Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha
venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a
nuestros ojos? ~Mateo 21:42
A lo largo de la historia Dios había tratado con
Israel de una manera maravillosa. Llamó a Abraham para formar un pueblo
apartado para Él y en Egipto donde los hijos de Jacob y sus descendientes
fueron oprimidos, Dios los sacó con mano poderosa a la libertad haciéndolos
atravesar el Mar Rojo en seco ahogando en él la prepotencia y el orgullo de los
egipcios. Los condujo por el desierto cuarenta años y después los introdujo en
la tierra que le había prometido a Abraham. Pero ellos eligieron por siglos
revelarse contra Dios imitando a las naciones vecinas o a las naciones a las
que fueron deportados por causa de su rebelión. Adoraron sus dioses y se
inclinaron ante ellos con rituales pecaminosos y obscenos. Adoraron a dioses
como Moloc sacrificando víctimas humanas y a otros dioses en flagrante desacato
a Dios. Mataron a los profetas e insultados a sus enviados desechando la
oportunidad de salvación y la misericordia de Dios.
Jesús profirió esta parábola de los labradores para
ilustrar todas estas cosas que la nación de Israel había hecho (Mateo 21:33–39).
La viña de Dios es el mundo, los labradores son el pueblo de Israel al cual le
envió profetas tras profetas que fueron tratados indignamente porque estos
mensajeros de Dios los reprendían por sus pecados. Tal fue su rechazo al
mensaje de Dios que se burlaron de los profetas, los persiguieron y mataron a
filo de espada y de otras maneras horrendas. Pero Dios siguió enviando
mensajeros que de diferentes formas les hablaron (Hebreos 1:1) y ellos los
rechazaron. Dios en su infinito amor les dio una nueva oportunidad enviando a
su propio Hijo; pero a Él también lo escarnecieron y mataron. De esto consiste
la parábola de los labradores malvados.
El Hijo de Dios es la piedra que los edificadores
desecharon; pero sin ella no podría sellarse la cabeza del ángulo. Esta era la
piedra que se ponía en la parte final del arco romano y sin ella no podía
cerrarse el arco para que sostuviera el edificio. Jesús, la piedra desechada en
la edificación espiritual del hombre es la única que encaja a la perfección en
el propósito eterno que Dios tiene para el hombre. No hay otra filosofía,
religión, dios o cosa que pueda conducir al hombre a la eternidad (Hechos 4:11–12).
Ahora se nos demanda a nosotros, la iglesia del Señor, a cuidar de su viña.
Hemos recibido bendiciones por medio de Cristo y es nuestro deber compartir el
evangelio para que cuando el Señor de la viña venga a recoger sus frutos haya
abundancia de ellos. Dios nos demandará por todo lo que ha puesto en nuestra
manos (Lucas 12:48).
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