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Saturday, January 31, 2015
Thursday, January 22, 2015
Jesús Demanda Frutos de Nosotros
Por: Pastor
Carlos A. Goyanes
Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no
halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti
fruto. Y luego se secó la higuera. Mateo 21:19
Jesús había llegado a Jerusalén el día anterior y habiendo entrado en el
templo echó a los que vendían, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de
los que vendían palomas (Mateo 21:12). Purificó el templo de la codicia y las
acciones banales que no correspondían a ese lugar. Después de haber declarado
que su casa es casa de oración y haber sanado a ciegos y cojos, se fue de allí
a Betania.
Al día siguiente regresando a Jerusalén tuvo hambre y viendo una higuera en
el camino vino a ella, descubriendo solo hojas, y le dijo que jamás daría
frutos. La higuera se secó y esto maravilló a los discípulos porque nunca antes
habían visto algo igual. Es interesante que el relato incluya a una higuera,
una planta que se menciona en la Palabra de Dios más de cuarenta veces y que es
un símbolo muy antiguo. Nada de lo que ocurrió en la vida del Señor aquí en la
tierra fue casualidad. Aquella higuera representaba al pueblo de Israel — un
pueblo carente de los frutos que Dios esperaba, un pueblo al cual se le había
confiado una salvación tan grande y estaban desperdiciando la oportunidad que
se le había dado.
Ahora esta planta se convierte en
un símbolo de hipocresía y falsedad al tratar de cubrir su desnudez espiritual,
como Adán y Eva, con hojas de higuera (Génesis 3:7). La esterilidad de su fe no
producía frutos y sería secada toda la planta hasta su raíz. En el corazón del
hombre nace, por obra y gracia del Espíritu Santo, la fe que es un don de Dios.
Pero los líderes del pueblo de Israel no obedecieron las verdades divinas como
las doctrinas que Dios les había revelado, ni fueron leales a Dios en sus
creencias. Su forma de vivir no demostraba la fe que ellos promulgaban tan
celosamente. No había frutos en ese árbol tan frondoso porque estaba carente de
vida. La higuera se ocultaba detrás de sus hojas porque no tenía frutos. Muchos
creyentes se ocultan detrás de sus dones, sus habilidades, sus conocimientos
bíblicos y su vida aparentemente cristiana porque no tienen frutos dignos de
arrepentimiento.
En el Antiguo Testamento, Dios se
había referido a su pueblo Israel bajo la analogía de una higuera. "Como uvas en el desierto hallé a Israel; como
la fruta temprana de la higuera en su principio vi a vuestros padres..." (Oseas 9:10). Apariencia de fe (hojas); pero sin
frutos. El pueblo de Israel había sido escogido para ser el recipiente de la
verdad de Dios y transmitirla a un mundo sumido en la idolatría y el paganismo;
en cambio, ellos olvidaron su misión y se entregaron al orgullo y a un
formalismo ritual. Sus hojas eran abundantes, parecían muy espirituales; pero
los frutos de la fe y el amor habían sido desterrados de sus vidas. Por tanto
el Señor ordenó: "Y
si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después." (Lucas 13:6-9). Dios demanda de nosotros frutos y
nos ha dado por un tiempo el privilegio de ser los portadores del mensaje del
evangelio. El Señor dijo: “Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él. Este lleva fruto;
pero separados de mi nada podéis hacer”. (Juan 15:5).
Tuesday, January 13, 2015
Casa de Oración Será Llamada
Por: Pastor
Carlos A. Goyanes
Mi casa, casa de
oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. ~Mateo 21:13
Una de las metas más sobresalientes de
la iglesia es glorificar a Dios aquí en la tierra. Es un gran privilegio para
el cristiano dar honra al Señor; pero es necesario que apartemos de nuestra
mente las cosas superficiales, vacías, y sin importancia para poder enfocarnos
hacia las que son de valor eterno. La iglesia de Jesucristo en su lugar de
adoración (el templo) debe prestar atención a las demandas de Dios y a la
reverencia (Levítico 26:2). La Palabra de Dios es clara al respecto (Hebreos
12:28). Nuestro Señor Jesús acusó a los religiosos de su tiempo en haber
convertido el templo en una cueva de ladrones (Mateo 21:13) ya que allí vendían
y compraban, cambiaban dinero (Mateo 21:12), y de esta manera robaban a los
necesitados.
El Señor echó fuera a los que vendían y
compraban, y volcó las mesas de los cambistas de dinero y las sillas de los que
vendían palomas. Los que vendían cobraban de más y los que cambiaban dinero
también cometían fraudes. La casa de Dios debe ser conocida por casa de oración
y no por un mercado en el cual vengo a satisfacer mis necesidades materiales.
Lejos de eso, nuestra satisfacción en la casa de Dios debe ser de índole espiritual.
Todo lo que hagamos en el templo que no sea la voluntad de Dios es
irreverencia. Así que, “cuando fueres a
la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el
sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. No te des prisa con tu
boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios
está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”
(Eclesiastés 5:1–2).
Hay tres cosas que debemos guardar
cuando vengamos a la casa de Dios:
1. “Guarda tu pie…” — No llegues tarde y no
tengas tanta prisa por irte. Recuerda que solo le das a Dios un poquito de
tiempo en la semana. Tómate tu tiempo para Dios. No pongas pretextos para salir
del templo a la hora del culto. La Palabra de Dios dice guarda tu pie.
2.
“Acércate más para oír…” —
Significa que debemos estar atentos al mensaje de la Palabra de Dios, al
consejo santo que Dios nos da para la semana. Es claro el pasaje que dice …acércate para oír… y no para hablar.
Nuestra prioridad en el templo debe ser escuchar a Dios; pero también a los
necesitados, a los que vienen con cargas y dolores para que sean ministrados.
3. “No
te des prisa con tu boca.” Sé serio en lo que te comprometes delante de
Dios porque Dios no pasa por alto lo que le has prometido. Guarda silencio en
el templo (Habacuc 2:20); tampoco uses tus labios para mentir o chismear acerca
de los hermanos. La exageración también es una mentira. No le pongas ni le
quites nada a la realidad. Recuerda que la casa de Dios tiene que ser llamada “casa de oración.”
Thursday, January 8, 2015
Coronadores de Reyes
Por: Pastor Carlos Goyanes
Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Mateo 2:1–2
Los magos eran una tribu sacerdotal por herencia, eran oficiales de alto rango sacerdotal, algo así como los levitas en el pueblo judío. La fama de los magos estaba dada por su sabiduría, la práctica del ocultismo y su conocimiento acerca de los astros. Eran los consejeros de las cortes de Babilonia, Persia y Media y ningún rey ocupaba el trono sin ser instruidos por éstos acerca de la religión y la ley. Ellos aprobaban, reconocían, y coronaban los reyes. Tal era su poder que todos contaban con ellos para los augurios del futuro de la nación y de sus vidas particulares.
También los magos vinieron a Jesús y le reconocieron como Rey. Este era el sello gentil del reconocimiento del Salvador. Si lo reconocían los magos, entonces debía ser aceptado por los paganos. Es interesante que los magos, siendo personas tan distinguidas, viajaran para reconocer a un Rey que nacía en un lugar tan humilde y no en un palacio como los demás reyes. ¿Cómo supieron los magos? En el año 586 A.C. los judíos fueron llevados a Babilonia y enseñaron el advenimiento de un Gran Rey que vendría como Señor de todo y traería esperanza a una nación; el Mesías esperado que habría de nacer. Esta profecía quedó profundamente arraigada en la cultura de estos pueblos mesopotámicos.
El profeta Daniel, un judío que por su sabiduría y revelaciones de Dios fue elevado a un lugar de distinción y constituido jefe de todos los magos, astrólogos, caldeos y adivinos (Daniel 2:48; 5:11), los instruyó acerca de la venida del Rey (Daniel 2:44). Además; después del exilio muchos judíos preponderantes no regresaron, sino que se quedaron y enseñaron las Escrituras a los persas, medos, y babilonios. De manera que, lograron que muchos en estos pueblos temieran a Dios y le buscaran. Por eso Dios les dio una señal, la señal de la estrella, a aquellos magos que buscaron tanto a Dios que le encontraron.
El primer fruto del evangelio a los gentiles fue la conversión de los magos que vinieron de tierras lejanas para poner delante del Rey toda su vida y posesiones. Pero aún más importante, venían a adorarle porque ya habían entregado su corazón a Él. Ellos, con su presencia y reconocimiento, coronaron al Rey que heredaba un reino devastado por el pecado; pero que pondría en orden todas las cosas a través de la ley del amor y la misericordia de Dios. Para ellos fue el suceso más grandioso jamás visto. Una estrella los guio hasta donde estaba el niño y allí, quedos, se postraron y le adoraron.