Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Así que, todas
las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. ~Mateo 7:12
La regla de oro no solo es un resumen de todas las
enseñanzas de Jesús dadas en el Sermón del Monte, sino que también incluye a
“la ley y los profetas”, enseñándonos que toda la Palabra de Dios alude a esta
enseñanza de amor y misericordia. Esta enseñanza es la condensación de todas
las enseñanzas destiladas y refinadas en una breve oración: “Haced con los
hombres lo que queráis que hagan con vosotros.”
Existe una tendencia entre los seres humanos de
devolver mal por mal. Pero Jesús nos dejó esta enseñanza para que cada vez que
hiciéramos algo pensáramos qué es lo que nos gustaría a nosotros que nos
hicieran y entonces haríamos las cosas para los demás de una manera diferente.
No es que devolvamos el bien simplemente, sino que nos adelantemos a los demás
haciéndolo nosotros primero. Las grandes religiones del mundo proponen una
visión humanista de no hacer daño a los demás, una visión pasiva; pero el Señor
dijo: “haced vosotros con ellos…” Tenemos que tomar la iniciativa en las
relaciones interpersonales así como Dios tomó la iniciativa de amarnos primero
a nosotros (1 Juan 4:19).
Lo que se necesita para vivir la regla de oro es la
disposición personal de hacer la voluntad de Dios. El que cumple con la regla
de oro está cumpliendo con el mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo
(Mateo 5:43–45). Si quieres ser sabio lee la Biblia; pero si quieres ser santo,
practícala. La moral y la justicia languidecen ante la enseñanza de Jesús. Una
nueva ética aparece para cambiarlo todo. Queremos el perdón de Dios, pero
nosotros nos resistimos a hacerlo porque nuestro orgullo lo impide. Para
practicar la regla de oro debemos de estar llenos de humildad y caminar la
segunda milla (Mateo 5:41), la que no están dispuestos a caminar los que no
obedecen. Debemos de ir nosotros primero; debemos perdonar primero, debemos dar
ejemplo nosotros primero.
Dios fue nuestro gran ejemplo de compasión, renuncia y piedad. No nos
ha devuelto mal por mal, ni nos guarda rencor, sino desea que todos podamos
compartir de la vida eterna. Esto fue solo posible porque Dios practicó primero
la Regla de Oro. Seríamos conforme al corazón de Dios si amaramos lo que Dios
más ama, o sea, a las demás personas (Mateo 22:37–40). Si tan solo viéramos a
los demás como nos vemos a nosotros mismos, si cuidáramos de los demás como nos
cuidamos nosotros mismos, todo a nuestro alrededor cambiaría. Todas las leyes y
enseñanzas de los profetas se resumen en la Regla de Oro que no es más que la
manifestación de una ética superior, la del amor de Dios (Romanos 5:8).
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