Pages

Tuesday, April 29, 2014

La Resurrección de Cristo es Nuestra Victoria

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. ~Hechos 10:39
El día más grandioso que la humanidad jamás haya tenido fue el día en que Jesús resucitó. Con su resurrección nos dio la victoria sobre la muerte y el derecho a estar toda una eternidad con Él. Así que, aunque recordamos su muerte y su sacrificio en la cruz, tenemos pleno gozo al saber que somos salvos ya que, porque Él vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19).

1. La Resurrección de Cristo es Nuestra Victoria Sobre los pecados (Hechos 10:43)
Todo el que crea en Cristo recibirá el perdón de sus pecados. No hay excepciones, la salvación es para todo aquel que cree (Juan 3:16). Nuestros pecados en el pasado hacían imposible nuestra relación con Dios y en medio de nuestra rebelión cada día estábamos más lejos de Él; pero Dios en su misericordia entregó a su Hijo (Romanos 3:23), y lo vio sufrir y morir en la cruz, para que con su sangre fuésemos salvos de nuestros pecados (1 Juan 1:7). Así que, todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre (Hechos 10:43).

2. La Resurrección de Cristo es Nuestra Victoria Porque Nos Trajo Paz (Hechos 10:36)
La buena noticia de Dios a través del Evangelio de Jesucristo es que tenemos paz con Dios habiendo sido justificados por la fe (Romanos 5:1). No sólo nos limpió del pecado, sino que también por su resurrección nos trajo la verdadera paz con Dios. Algo cambia en nosotros cuando creemos en Cristo porque en nosotros se suscita una paz interior que es inexplicable. Es esa paz que el mundo y toda su gloria no puede dar y que a los que creen les produce seguridad — una paz que no se alcanza con poder, con dinero, con cosas materiales ni con nada de lo que podamos lograr en esta vida. Es una paz que solo pueden entender y poseer los que han conocido a Cristo (Juan 14:27).

3. La Resurrección de Cristo es Nuestra Victoria sobre la muerte
A lo largo de su existencia, el hombre ha batallado con desesperación para vencer la muerte. Uno de los objetivos de la medicina es buscar un elixir para lograr que el hombre viva por siempre; pero sólo ha logrado aliviar dolores y menguar los padecimientos humanos. Como un sueño que parece inalcanzable, el hombre ha tratado de dominar la muerte; pero en su intento siempre ha sido derrotado. Lo que mata al hombre es el remedio que usa, no la enfermedad. Por caminos equivocados se busca la salvación; pero no la hallan. Sólo hay una medicina posible si quieres vivir para siempre y ésta es Jesucristo que con su resurrección sorbió la muerte en victoria (1 Corintios 15:54). Todos los poderes terrenales y espirituales ya han sido derrotados porque el Señor se levantó de los muertos. Si crees en Él serás salvo (Romanos 10:8–9).


Oye y Entiende

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre;  mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.  ~Mateo 15:10–11

El mundo en que vivimos está lleno de maldad. La violencia, los asesinatos, los robos, la mentira y toda clase de pecados están a la orden del día. De manera que el hombre necesita entender la raíz de estos males sociales. Los fariseos, como toda religión falsa, enseñaban las doctrinas, las opiniones de los hombres en vez de la verdad de Dios. Confiaban en sus costumbres y en sus ceremonias para tener una posición elevada delante de Dios. Por lo tanto, no entendían cuál era realmente el problema del ser humano.

Cuando Jesús dijo a la multitud que lo que entra por la boca no contamina, sino lo que sale de ella no se estaba refiriendo a la comida o a la bebida, sino al corazón del hombre. Nos cuesta creer y entender que hay maldad en nuestros corazones. Los seres humanos somos pecadores y en nuestras imperfecciones cometemos errores, que en algunos casos, tienen consecuencias terribles. No podemos confiar en nuestros sentimientos y pensamientos sin la guía de Dios porque la Palabra de Dios dice que “el corazón es engañoso más que todas la cosas” (Jeremías 17:9). ¿Hay una cosa más perversa que el corazón del hombre? La maldad que estamos viviendo hoy sale del corazón del hombre (Santiago 4:1).

Las palabras del Señor fueron bien claras al enseñarnos una verdad que los seres humanos eludimos porque se trata de nosotros, de nuestros pecados. La fuente de la contaminación, no está fuera del hombre, sino dentro de este (Mateo 15:19). Los fariseos querían que las personas se lavaran las manos antes de comer y esto era algo bueno (Mateo 15:20); pero se olvidaron de lavar sus mentes y sus corazones, porque lavarse las manos te libraría de una enfermedad pasajera; pero lavarte el corazón con la sangre de Cristo te libra para la eternidad (Apocalipsis 7:14–17; 1 Juan 1:7).

No podemos morir con un corazón así, sería irremediable porque no hay lugar en el cielo para tal contaminación (Apocalipsis 21:27). Lo que el hombre necesita vehementemente es un corazón nuevo, un trasplante espiritual que solo Dios puede hacer a través de su Espíritu Santo. Así se declara el libro de Ezequiel: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:25–27).

Friday, April 11, 2014

Más Que Palabras

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

“Este pueblo de labios me honra;  mas su corazón está lejos de mí.”    Mateo 15:8

Alabar a Dios es una cosa; pero estar cerca de Él es otra. Ni las oraciones elocuentes ni las palabras hermosas nos acercan a Dios. Esas cosas para Dios no cuentan si no hay un corazón entregado en obediencia, respeto y dignidad. Los sacrificios que podamos hacer, nuestra fiel religiosidad o nuestra ritualidad, a Dios no le interesan si tu corazón está lejos de Él (Salmo 51:16–17). No importa cuán inteligente, rico o distinguido eres, para Dios todos estamos al mismo nivel. Los fariseos reclamaron al Señor acerca de sus tradiciones, pero el Señor les respondió enseñándoles que ellos también las rompían (Mateo 15:3-6). Todos somos pecadores y tenemos fallas, pero aquellos que viven para encontrar los defectos de otros se olvidan de los suyos (Lucas 6:41, 42).

Cuando estamos lejos de Dios no entendemos el espíritu de los mandamientos de Dios y erramos a la hora de enseñarlos o aplicarlos. Muchas veces queremos que sean aplicados en los demás cuando realmente somos nosotros los que tenemos que corregir nuestras vidas. Dios no mira primero lo que decimos porque Él está más interesado en nuestro corazón (1 Samuel 16:7). Quien busca a Dios de corazón es aquel que busca la verdad y anhela conocer más de Él; pero aquellos que buscan reconocimiento, fama, beneficios personales, prestigio, conocimiento, nivel social y distinciones humanas lo hacen para sentirse superiores y demostrar que los demás no llegan a su nivel. Estos son los que andan buscando los errores de los demás y no se ocupan de sus fallas.

Para honrar a Dios es necesario entender que ante Él todos somos iguales. Los seres humanos se ocupan toda su vida en las apariencias, pero no hay un maquillaje espiritual que los haga lucir bien delante de Dios excepto la sangre de Cristo que limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). Dios quiere mucho más que palabras; Dios quiere tu corazón; así que, no olvides que amar a Dios sobre todas las cosas es un mandamiento (Mateo 22:36, 37). Solo podemos tener una verdadera relación con Dios si le amamos, y es a través del amor  que Dios vacía toda su gracia en nosotros; El desea que este amor sea sincero y voluntario.

Algo que Dios no soporta es el pecado y la hipocresía es pecado (Mateo 15:7). Podemos fingir que amamos a Dios; pero Él conoce nuestro corazón y sus intenciones. Hay cosas que atesoramos en nuestra vida que estorban la voluntad y sus planes para nosotros; pero las mantenemos como alguien que compra cosas nuevas y mantiene las viejas porque no quiere deshacerse de ellas sabiendo que son inservibles para su vida. Las cosas del pasado o del presente que estorban a Dios tenemos que sacarlas de nosotros para que nuestro amor sea sin fingimiento delante de Él. ¡Cómo duelen esas palabras de Dios al pueblo dichas a través del profeta Isaías! (Isaías 29:13–16) y repetidas por Jesús a los escribas y fariseos (Mateo 15:8). Pero ellos se ofendieron y no reconocieron que lo que Jesús decía era Palabra de Dios (Mateo 15:12). ¡Ojalá esta no sea nuestra actitud ante las enseñanzas del Maestro!

Es hora de escudriñar nuestros caminos y de examinar nuestro corazón para ver cuán cerca estamos de Dios ya que la corriente de este mundo que no descansa para el mal pudiera arrastrarnos con frecuencia fuera de la voluntad del Señor. Tenemos que usar nuestra brújula, La Palabra de Dios, para no salirnos del camino trazado por el Señor (Hebreos 4:12). ¡Que nuestros labios honren lo que ya de antemano ha honrado nuestro corazón: nuestro Dios!