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Tuesday, April 29, 2014

Oye y Entiende

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre;  mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.  ~Mateo 15:10–11

El mundo en que vivimos está lleno de maldad. La violencia, los asesinatos, los robos, la mentira y toda clase de pecados están a la orden del día. De manera que el hombre necesita entender la raíz de estos males sociales. Los fariseos, como toda religión falsa, enseñaban las doctrinas, las opiniones de los hombres en vez de la verdad de Dios. Confiaban en sus costumbres y en sus ceremonias para tener una posición elevada delante de Dios. Por lo tanto, no entendían cuál era realmente el problema del ser humano.

Cuando Jesús dijo a la multitud que lo que entra por la boca no contamina, sino lo que sale de ella no se estaba refiriendo a la comida o a la bebida, sino al corazón del hombre. Nos cuesta creer y entender que hay maldad en nuestros corazones. Los seres humanos somos pecadores y en nuestras imperfecciones cometemos errores, que en algunos casos, tienen consecuencias terribles. No podemos confiar en nuestros sentimientos y pensamientos sin la guía de Dios porque la Palabra de Dios dice que “el corazón es engañoso más que todas la cosas” (Jeremías 17:9). ¿Hay una cosa más perversa que el corazón del hombre? La maldad que estamos viviendo hoy sale del corazón del hombre (Santiago 4:1).

Las palabras del Señor fueron bien claras al enseñarnos una verdad que los seres humanos eludimos porque se trata de nosotros, de nuestros pecados. La fuente de la contaminación, no está fuera del hombre, sino dentro de este (Mateo 15:19). Los fariseos querían que las personas se lavaran las manos antes de comer y esto era algo bueno (Mateo 15:20); pero se olvidaron de lavar sus mentes y sus corazones, porque lavarse las manos te libraría de una enfermedad pasajera; pero lavarte el corazón con la sangre de Cristo te libra para la eternidad (Apocalipsis 7:14–17; 1 Juan 1:7).

No podemos morir con un corazón así, sería irremediable porque no hay lugar en el cielo para tal contaminación (Apocalipsis 21:27). Lo que el hombre necesita vehementemente es un corazón nuevo, un trasplante espiritual que solo Dios puede hacer a través de su Espíritu Santo. Así se declara el libro de Ezequiel: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:25–27).

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