Porque os digo
que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos. ~Mateo 5:20
La justicia es el anhelo de los seres humanos. Pero
en muchas ocasiones la justicia es para otros y no para mi mismo. La justicia
a la que el Señor se refiere en este pasaje es a la justicia que parte de mi
propia justicia, a la justicia que es satisfecha a través del cumplimiento de
la justicia en nosotros mismos. Hemos popularizado entre la grey de Dios la
palabra fariseo como algo malo
aludiendo a la característica distintiva de casi todos ellos, que era la
hipocresía. La hipocresía de los fariseos consistía en exigir el cumplimiento
de las leyes espirituales y morales; en fabricar a través de la interpretación
normas y valores que ellos cumplían rígidamente como un rito externo, pero no
había una convicción interior en sus corazones.
Había corrupción en sus corazones, porque
practicaban la ley de una forma ceremonial pero habían dejado a un lado la
misericordia (Id, pues, y aprended lo que
significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a
justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. Mateo 9:13). A esa actitud
sincera del corazón Jesús la llamó justicia
mayor que la de los fariseos. Una justicia que obedece porque ama a Dios y
no por un cumplimiento estricto que en la mayoría de los casos estaba cargado
de crueldad. No decimos que la ley es mala en sí misma, pero a veces los
métodos que usamos han echado fuera los valores y el espíritu de la ley que es
enseñar, no castigar; aunque a veces lleva en sí misma castigo.
La filosofía moderna de la salud habla de evitar a
toda costa el dolor y esto se ha propagado a todas las esferas de la vida del
hombre moderno; pero hay cosas que deben dolernos para que haya cambios
radicales en nosotros. Si no existiera la ley, no habría un espejo en el cual
nos miráramos para saber cuán lejos estamos de la voluntad de Dios. La Palabra
de Dios habla de la Ley como un “ayo”
(Gálatas 3:24), el maestro que nos enseña rectitud, obediencia, y todas las
virtudes cristianas. En los signs computarizados de las autopistas aparecen las
palabras en inglés click it or ticket.
Para los que no les gusta amarrarse con un cinturón de seguridad, esto es un
fastidio, pero le ayuda a salvar sus vidas en caso de un accidente. La ley de
Dios no salva la vida del hombre pero muestra el camino de la salvación.
Las iglesias han ido las responsables de ganar
muchas almas para el Señor, pero también han sido las responsables por la
pérdida de otras al aplicar leyes, criterios y tradiciones que no están en Las
Escrituras y que la mayoría de los creyentes practica por verse comprometidos
con una comunidad de fe llena de ritos creados humanamente. La justicia mayor
es la justicia que parte de el amor y la misericordia. Una ley des-provista de
estas virtudes es crueldad. El Señor Jesús hizo referencia a ello cuando le
dijo a los fariseos: Ustedes imponen
cargas que ni ustedes mismos pueden llevar (Lucas 11:46).
Quizás después de leer estas palabras alguien ose
decir que la justicia que es por la ley no es importante, pero nosotros no
somos cristianos del Nuevo Testamento solamente, somos cristianos de toda la Biblia,
y cada palabra, ya sea que se encuentre en el Antiguo Testamento o Nuevo
Testamento, es Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16-17). El problema no está en la
Ley sino en quien la aplica. Para que nuestra justicia sea mayor que la de los
fariseos, nuestra ley debe ser la ley del amor. Todo lo que Dios demanda de
nosotros es bueno, porque es para nuestro bien, pero hagámoslo con la buena
sazón de su misericordia.
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