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Tuesday, July 24, 2012

Cosas que Podemos Aprender de los Animales Según la Biblia

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Proverbios 30:24-28

Los seres humanos fuimos creados para ser el ejemplo de virtud en la creación. La Palabra de Dios afirma que fuimos hechos a imagen de Dios (Génesis 1:27) y coronados de honra y de gloria (Salmo 8:5). Todo lo creado debe honrar a Dios (Salmo 150:6). El pecado rompió la capacidad de entender correctamente a Dios y deshizo lo bueno que había en nosotros. Dios intenta rescatar esos valores en nosotros a través de su Palabra. Una de las cosas que vemos en la Palabra de Dios es que se usan las cualidades de los animales para hacernos entender a nosotros la voluntad de Dios.

En Proverbios 30 se hace alusión a cuatro animales que, a pesar de sus limitaciones y ser pequeños e indefensos, sobreviven por el instinto de sabiduría que Dios ha puesto en ellos.

1. Las hormigas, que aunque son pequeñas son muy laboriosas y en el verano se preparan para el invierno. La cualidad que destacan es la perseverancia. La hormiga es sabia, previsora, prudente, precavida y lista. Como nos dice el libro de Proverbios “… pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida”. (Proverbios 30:25). “Ve a la hormiga… Mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo Capitán, ni gobernador, ni señor, pre-para en verano su comida” (Proverbios 6:6-8).

2. Los conejos, que aunque no son muy esforzados, ponen su casa en la piedra (proverbios 30:26). El término he-breo para este tipo de conejo es ‘shaffan,’ que significa: tesoro, algo de mucho valor. ¿Qué nos dice Dios en Éxodo 19:5?: “Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos...”. Los conejos supieron elegir su refugio (Mateo 7:24–27). No hay mejor lugar en el campo que una gran roca para protegernos de una tormenta. Los árboles pueden ser arrancados, pero una gran roca no será movida. Nosotros como creyentes hemos de buscar refugio en La Roca, Jesucristo (Isaías 28:16; Hechos 4:11, 12). Vendrán vendavales de ignorancia, tormentas de modas y criterios que atentarán contra nuestra fe, tristezas de la vida, enfermedades, crisis familiares, dolores, fracasos, abandonos, pero nadie nos podrá arrebatar nuestra fe si nos hemos refugiado en la Roca de los siglos. Al final de la tormenta, cuando todo acabe, cuando Dios haya hecho su supremo llamamiento (Filipenses 3:12–14), hemos de alcanzar la eternidad.

3. Las langostas que trabajan en equipo para hacer su trabajo. Hablan de la unidad. La Palabra de Dios enseña que la iglesia es el cuerpo de Cristo y debe estar unida. Cada parte debe hacer su labor según el don que el Espíritu Santo le ha dado a cada cual para la edificación del cuerpo de Cristo. Edificar no significa solamente hacer sentir bien a los demás, sino procurar que la iglesia como unidad crezca en espiritualidad y membresía. De esta manera estamos cumpliendo con el mandato de Cristo. La unidad es la fuerza arrolladora que hace que nada detenga a la iglesia. Hay un refrán que Dice que ‘en la unión está la fuerza’ y es real. Muchos de nuestros principios están siendo debatidos y pisoteados porque no estamos unidos como iglesia de Cristo.

4. La araña que vive en el palacio del rey. Algunos presumen de sus logros en esta vida. Nosotros debemos presumir de los nuestros. Vivimos, aunque por un poco de tiempo, en los atrios del Rey. Y un día, aunque somos débiles y nuestra fragilidad está a la vista, hemos de vivir en los palacios del Rey. En nuestra habitación celestial disfrutaremos de toda la gloria que el mundo nos ha negado, no porque presumimos que somos fuertes, sino porque hemos reconocido nuestra debilidad y le hemos entregado a Dios nuestras vidas. Porque hemos sido valientes y hemos arrebatado el reino de los cielos (Mateo 11:12).

Encontramos también en Las Escrituras dos zoomorfismos de nuestro Señor. Jesucristo está a nuestro favor como León de la tribu de Judá para defendernos (Apocalipsis 5:5), aunque nos salvó con la ternura y la bondad de un cordero (1 Pedro 1:18–19), sufriendo en silencio nuestra maldad por amor. Y ahora ¿quién acusará a los escogidos de Dios si Dios es quien los justifica? (Romanos 8:33).


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