Monday, February 27, 2012

Una Persona Dichosa

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Mateo 5:1–12

En la vida de los que creen en el Señor deben existir las actitudes que describen las bienaventuranzas de Mateo 5 ya que estas son características de los hijos de Dios y han sido diseñadas para que seamos felices. La Palabra de Dios dice que hagamos tesoros en el cielo (Mateo 6:20) y esta es una buena manera de aumentar nuestras riquezas celestiales que comienzan a acumularse aquí en la tierra.

La Escritura dice que Jesús les enseñaba (Mateo 5:2) y comenzó con las bienaventuranzas. Se puede ser afortunado por anhelar y retener las actitudes cristianas que contienen estas bienaventuranzas ya que es Dios quien las demanda de nosotros. Jesús las enseñó para que todo creyente se apropiara de ellas a través de la fe. Las virtudes cristianas son reflejadas por cualidades que adquieren los creyentes y lo hacen feliz con lo que tienen de Dios en sus vidas. Todo comienza descendiendo hasta que no quede nada de mi “yo” y subiendo hasta haber alcanzado todo de Dios.

• Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (v.3).
El pobre de espíritu es el que reconoce su pequeñez delante de Dios y reconoce a Dios en su vida. El corazón que no tiene a Cristo está lleno de conflictos, odios, enemistades, orgullo y toda clase de pecados. Cuando dejamos que el Señor entre en nuestras vidas, Él va sacando de ella todas esas cosas que impiden una relación con El. Y ocurre que al darle lugar al Señor en nuestro corazón descubrimos que nacimos de nuevo (Juan 3:3).

• Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación (v.4).
Los que lloran son aquellos que sufren por causa de la culpa de sus pecados. Son los que imploran el perdón a Dios porque se han arrepentido de sus faltas. Dar un giro de ciento ochenta grados a tu vida, darle la espalda al pecado, es algo que Dios reconoce como una actitud de reconciliación con El. Una vez nacidos de nuevo, rechazamos el pecado y toda influencia de éste, pero en el proceso sufrimos. De hecho, la lucha contra el pecado y su culpa es de toda la vida, pero tenemos a Cristo que vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Juan 10:10). Puede que sean muchos nuestros pecados o los pecados de otros por los que tengamos que llorar, pero de todos ellos nos librará el Señor (Isaías 1:18).

• Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad (v.5).
Si antes éramos hijos del trueno (Marcos 3:17), nos irritábamos con facilidad, no perdonábamos a los que nos hacían mal, no soportábamos las pruebas que venían a nosotros, sino que tratábamos de actuar por nuestras fuerzas; ahora eso cambió, porque le hemos dado el lugar a Dios para que intervenga. Las pruebas, aunque nos duelen, las provocaciones de los hijos de las tinieblas y los defectos de quienes nos rodean nos invitan a luchar, pero aprendimos a ser mansos, a soportar por amor y a curar las heridas de otros. Ya no nos domina el mundo, nos gobierna Dios; ahora somos las mansas ovejas de su prado (Salmo 100:3), ya no somos rebeldes, sino dóciles.

• Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (v.6).
Debemos buscar la justicia de Dios y ser declarados justos para ayudar a otros en su justicia. Así como tenemos necesidad física de alimento y agua todos los días, la búsqueda de la verdad y la justicia deben ser nuestro pan diario. El estudio diario de las Escrituras nos enseñará lo que Dios quiere para nosotros. Solo puede ser saciado el hambre y la sed de justicia con la Palabra de Dios, porque allí está la verdadera justicia. ¡Convirtámonos en expertos exploradores de la verdad de Dios!

• Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (v.7).
El amor y la acción es la combinación que hace a los hijos de Dios mostrar la misericordia. Esto mueve a Dios a darnos de su misericordia cada mañana. Así como los rayos del sol alumbran la tierra, dice la Palabra de Dios que El renueva sus misericordias (Lamentaciones 3:22–23). Si no somos misericordiosos, no podemos aspirar a la misericordia de Dios. Cuando realmente perdonamos y tenemos misericordia es cuando tendremos misericordia (Marcos 12:30,31; Mateo 6:12).

• Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (v.8).
La palabra corazón en la Biblia se refiere a los sentimientos y a la mente, así que es de suma importancia que nuestra mente esté pura, libre de la contaminación y de malos pensamientos, para que nuestros sentimientos sean sanos. Es necesario lavar en la sangre de Cristo toda nuestra vida. El esfuerzo que hacemos para estar limpios el Señor lo recompensa. No somos perfectos, pero vamos en camino, y esto indica que hay que trabajar para la perfección. Dios nos recibe como somos, pero aspira a que avancemos en la fe, que crezcamos en El, y para ello hay que limpiar el corazón.

• Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (v.9).
A medida que hay pureza en el corazón comienza a aflorar la paz en nuestras vidas porque ya no estamos en guerra con Dios; ahora estamos obedeciendo y tratando de ser como Jesús. La paz es el resultado de una vida limpia y entregada a Dios, donde los pecados, las culpas y los temores han sido puestos en sus manos. Ahora que conocemos la verdadera paz, no la del mundo, sino la que Cristo da (Juan 14:27), entendemos lo que es tener paz y estamos calificados para ser pacificadores. Dios no desea tener enemistad con el hombre, de hecho quiere ser nuestro amigo (Romanos 5:1).

• Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (vs.10-12).
Los cristianos son los que verdaderamente poseen la salvación y no pertenecen a este mundo. Fueron llamados aparte por causa del evangelio y es claro que el mundo odia a Dios, por eso somos perseguidos de una manera o de otra. Podemos conformarnos a este mundo y no seremos atribulados; pero el cristiano real sabe que tendrá que padecer por amor a Cristo. Este mundo está en tinieblas y desprecia la luz. Nosotros somos la luz del mundo y somos la oportunidad que el mundo tiene para salvación porque Dios nos ha dado la tarea de evangelizar. En este camino habrá persecuciones, pérdidas y tristezas, pero nuestro galardón es grande en los cielos (Mateo 5:12).

Thursday, February 16, 2012

Un Ministerio Transformador

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Mateo 4:12–25

El comienzo el ministerio de Jesús marcó las pautas para el desarrollo del ministerio en la iglesia y su metodología, dirigida a un proceso de crecimiento sano y transformador. Después de la preparación personal como creyente hay pasos que la iglesia debe dar:

Predicación (v. 17)
La tarea fundamental de la iglesia es anunciar, predicar la verdad de Dios y llevar al mundo a los pies de Cristo. Jesús comenzó su ministerio predicando el arrepentimiento y cuando se fue al cielo nos dejó la Gran Comisión (Mateo 28:18–20). Es necesaria la predicación de la Palabra para el extendimiento de la obra de Dios. Ellos necesitan saber de Dios (Romanos 10:14).

Llamamiento (v. 18-22)
Jesús comenzó a llamar a sus discípulos y creó un grupo de traba-jo que preparó durante tres años para el crecimiento futuro de su iglesia. El día en que conocimos al Señor fuimos llamados no solo a ser parte de su iglesia, sino de una obra transformadora. Cada creyente fue llamado con una tarea. Dios tiene un plan para cada persona que existe en este mundo y para cada creyente tiene una responsabilidad esencial, que es prepararse para llamar a otros. Hay que llamar a las personas al arrepentimiento. El trabajo de la iglesia no es dar buenos cultos los domingos, es salir a buscar a los perdidos. El culto es el resultado de ese trabajo que trae gozo al corazón de cada creyente sabiendo que ha cumplido con lo que Dios le ha pedido y alaba al Señor por ello. Allí en la presencia de Dios se llama a los inconversos al arrepentimiento y a los creyentes a hacer la obra de Dios.

Enseñanza (v. 23)
La enseñanza es la parte más difícil de la tarea evangélica, porque involucra tiempo no solo para el que aprende, sino también para el que enseña a otros, si es que lo desea hacer bien. Es interesante notar que tres años es de algún modo el tiempo mínimo para la preparación de los pastores. La Biblia nos dice que los discípulos estuvieron en el seminario de Jesús por tres años y Pablo en el desierto por tres años también. No obstante, cada creyente debe prepararse para la tarea de la fe y enseñar a otros no solo el plan de Dios para su salvación, sino también la Palabra de Dios.

Sanación (v. 24)
El poder de Jesús era tal que sanaba los cuerpos de las personas que eran traídas a El, pero la sanidad que él realmente quería para ellos era la sanidad de su alma. Tenemos que sanar nosotros para sanar a otros (Lucas 6:39). Un creyente debe sanar para ayudar a otros. Transcurre algún tiempo para que sanemos interiormente porque es un proceso que a veces es largo dependiendo de cuán herido espiritualmente está el nuevo creyente. Al renunciar al mundo traemos con nosotros toda una carga de problemas que tenemos que depositar en las manos del Señor con toda confianza. Tenemos tanta desconfianza en la gente que nos rodea, que poner en las manos de Dios toda mi vida me va a llevar tiempo, pero a medida que lo hacemos vamos sanando. La sanidad es demostrada en la medida que van aflorando los frutos del Espíritu en nosotros. La gente va a notar nuestra transformación y nos daremos cuenta de la paz que hay en nuestro interior.

Seguir al líder (v. 25)
El máximo líder, la cabeza de la iglesia es Jesucristo; pero él llamó a hombres para el liderazgo de la iglesia. Llamó a pastores y líderes de la iglesia para la edificación del cuerpo de Cristo. Solo Jesús fue un líder perfecto, sin embargo, él llamó a hombres imperfecto a guiar la obra de Dios. Dios siempre ha sabido de nuestra incapacidad, de nuestros pecados, de nuestras debilidades, pero quiere que hagamos la obra y permanezcamos en la lucha contra aquel que quiere arrebatarnos lo que hemos logrado en el Señor para mostrarnos como ineptos e incompetentes de hacer la obra de Dios. Cada creyente es un líder ya que el mundo lo ve como un ejemplo a seguir. Tenemos que estar completamente vestidos de toda la armadura de Dios para poder hacer la tarea que Dios nos ha dado (Efesios 6:10–18). Predicar, llamar, enseñar, sanar y seguir al líder son los pasos que contribuyen al crecimiento de una iglesia sana.

Wednesday, February 15, 2012

El Lenguaje que lo Cambia Todo

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

El lenguaje que lo cambia todo es el amor. Es el idioma de Dios para los seres humanos que aunque nos expresamos en diferentes idiomas, podemos entender este lenguaje que es uno de los atributos e Dios. La Biblia dice que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Pero ¿cómo expresar el amor? ¿Quién es tan elocuente y sabio para hacerlo de una manera perfecta? Solo Dios lo hizo y lo hace a través de la persona de su hijo Jesucristo. Los creyentes hemos tratado de expresar el amor y muchas veces fallamos. Aun así, a pesar de nuestros defectos, creemos en el amor. Si amamos, estamos hablando con el lenguaje de Dios.

El Señor nos exhortó a expresarnos en el idioma de Dios, que es un lenguaje que todos las personas entendemos (Juan 13:34). El amor es un mandamiento nuevo que Jesús nos dio como el nuevo pacto con Dios. El amor libera nuestras vidas del egoísmo y la arrogancia; el amor nos declara iguales, más que la constitución de nuestro país ya que el amor nos hace diferencia de razas, lenguas o naciones. El amor es la expresión más sublime de todas las virtudes de Dios que abraza el alma humana y la realza, la ennoblece. De un ser salvaje y sin conciencia, nos transforma en una persona sensata y atinada.

Nosotros los seres humanos hemos querido expresar el amor, pero nos faltan las palabras apropiadas para hacerlo. Los griegos usa-ron cuatro palabras para enunciar esta virtud:

- Eros (ἔρως érōs) es el amor apasionado, con deseo y desear sensual.

- Philia (φιλία philía), que significa amistad en griego moderno, un amor virtuoso desapasionado. Incluye lealtad a los amigos, a la familia, y a la comunidad, y requiere virtud, igualdad y familiaridad. En textos antiguos, philia denotó un tipo general de amor, usado para el amor entre la familia, entre los amigos, un deseo o el disfrute de una actividad, así como entre amantes.

- Agapē (ἀγάπη agápē) significa “amor” en griego moderno del día, por ejemplo en el término s’agapo (Σ'αγαπώ), que significa “te amo”. En la Biblia, su significado y uso es ilustrado uno mismo sacrificándose, dando amor a todos, tanto al amigo como al enemigo.

- Storge (στοργή storgē) significa “afecto” en griego moderno; un afecto natural, como el que siente un hijo por sus padres o en relaciones dentro de la familia.

El amor cuesta, es un sacrificio. Nos cuesta algo cada vez que amamos a alguien, nos cuesta de nuestro tiempo, talento, dinero, la renuncia de nuestro yo. El amor definitivamente cuesta. Para amar hay que estar dispuesto a dar (Juan 3:16). El amor nos induce al perdón y nos cuesta la renuncia de nuestro orgullo. El amor es compromiso. Es imposible tener una relación verdadera sin involucrarse con otros. Involucrarse requiere un compromiso, el compromiso requiere trabajo, el trabajo es esfuerzo. Parece que hay una falta de gozo dentro del pueblo de Dios; una de las razones principales es que frecuentemente somos pasivos, buscando un estilo de vida sin esfuerzo ya que le huimos a los sacrificios.

El amor comprende una relación con otros; no nos aísla. El amor requiere que extendamos la mano al que sufre. Amor es perdonar antes de que me perdonen tomando la iniciativa en la relación con otra persona y este intercambio que puede traer la restauración y la comprensión. Ejemplo tenemos en la Palabra de Dios cuando aquel padre amante salió a recibir a su hijo al camino demostrándole perdón por todas sus ofensas y abandono (Lucas 15:11–24). Pero el más grande ejemplo de amor lo tenemos en Dios, que amó primero, se adelantó a nosotros desde la eternidad para ganarnos por amor (Jeremías 31:3); así que, le amamos a Él porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19).

El amor involucra dar con sacrificio. El amor no es una debilidad, es una virtud. El amor no hace lo que es correcto simplemente para recibir algo; el amor hace lo correcto porque es correcto. El amor sana, el amor restaura, el amor lo cambia todo (1 Corintios 3:4–7).

Friday, February 3, 2012

La Lucha que Dura Toda la Vida

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Mateo 4:1-11


Las batallas tienen su principio y su fin, pero hay una batalla que jamás acabará mientras estemos aquí en la tierra, una batalla que no tiene nada que ver con sangre y carne (Efesios 6:12), sino contra satanás y sus seguidores; esta batalla es contra la tentación. La tentación es la manera malvada de satanás de inducirnos a hacer lo malo ante los ojos del Señor. Ser tentado no es pecado; pero el que tienta si está pecando. Sin embargo, si nosotros cedemos a la tentación, entonces estamos pecando también (Santiago 1:12; 4:7).

Las tentaciones pueden venir de muchas formas diferentes. El diablo es un maestro en falsificaciones y engaños. El trata de que los seres humanos vean las cosas de una manera diferente a la que Dios quiere que las veamos, él es el más consumado experto de las imitaciones. No nos dejemos engañar, lo que ofrece no es de marca; él ofrece un evangelio tergiversado y una Escritura torcida. Para tener mayor éxito usa a sus agentes, los demonios y los seres humanos que están a su servicio (Juan 8:44).

Claro, que cuando se trató de Jesús, él quiso hacerlo personalmente (Mateo 4:3, Lucas 4:1,2). Allá en el desierto, débil y desamparado, humanamente hablando, cuando su necesidad física lo llevaba al extremo de sus fuerzas y el hambre al borde del desmayo, se presentó satanás para dar una brillante solución — sí, porque las soluciones de satanás son brillantes. La Biblia dice que se viste como ángel de luz (2 Corintios 11:14). Retó al Señor Jesús diciéndole: Si tú eres el Hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en pan (Mateo 4:3).

A veces los creyentes somos tentados de esa manera. Si yo soy hijo de Dios, por qué no lo puedo hacer, soy hijo del Rey y el hijo del Rey no tiene por qué vivir así. La expresión vivir así nos
da el sentido de que lo merecemos todo, poniendo en duda el plan de Dios para mí. Si soy hijo de Dios, por qué no. Cuando los planes de Dios difieren de lo que creemos y no logramos lo que quería-mos, viene la duda y la desesperación. Ahí comienza nuestra parte humana a actuar impidiéndole a Dios hacer su parte. Tomamos la batalla en nuestras manos y la pelea se hace muy difícil.

El diablo sabe que no vamos a abandonar a Dios, que no vamos a blasfemar, pero a través de la tentación, reduce nuestra marcha, nuestras fuerzas menguan, y nuestro espíritu se aletarga. Tú puedes hacerlo, dice satanás, dilo y se hará. No podemos poner nuestras vidas en las manos equivocadas.

Satanás también quiere que te lances a hacer cosas para que fracases (Mateo 4:5, 6) y así lograr que renuncies a otras cosas que Dios tiene preparadas para ti. Debes conocer tus capacidades y el don que Dios te ha dado para desarrollarte en la obra del Señor. No te arrojes a aventuras de las cuales te arrepentirás. Dios tiene muchas promesas para ti si eres fiel, y las cumplirá una por una, pero no lo pongas a prueba. No te lances para que Dios te rescate, pero si caes, Él te sostendrá.

La fama y el poder son cosas que hoy en día todos quieren tener (Mateo 4:8, 9), pero ¿resolverán realmente los problemas de la humanidad? La verdadera gloria esté reservada para nosotros en lo alto, en el cielo. Mientras tanto aquí debemos buscar dar gloria al Rey de gloria (Salmo 24:8-10). El diablo ofrece riquezas y poder a los que lo acompañarán por siempre en el infierno (1 Timoteo 6:9-10), un lugar que después de entrar no hay oportunidad de salir por toda la
eternidad (Mateo 25:41). Todos los que buscando la gloria terrenal se han alejado de Dios, han perdido la gloria eterna guardada para todos los que creen en Cristo (1 Pedro 5:4).