Por: Pastor Carlos A. Goyanes
No juzguéis para
que no seáis juzgados. ~Mateo 7:1
Quien juzgará a todos los seres humanos es Dios; sin
embargo, a los seres humanos nos encanta juzgar, y en nuestra condición
imperfecta, puede ser que nuestros juicios sean imperfectos. No solo en las
cárceles hay personas que han sido mal juzgadas, sino entre nosotros también.
Nuestro Señor Jesucristo dijo: No
juzguéis para que no seáis juzgados.
¿Será que hacer juicios es pecado? Definitivamente
no. Muchos creyentes caen en la trampa de satanás mencionando este pasaje como
tolerancia a los pecados y corrientes supuestamente cristianas que invaden la
fe sana y las doctrinas bíblicas. Un versículo bíblico ha de estudiarse e
interpretarse a la luz de su contexto y aquí se da a entender que no debemos
hacer juicios injustos y despiadados de las personas, sino que la justicia debe
estar a la luz del amor, ya que sin este, cada juicio se convertirá en algo
cruel y pecaminoso. Para poder vivir una vida santa y justa, no solo tenemos
que discernir y establecer de una manera santa juicio sobre los demás, sino sobre
nosotros mismos. Si juzgamos a los demás por sus errores, debemos de juzgarnos
a nosotros mismos por los nuestros. De manera que, sabiendo que también yo soy
un pecador, juzgaré a los demás de la misma manera.
Dios nos juzgará a nosotros con la misma medida con
la que juzgamos a los demás (Mateo 7:2). No mires los defectos de los demás
antes de haber mirado los tuyos propios. Si crees que eres demasiado bueno,
verás a los demás como malos y estarás colocándote en una posición de
superioridad espiritual. Esta es una de las formas de orgullo que padecen
algunos creyentes que viven en una burbuja de santidad y creen ser perfectos
(Romanos 12:3; Filipenses 2:3). Esta es la causa de los males en los que se
encuentran sumidas algunas congregaciones, ya que hay un grupo de “supersantos”
y otro grupo de pecadores que son juzgados por estos. Jesús dijo: ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu
propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
(Mateo 7:5).
Tenemos que discernir entre lo bueno y lo malo, lo
que Dios desea y lo que Dios no desea, a la luz de Las Escrituras. Eso es
juzgar, no para colocarnos en un plano superior, sino para obedecer al Señor y
orientar humildemente a otros a ello. Hay personas que juzgan para mostrar que
ellos son buenos y los otros malos (Lucas 18:10–14). En nuestro juicio no debe
haber maldad sino santidad con el buen propósito de edificar y exhortar a
nuestros hermanos, sabiendo que también nosotros podemos ser juzgados por otros
en el momento de nuestra debilidad espiritual. Los que se convierten en jueces
implacables no admiten sus faltas y creen que tienen todas las respuestas. Son
los que con más facilidad caen en los lazos del diablo porque su fe está basada
en que ellos no tienen errores y no en la perfección de Cristo. Sucede que,
generalmente el que se dedica a juzgar a los demás, está mostrando sin saberlo,
su propia decadencia espiritual, tratando de esconder sus propios errores al
proyectar su frustración en los errores de los demás. Como dice la Palabra de
Dios: El hombre bueno, del buen tesoro de
su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca
lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45).
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