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Tuesday, September 30, 2014
El Beneficio del Perdón
Por: Pastor
Carlos A. Goyanes
“Entonces se le acercó
Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra
mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta
veces siete.” Mateo 18:21, 22.
Como la naturaleza de los seres humanos es
una naturaleza caída, es seguro que todos hemos ofendido a alguien alguna vez
en algún momento de nuestra vida. Del mismo modo, otras personas nos han
ofendido a nosotros también. Pero la Palabra de Dios nos dice que debemos
perdonar porque Dios nos perdonó a nosotros (Efesios 4:32; Colosenses 3:13).
Debemos perdonar porque hemos sido perdonados. Cuando no perdonamos nos
llenamos de amargura y con este estado de ánimo no podemos ser mensajeros de
paz y consejeros de del Señor (Hebreos 12:15). Quien no tiene la capacidad de
perdonar se convierte en una persona dura, severa, llena de rencor y odio. De
esta manera no reflejará, por mucho que se esfuerce, la imagen de Cristo en su
vida. Su deseo de venganza lo ciega y no lo deja ver la voluntad de Dios que es
el perdón. Su ira lo lleva hablar negativamente de esa persona que lo ofendió y
después a tomar actitudes y acciones que distan mucho de dar un testimonio
eficaz como hijo de Dios. Su amargura lo convierte en una persona negativa y
arrastra a otros a la amargura que él posee.
No es fácil perdonar si quien nos ha
ofendido no ha venido a nosotros arrepentido. Sería más sencillo si quien nos
ha ofendido viniera arrepentido y apenado por lo que hizo; pero no siempre es
así. La Palabra de Dios nos enseña que debemos perdonar a los que pecan contra
nosotros. Dios no nos ha puesto condiciones en las cuales se base nuestro
perdón hacia otros, sencillamente nos dice que tenemos que perdonar. Si nos
negamos a esto estamos mostrando actitudes como el resentimiento, ira y
amargura que no son características que identifican a un cristiano. En la
oración del Padre Nuestro que sirve de modelo para las oraciones de muchos
creyentes el Señor dijo que pidió al Padre que perdonara nuestras deudas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
(Mateo 6:12). Y después el Señor nos enseña diciendo que si perdonamos a los
demás el m al que nos han hecho Dios también nos perdonará a nosotros; pero si
no perdonamos, Dios tampoco nos perdonará (Mateo 6:14, 15). El que se niegue a
perdonar es porque no ha experimentado el perdón de Dios en su vida.
Si desobedecemos en cumplir este mandato de
Dios de perdonar a los que nos ofenden evidentemente estamos pecando contra Él.
No solo estamos pecando contra otros, sino que también estamos pecando contra
Dios. No temeos derecho a retener la gracia y el perdón que debemos dar a otros
sabiendo que nosotros mismos hemos sido perdonados por la inmensa misericordia
de Dios. Nuestro pecado contra Dios es infinitamente mayor que las ofensas que
nos hacen otras personas. Si Dios nos perdonó así, nosotros debemos perdonar de
la misma manera. Entonces se le acercó
Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra
mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta
veces siete (Mateo
18:21, 22). En otras palabras, debemos perdonar siempre. Nuestro Salvador
Jesucristo nos desafía a perdonar porque el perdón trae grandes beneficios para
nuestra vida. No olvides que Dios te perdonó (Salmo 103:2).
Hasta que la Muerte los Separe
Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Mateo 19:6
¿Sabes cuál es la unidad más pequeña de la sociedad? Sin duda alguna es la familia. De ella dependen la iglesia, la sociedad, la nación y el mundo en que vivimos. De las instituciones que Dios proporcionó, la familia fue la primera y esta ha sido de gran beneficio para el hombre. Antes de que el pecado entrara en el mundo ya Dios había formado esta entidad que se compone del hombre, la mujer y los frutos de esta unión a través del matrimonio. La familia como tal fue hecha por Dios con el fin de canalizar sus propósitos a través de ella. Esto denota que el matrimonio es una institución divina que debe desarrollarse en santidad (Hebreos 13:4). Un matrimonio conforme al propósito de Dios es bendecido desde el día en que se establece (Génesis 2:18, 20, 24). Apegarse a las demandas de Dios garantiza una bendición especial de parte de Él y augura un buen futuro para los cónyuges.
Desvalorar esta institución y rebajarla a una simple relación que puede ser rota a nuestro antojo es menospreciar el plan de Dios para nosotros. “Hasta que la muerte los separe” — seguramente has oído esta frase tan célebre en las en las ceremonias de bodas; pero la realidad es otra. El mundo en que hoy vivimos rehúsa el compromiso y la lealtad en pos de la satisfacción personal sin sacrificios. ¿Quién dijo que era fácil? Dios no. Los sicólogos le han dado la vuelta al asunto y han llegado a ciertas conclusiones por las cuales la gente se divorcia y los matrimonios no duran. Entre estas causas están el origen sociocultural, el nivel educativo, la edad en la que se hayan comprometido, cuestiones económicas, incompatibilidad de caracteres, etc. Lo cierto es que hace algunos años atrás no había tantos divorcios como hoy. Una de las razones es que no hay temor de Dios, y otra, entre muchas más, es que todo el mundo quiere ser tan independiente que ya no necesita del otro; pero al final Dios nos creó para ser interdependientes. Hemos aprendido a depender más de nosotros que de Dios.
La Palabra de Dios es clara y enfática al respecto. El mismo Jesús enseñó que el matrimonio no debe ser disuelto excepto por causa de fornicación (Mateo 19:9) porque Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:16). Tenemos que volver a las sendas antiguas (Jeremías 6:16), a los principios básicos de la fe cristiana. La iglesia tiene como misión predicar una doctrina bíblica sana y sin mezcla de errores. Los dos serán una sola carne significa que son indivisibles porque lo que Dios juntó el hombre no lo debe separar (Mateo 19:6). Este pasaje de Mateo 19:3–9 es una clara defensa de la mujer de aquellos tiempos que quedaba desamparada económicamente y deshonrada tras el repudio “legal” de su esposo que por cualquier causa podía despedirla porque tenía el poder para ello. Por otro lado, la mujer se sometía al hombre bajo la amenaza de divorcio que era una sentencia de desamparo. Así que el sometimiento no era por amor, sino forzado. Esta fue una de las causas por las que Jesús negó el divorcio aparte de que rompía con el plan maestro de Dios. Dios no se equivoca, nosotros sí. El pecado nubla el pensamiento y la deslealtad cauteriza la conciencia de aquellos que deciden desobedecer a Dios.
Preparándonos para la Buena Obra
Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para
enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que
el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. ~2 Timoteo 3:16–17
La preocupación de la mayoría de los padres es que
sus hijos se preparen para la vida; para ello hacen grandes esfuerzos para
enseñarlos desde la niñez hasta la adultez. Es prioritaria la educación si
queremos que nuestros hijos alcancen sus metas. Lo mismo pasa con la educación
religiosa (Mateo 7:11). En sí misma ella no salva; pero enseña el camino a
seguir y orienta al creyente para que alcance las metas de Dios para su vida
(Deuteronomio 6:4–9; Proverbios 1:7; 2 Timoteo 1:5). A esta educación religiosa
la llamamos más específicamente Educación Cristiana ya que nos orienta a una
relación con Cristo y la Palabra de Dios en contraste con otras religiones o
escritos religiosos (Santiago 1:5).
La Educación Cristiana es importante para la vida,
la salud espiritual, moral, mental y física del creyente (Santiago 3:17; Mateo
7:24). La Educación Cristiana nos enfoca en la voluntad de Dios y nos provee de
herramientas para la vida que de otra manera serían difíciles, sino imposibles
de obtener. Esta educación Cristiana la obtenemos a través del conocimiento de
la Palabra de Dios, el ejemplo de otros creyentes, y en la práctica de los valores
y principios bíblicos (2 Timoteo 3:10, 14, 15).
La Palabra de Dios es
viva, eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos. Viva porque está
vigente, no ha dejado de tener validez en el mundo a pesar de que el hombre
asegura que sus conocimientos científicos tienen o tendrán la respuesta
absoluta a sus males; eficaz porque es lo que el hombre necesita y al aplicarla
en su vida tiene resultados eternos; y más cortan-te que toda espada de dos
filos porque éstas pueden penetran en el cuerpo humano y romper más músculos,
tendones y huesos; pero la Palabra de Dios puede penetrar en el corazón y la
mente que es un lugar inaccesible. A pesar de todos los esfuerzos humanos el
hombre no puede transformar la mente y el corazón, y mucho menos salvar; sin
embargo, la Palabra de Dios alcanza el fuerte más defendido e inalcanzable del
hombre: sus pensamientos e intenciones, su pecado, su voluntad. Ninguna otra
palabra, por más sabia que sea, puede llegar a la puerta sin llave del corazón.
El apóstol Pablo al escribirle a un pastor joven
llamado Timoteo le orientaba a usar la Palabra de Dios para enseñar, corregir,
redargüir e instruir (2 Timoteo 3:16-17). Solo ella puede llegar a la mente y
al corazón eficazmente y hacer los cambios necesarios para nuestro bien. Esto
es de esperarse porque es la Palabra de Dios y la base de la Educación
Cristiana. Así que no perdamos tiempo y preparémonos para la buena obra de Dios
a través del conocimiento de Su Palabra (Filipenses 1:6), entrenémonos en el
cumplimiento de Su voluntad (Romanos 12:2) y usemos la autoridad que Él nos dio
para la tarea que nos ha encomendado (Mateo 28:18–20).