Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Mateo 9:18-26
Detrás de cada milagro hay una enseñanza. Los milagros no eran solamente para sanar. Jesús mostraba su gloria a través de ellos y derramaba sobre los que estaban alrededor mucha sabiduría para sus vidas. En este pasaje se narran dos milagros y sus consecuencias. Un momento ordinario era convertido por el Señor en algo extraordinario. Él quería mostrarse a través de hechos, y no solo de palabras, para deshacer la incredulidad de los que estaban a su alrededor. Estos milagros no salvaban a la gente, pero sí les mostraban el poder de Dios para salvar.
Jesús era considerado un blasfemo para los religiosos de la época porque sanaba en sábado (Juan 5:10–18), perdonaba pecados (Mateo 9:1–3; Lucas 7:37–48),comía con publicanos y pecadores (Mateo 9:9–12); pero la mayor preocupación delos líderes religiosos era su estatus social y religioso. (Esta es una preocupación también hoy para algunos líderes religiosos.) Veían en las enseñanzas de Jesús una amenaza a todo su sistema religioso basado más en la ley que en la misericordia (Mateo 9:13). Aun así, a este hombre principal de la sinagoga solo le quedaba una esperanza para salvar a su hija. Era un hombre respetable, pero en su desesperación no dudó en acudir a Jesús. Vino al Señor en un momento de angustia y de gran dolor por la muerte de su hija — tal era su aflicción y desesperación que interrumpió la enseñanza del Señor (Mateo 9:18). Su cargo como principal de los judíos le impedía venir a Jesús pero no le importó su reputación, ni los comentarios que se hicieran de él. Lo que lo indujo a venir a Jesús fue un gran amor y una fe genuina.
Jairo tenía la fe de que si Jesús ponía su mano sobre su hija, esta viviría. El rompió los moldes religiosos que lo alejaban de Jesús y pidió misericordia. Muchas veces lo que llamamos religión nos aleja de Dios porque nos envuelve en un estilo de vida ritual que clasifica, como un médico, cada situación; pero sabemos que Dios está por encima de toda religión, todo pensamiento y toda actitud; y que El en su autoridad soberana actúa de tal manera que todo lo que creíamos de una forma es ahora de otra. Sus caminos y sus pensamientos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8–9). Nuestra lógica está minada por el pecado y no vemos más allá de lo que ven nuestros ojos; pero Dios en su amor y en su esfuerzo por salvar a la humanidad, ha roto en Jesucristo todos los moldes religiosos preconcebidos por los hombres. Tenemos que renunciar a nuestra posición para darle lugar a Cristo. No significa dejar de lado las doctrinas de la Biblia, sino dejar de luchar por las cosas que nosalvan y que solo tienen que ver con argumentos humanos vacíos que no tienen apoyo bíblico.
La situación de Jairo era irreversible, su hija había muerto. Muchos hubieran estado pensando en cómo hacer su funeral, pero Jairo ante el dolor y las circunstancias se levantó y puso en acción su fe viendo posible lo que era imposible a los ojos humanos. Esta es la diferencia entre un hombre bueno y un hombre santo. El hombre bueno busca la fe desde su comodidad; pero el hombre santo es el que se ha liberado del temor y traspasa las barreras de la comodidad y el miedo, la inseguridad y la desconfianza para ir más allá, confiar absolutamente y vivir en las manos de Dios.
Dentro de este drama ocurrió otro milagro. Aquella pobre mujer, enferma desde hacía doce años, venía a Jesús en busca de una cura a su mal. Ella también rompió los moldes religiosos, ya que una mujer con flujo de sangre era impura. Debía estar aislada, pero estaba allí, en aquella multitud, después de doce años de encierro. En su desesperación rompió las normas establecidas y se acercó al Señor. Su fe fue tal que se ganó el reconocimiento público del Señor(Lucas 8:43–48).
Dios mira la fe de nuestro corazón y viendo en el secreto de nuestras almas nos recompensa en público (Mateo 6:6). Jesús nos purifica de nuestra inmundicia y nos hace aceptos al Padre (Efesios 1:3–6). Su sacrificio no fue en vano porque todos los que se acercan a Él con fe descubren que todavía hay esperanza a pesar de las circunstancias.