Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Mateo 19:6
¿Sabes cuál es la unidad más pequeña de la sociedad? Sin duda alguna es la familia. De ella dependen la iglesia, la sociedad, la nación y el mundo en que vivimos. De las instituciones que Dios proporcionó, la familia fue la primera y esta ha sido de gran beneficio para el hombre. Antes de que el pecado entrara en el mundo ya Dios había formado esta entidad que se compone del hombre, la mujer y los frutos de esta unión a través del matrimonio. La familia como tal fue hecha por Dios con el fin de canalizar sus propósitos a través de ella. Esto denota que el matrimonio es una institución divina que debe desarrollarse en santidad (Hebreos 13:4). Un matrimonio conforme al propósito de Dios es bendecido desde el día en que se establece (Génesis 2:18, 20, 24). Apegarse a las demandas de Dios garantiza una bendición especial de parte de Él y augura un buen futuro para los cónyuges.
Desvalorar esta institución y rebajarla a una simple relación que puede ser rota a nuestro antojo es menospreciar el plan de Dios para nosotros. “Hasta que la muerte los separe” — seguramente has oído esta frase tan célebre en las en las ceremonias de bodas; pero la realidad es otra. El mundo en que hoy vivimos rehúsa el compromiso y la lealtad en pos de la satisfacción personal sin sacrificios. ¿Quién dijo que era fácil? Dios no. Los sicólogos le han dado la vuelta al asunto y han llegado a ciertas conclusiones por las cuales la gente se divorcia y los matrimonios no duran. Entre estas causas están el origen sociocultural, el nivel educativo, la edad en la que se hayan comprometido, cuestiones económicas, incompatibilidad de caracteres, etc. Lo cierto es que hace algunos años atrás no había tantos divorcios como hoy. Una de las razones es que no hay temor de Dios, y otra, entre muchas más, es que todo el mundo quiere ser tan independiente que ya no necesita del otro; pero al final Dios nos creó para ser interdependientes. Hemos aprendido a depender más de nosotros que de Dios.
La Palabra de Dios es clara y enfática al respecto. El mismo Jesús enseñó que el matrimonio no debe ser disuelto excepto por causa de fornicación (Mateo 19:9) porque Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:16). Tenemos que volver a las sendas antiguas (Jeremías 6:16), a los principios básicos de la fe cristiana. La iglesia tiene como misión predicar una doctrina bíblica sana y sin mezcla de errores. Los dos serán una sola carne significa que son indivisibles porque lo que Dios juntó el hombre no lo debe separar (Mateo 19:6). Este pasaje de Mateo 19:3–9 es una clara defensa de la mujer de aquellos tiempos que quedaba desamparada económicamente y deshonrada tras el repudio “legal” de su esposo que por cualquier causa podía despedirla porque tenía el poder para ello. Por otro lado, la mujer se sometía al hombre bajo la amenaza de divorcio que era una sentencia de desamparo. Así que el sometimiento no era por amor, sino forzado. Esta fue una de las causas por las que Jesús negó el divorcio aparte de que rompía con el plan maestro de Dios. Dios no se equivoca, nosotros sí. El pecado nubla el pensamiento y la deslealtad cauteriza la conciencia de aquellos que deciden desobedecer a Dios.
No comments:
Post a Comment