos el evangelio!” (1 Corintios 9:16). Quizás no seas un pastor o un “evangelista profesional”, pero eres un evangelista y es necesario que dediques parte de tu tiempo a la obra de Dios para que cumplas con el ministerio que Dios ha puesto en tus manos. No te ocupes en vanas filosofías, predica el evangelio de Jesucristo (1 Timoteo 4:15). La labor fundamental de la iglesia es la extensión del evangelio a través de la predicación de la Palabra de Dios (Mateo 28:18–28).
3. No omitas la verdad. Algunos que oyen la predicación se ofenderán, pero no caigas en el error de suavizar el evangelio con palabras humanas. Siempre que sea posible usa la Palabra para edificar, pero no cambies la doctrina aunque seas tentado por otros a hacerlo. Recuerda que no se trata de tus palabras elegantes, sino del mensaje de Dios que tiene que ser bíblico, aunque algunos no quieran escucharlo porque no están dispuestos a sufrir la sana doctrina (2 Timoteo 4:3–4). No pidas disculpas por lo que Dios dijo ya que son sus palabras, no las tuyas. “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:5).
4. La obra de Dios no puede esperar a que todo sea perfecto. Dios nos usa con nuestras imperfecciones. Si vamos a esperar ser perfectos para predicar la Palabra de Dios, entonces no tendremos oportunidad de hacerlo ya que estaremos en el cielo. Allí será el único lugar donde encontrarás la perfección porque Cristo te la habrá otorgado. En los labios del apóstol Pablo el Señor te dice “que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2).
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