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Thursday, January 22, 2015

Jesús Demanda Frutos de Nosotros

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. Mateo 21:19

Jesús había llegado a Jerusalén el día anterior y habiendo entrado en el templo echó a los que vendían, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas (Mateo 21:12). Purificó el templo de la codicia y las acciones banales que no correspondían a ese lugar. Después de haber declarado que su casa es casa de oración y haber sanado a ciegos y cojos, se fue de allí a Betania.

Al día siguiente regresando a Jerusalén tuvo hambre y viendo una higuera en el camino vino a ella, descubriendo solo hojas, y le dijo que jamás daría frutos. La higuera se secó y esto maravilló a los discípulos porque nunca antes habían visto algo igual. Es interesante que el relato incluya a una higuera, una planta que se menciona en la Palabra de Dios más de cuarenta veces y que es un símbolo muy antiguo. Nada de lo que ocurrió en la vida del Señor aquí en la tierra fue casualidad. Aquella higuera representaba al pueblo de Israel — un pueblo carente de los frutos que Dios esperaba, un pueblo al cual se le había confiado una salvación tan grande y estaban desperdiciando la oportunidad que se le había dado.

Ahora esta planta se convierte en un símbolo de hipocresía y falsedad al tratar de cubrir su desnudez espiritual, como Adán y Eva, con hojas de higuera (Génesis 3:7). La esterilidad de su fe no producía frutos y sería secada toda la planta hasta su raíz. En el corazón del hombre nace, por obra y gracia del Espíritu Santo, la fe que es un don de Dios. Pero los líderes del pueblo de Israel no obedecieron las verdades divinas como las doctrinas que Dios les había revelado, ni fueron leales a Dios en sus creencias. Su forma de vivir no demostraba la fe que ellos promulgaban tan celosamente. No había frutos en ese árbol tan frondoso porque estaba carente de vida. La higuera se ocultaba detrás de sus hojas porque no tenía frutos. Muchos creyentes se ocultan detrás de sus dones, sus habilidades, sus conocimientos bíblicos y su vida aparentemente cristiana porque no tienen frutos dignos de arrepentimiento.

En el Antiguo Testamento, Dios se había referido a su pueblo Israel bajo la analogía de una higuera. "Como uvas en el desierto hallé a Israel; como la fruta temprana de la higuera en su principio vi a vuestros padres..." (Oseas 9:10). Apariencia de fe (hojas); pero sin frutos. El pueblo de Israel había sido escogido para ser el recipiente de la verdad de Dios y transmitirla a un mundo sumido en la idolatría y el paganismo; en cambio, ellos olvidaron su misión y se entregaron al orgullo y a un formalismo ritual. Sus hojas eran abundantes, parecían muy espirituales; pero los frutos de la fe y el amor habían sido desterrados de sus vidas. Por tanto el Señor ordenó: "Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después." (Lucas 13:6-9). Dios demanda de nosotros frutos y nos ha dado por un tiempo el privilegio de ser los portadores del mensaje del evangelio. El Señor dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él. Este lleva fruto; pero separados de mi nada podéis hacer”. (Juan 15:5).

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