Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. ~Mateo 13:3
Nuestro Señor Jesucristo en su sabiduría celestial usó eventos de la vida diaria para ilustrar sus enseñanzas y acaparar la atención de sus oyentes. A estas enseñanzas se les llama parábolas. Este pasaje en particular es una parábola que destaca la tarea del sembrador. Sembrar es una labor ardua. El campesino ha de pasar mucho tiempo en el campo cuidando el terreno. Mucho antes de que la semilla sea sembrada ha de preparar el terreno donde debe ser puesta. Al salir a sembrar la semilla va con la esperanza de que crezca y dé los frutos anhelados; pero corre el riesgo de que parte de ella se pierda.
La parábola del sembrador no solamente es la primera de las parábolas, sino la llave de todas. A través de ella nuestro Señor narra como la semilla es lanzada al terreno y parte de ella cae en lugares donde no producirá frutos. Los elementos descritos en este pasaje (Mateo 13:1–11) tienen un simbolismo espiritual y representan la manera en que las personas reciben la Palabra de Dios. La semilla es la Palabra de Dios que es esparcida en terrenos diferentes y el sembrador es el que siembra la Palabra. Según este pasaje hay cuatro tipos de terrenos en donde puede caer la semilla:
1. La semilla puede caer junto al camino (Mateo 13:4). El camino es un lugar apisonado, un terreno duro y por esta causa infértil. La semilla queda expuesta a depredadores espirituales los cuales son representados con las aves. Los que tienen sus oídos cerrados al mensaje de Dios y no entienden, poco les dura la semilla que fue plantada y el enemigo de las almas con sus artimañas arrebata de sus vidas la semilla que fue sembrada en su corazón (Mateo 13:19); han endurecido sus vidas como se endureció el camino. Día tras día, jornada tras jornada, problema tras problema, van apisonando el terreno hasta que se endurece. Sus vidas se vuelven infértiles, espiritualmente; pero en las manos del Señor todavía tienen esperanza.
2. Parte de la semilla puede caer en pedregales (Mateo 13:5). La semilla brota pronto, pero sin profundidad porque no tiene mucha tierra. Muchos que creen en la Palabra de Dios, pero no profundizan en ella, no maduran espiritualmente y cuando vienen las aflicciones de la vida se secan y no dan fruto. Son los que, llenos de sentimentalismo, no han trabajado en ahondar sus vidas en Dios. Han quedado en un evangelio romántico; pero no han entendido que van a tener aflicciones terrenales por causa de la Palabra (Mateo 13:20–21).
3. Parte de la semilla puede caer entre espinos (Mateo 13:7). Muchos en este mundo están dispuestos a escuchar la Palabra de Dios, pero no a seguirla. Confían tanto en las riquezas que anteponen sus afanes y sus deseos de obtener lo material a Dios. No se entregan al Señor porque lo más importante para ellos es lo temporal y dejan escapar su oportunidad eterna. Su fe es ahogada en la búsqueda de las riquezas y su mirada esta fija en lo que puedan obtener en esta vida. Engañados por las riquezas, no pueden respirar el aire puro de la verdad de Dios por lo que sus vidas, espiritualmente hablando, se ahogan buscando la fortuna que perece (Mateo 13:22).
4. Parte de la semilla cayó en buena tierra (Mateo 13:8). Qué hermoso es cuando la semilla cae en un corazón que está preparado, dispuesto para el Señor. Los frutos se cuentan por cientos y alegran al sembrador. Sembramos con esfuerzo y regamos la semilla con nuestras lágrimas mientras vemos que muchos corazones no están dispuestos a recibir la palabra de Dios (Salmo 126:6). La cosecha tendrá pérdidas y habrá frustraciones; pero tenemos la esperanza puesta en las promesas de Dios (Mateo 13:23; Isaías 55:11). Nuestra labor es sembrar aunque tengamos que llorar porque nuestros esfuerzos serán recompensados con almas que buscan del Señor, que dan frutos. Esta es la esperanza del sembrador y su mayor anhelo, el volver con regocijo trayendo frutos.
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