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Saturday, March 4, 2017

Amar al Prójimo es También Amar a Dios

Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25:40 

Nuestras buenas obras son el resultado de nuestra fe. Ellas no salvan; pero podemos ser medidos por ellas. Consecuentemente con esto el Hijo del Hombre, o sea, el Hijo de Dios que en semejanza de hombre vendrá a juzgar a las naciones, apartará los buenos de los malos según las obras que hayan hecho, ya sean buenas o malas. Todo hombre en la tierra tiene en sus manos el poder de hacer el bien o entregarse al mal como medio de vida; pero las obras malas no pertenecen a Dios y aquellos que obran mal están en rebelión contra Él. Dios nos hizo para que anduviésemos en obras buenas (Efesios 2:10).
Al regresar Jesucristo a la tierra lo hará en semejanza de hombre recordando a todos que tuvo que tomar nuestra forma y padecer como nosotros debíamos haber padecido para salvarnos; pero esta semejanza de hombre también nos dará la medida de cómo seremos después de haber sido rescatados de esta vida de pecado. Ahora Jesús no vendrá como Cordero, sino como Rey glorioso (Mateo 25:31). Un séquito de ángeles acompañará su venida y nadie lo podrá impedir. Delante de Él serán reunidas todas las gentes y el apartará a los suyos de entre los que no le pertenecen (Mateo 25:32). Esta segunda venida es diferente a la primera porque cuando Jesús vino por primera vez vino como siervo (Filipenses 2:5–11) aunque Las Escrituras lo describen como lleno de gracia y verdad (Juan 1:14). Ahora en su segunda venida usará de su autoridad para reunir a todas las naciones delante de Él.
La iglesia recibirá su recompensa por cuanto ha obedecido a la Palabra de Dios. Ha amado lo que Dios ama, que es la humanidad, y ha luchado en la medida de sus fuerzas material y espiritualmente hablando para quitar el sufrimiento de la humanidad. La iglesia no solo tiene una misión espiritual, sino también una social; aunque esta no debe rebasar a la primera. Nuestro Rey impartirá la bendición del Padre a aquellos que mostraron la misericordia de Dios a través de sus vidas, aquellos que aman a Dios aman también lo que Dios ama (la humanidad). No predicamos un evangelio netamente social; pero la iglesia debe ayudar a mitigar las necesidades de los que está alcanzando siempre que le sea posible para dar ejemplo de amor al prójimo. Jesús menciona seis necesidades básicas que en un momento dado de la vida se pueden convertir en una verdadera emergencia: el hambre, la sed, la hospitalidad, la ropa, el cuidado y nuestra visitación. En la literatura y enseñanza judía existe la expresión en hebreo—gemilut hasadim—y su significado es “obras de amor bondadoso.” Y estas son listadas en el Antiguo Testamento (Deuteronomio 15:7-11; Isaías 58:7-10; Salmo 37:21; 41:1).

Cuando una de estas seis necesidades aparece entorno nuestro es nuestro deber como creyentes responder con un acto de misericordia acorde a nuestras posibilidades y un poco más sabiendo que alguien está en apuro. No hay límites para la misericordia en un mundo tan necesitado. Desde el punto de vista espiritual es mucho más grave ya que la necesidad de Dios ha dejado con hambre y sin abrigo a muchos que buscando no encuentran porque la iglesia que es el caudal a través del cual corre el río de la Palabra de Dios cierra su cuenca y mantiene a muchos en un desierto espiritual. El hijo del Hombre no reclamará solo las obras sociales que pudimos hacer; sino también la obra de cada creyente de implantar la fe del Señor en los corazones de aquellos que padecen de hambre y sed espiritual. Si tienen hambre dales de comer, si tienen sed dales de beber…porque esta es la misión de la iglesia y haciendo esto a Dios lo hacemos. No podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestro prójimo (1 Juan 4:8; 20).

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