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Wednesday, July 2, 2014

Revestíos de Humildad

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

“Estando ellos en Galilea,  Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán;  mas al tercer día resucitará.”  Mateo 17:22, 23

La humildad es un requisito fundamental para la obediencia. Jesús nuevamente dijo a sus discípulos que iba a ser entregado en manos de hombre, que moriría y al tercer día iba a resucitar (Mateo 17:2,23). Desde que Dios hizo un plan para la salvación del hombre y fue designado el papel que el Hijo de Dios asumiría, El con gozo se comprometió (Hebreos 12:2). De líder celestial pasó a ser siervo obediente.

I. Revertirse de humildad es dejar que Dios lidere nuestras vidas.
Tenemos que pensar y mantener vivo en nuestras vidas que Dios tiene un proyecto para nosotros. Al aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor hemos aceptado la responsabilidad del plan de Dios en nosotros. Por eso es bueno que recordemos, como Jesús, nuestra misión para que estemos preparados para el momento que Dios nos necesite. Tenemos que tomar el proyecto de Dios en serio. No se trata de sentimientos que vuelan con el viento sino de convicciones que nos aferran a la verdad y nos mueven a obrar. Los judíos de la época de Jesús y quizás los de hoy también, ignoran los sufrimientos del Mesías porque no han estudiado la Palabra de Dios para que Dios les revele su voluntad, sino que viven de sus propias interpretaciones, lejos de lo que Dios realmente quiere para ellos. Muchos creyentes ignoran que la verdadera relación con Dios no está solo en leer la Biblia, orar y asistir a los cultos como oyentes. La verdadera relación con Dios está en involucrarnos en su voluntad, no ser solamente oidores, sino hacedores de la Palabra (Santiago 1:22).

Cuando nos entregamos a Jesucristo, y le aceptamos como nuestro Salvador y Señor, hemos establecido un compromiso, un pacto recíproco y a la vez el Señor Jesucristo nos reconcilia con Dios el Creador, de modo que tenemos que asirnos a Él, para servir y hacer su voluntad con la asistencia del Espíritu Santo que ahora vive en nosotros. 

II. Paga lo que prometiste (Jonás 2:9)

Jonás pronunció estas palabras cuando estaba en angustia. Estaba dentro de un pez aprisionado por su desobediencia a Dios. Desde su calabozo, en las profundidades del mar, clamó a Dios y Dios lo oyó. La obediencia es un dulce sonido a los oídos de Dios. El Señor pagó nuestra deuda; pero nosotros nos comprometimos con su obra. Él estaba exento de pagar porque Él era el dueño del templo, sin embargo, pagó (Mateo 17:22-27). Cristo no estaba bajo ninguna obligación de pagar. De la misma manera, no tenía que ser bautizado porque no tenía que ser lavado de sus pecados ya que era el Cordero de Dios; sin embargo, lo hizo para no ofender. No todos entendieron su misión, que era humillarse para salvarnos. Ahora nos toca a nosotros humillarnos delante de Dios para ayudar a salvar a otros. Nuestra rebelión limita la manifestación de la voluntad de Dios en nosotros.

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