Saturday, March 4, 2017

Amar al Prójimo es También Amar a Dios

Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25:40 

Nuestras buenas obras son el resultado de nuestra fe. Ellas no salvan; pero podemos ser medidos por ellas. Consecuentemente con esto el Hijo del Hombre, o sea, el Hijo de Dios que en semejanza de hombre vendrá a juzgar a las naciones, apartará los buenos de los malos según las obras que hayan hecho, ya sean buenas o malas. Todo hombre en la tierra tiene en sus manos el poder de hacer el bien o entregarse al mal como medio de vida; pero las obras malas no pertenecen a Dios y aquellos que obran mal están en rebelión contra Él. Dios nos hizo para que anduviésemos en obras buenas (Efesios 2:10).
Al regresar Jesucristo a la tierra lo hará en semejanza de hombre recordando a todos que tuvo que tomar nuestra forma y padecer como nosotros debíamos haber padecido para salvarnos; pero esta semejanza de hombre también nos dará la medida de cómo seremos después de haber sido rescatados de esta vida de pecado. Ahora Jesús no vendrá como Cordero, sino como Rey glorioso (Mateo 25:31). Un séquito de ángeles acompañará su venida y nadie lo podrá impedir. Delante de Él serán reunidas todas las gentes y el apartará a los suyos de entre los que no le pertenecen (Mateo 25:32). Esta segunda venida es diferente a la primera porque cuando Jesús vino por primera vez vino como siervo (Filipenses 2:5–11) aunque Las Escrituras lo describen como lleno de gracia y verdad (Juan 1:14). Ahora en su segunda venida usará de su autoridad para reunir a todas las naciones delante de Él.
La iglesia recibirá su recompensa por cuanto ha obedecido a la Palabra de Dios. Ha amado lo que Dios ama, que es la humanidad, y ha luchado en la medida de sus fuerzas material y espiritualmente hablando para quitar el sufrimiento de la humanidad. La iglesia no solo tiene una misión espiritual, sino también una social; aunque esta no debe rebasar a la primera. Nuestro Rey impartirá la bendición del Padre a aquellos que mostraron la misericordia de Dios a través de sus vidas, aquellos que aman a Dios aman también lo que Dios ama (la humanidad). No predicamos un evangelio netamente social; pero la iglesia debe ayudar a mitigar las necesidades de los que está alcanzando siempre que le sea posible para dar ejemplo de amor al prójimo. Jesús menciona seis necesidades básicas que en un momento dado de la vida se pueden convertir en una verdadera emergencia: el hambre, la sed, la hospitalidad, la ropa, el cuidado y nuestra visitación. En la literatura y enseñanza judía existe la expresión en hebreo—gemilut hasadim—y su significado es “obras de amor bondadoso.” Y estas son listadas en el Antiguo Testamento (Deuteronomio 15:7-11; Isaías 58:7-10; Salmo 37:21; 41:1).

Cuando una de estas seis necesidades aparece entorno nuestro es nuestro deber como creyentes responder con un acto de misericordia acorde a nuestras posibilidades y un poco más sabiendo que alguien está en apuro. No hay límites para la misericordia en un mundo tan necesitado. Desde el punto de vista espiritual es mucho más grave ya que la necesidad de Dios ha dejado con hambre y sin abrigo a muchos que buscando no encuentran porque la iglesia que es el caudal a través del cual corre el río de la Palabra de Dios cierra su cuenca y mantiene a muchos en un desierto espiritual. El hijo del Hombre no reclamará solo las obras sociales que pudimos hacer; sino también la obra de cada creyente de implantar la fe del Señor en los corazones de aquellos que padecen de hambre y sed espiritual. Si tienen hambre dales de comer, si tienen sed dales de beber…porque esta es la misión de la iglesia y haciendo esto a Dios lo hacemos. No podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestro prójimo (1 Juan 4:8; 20).

Ayes Sobre la Superficialidad

Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
Mateo 23:13
El Señor pronunció—casi al final de su ministerio y en la última semana de su vida allí en Jerusalén—ocho ayes a los líderes religiosos judíos en un último esfuerzo por denunciar la hipocresía y la maldad de ellos. Estos ayes de advertencia y condenación no eran ajenos al pueblo de Israel ya que algunos profetas del Antiguo Testamento profirieron ayes también (Isaías 5:8-23; Habacuc 2:6-19).

1.      Ay de los que Cierran el Reino de los Cielos
Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando (Mateo23:13).
Para los líderes religiosos, eran más importantes las tradiciones humanas y sus reglas religiosas humanas que la Palabra de Dios. Sus enseñanzas opuestas a la voluntad de Dios demuestran que sus discípulos jamás encontrarían por ese camino la entrada al reino de los cielos. Sus razonamientos egoístas y su deseo de poder vetaban sobremanera las enseñanzas que Dios quería que su pueblo obtuviera. Por eso no recibieron al Mesías; no le podían reconocer como tal porque sus obras eran malas y no estaban dispuestos renunciar a ellas. Así cerraban el reino de los cielos a sus seguidores. Eran piedra de tropiezo para aquellos que con corazón sincero deseaban acercarse a Dios. Así hay muchos hoy que, envanecidos en sus pensamientos y falsas enseñanzas, amontonan con sus falacias a aquellos que con comezón de oír buscan una verdad de Dios porque tienen necesidad espiritual; pero quieren que el mensaje satisfaga sus deseos personales (2 Timoteo 4:3). Como mensajeros de Jehová de los ejércitos los labios de los sacerdotes debían guardar el conocimiento de Dios (Malaquías 2:7); pero ellos lo profanaron de manera que no entraban ellos ni dejaban entrar a otros.

2.      Ay de los que Usan lo Espiritual Para Despojar de lo Material
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación (Mateo 23:14).
Por la necesidad espiritual de las personas muchos líderes religiosos roban usando como pretexto su espiritualidad. Esto no es nada nuevo porque los escribas y fariseos saqueaban las casas de las personas más necesitadas de su tiempo, las viudas, que desamparadas buscaban alivio espiritual en ellos. De esta manera obtenían grandes donaciones que hundían a las personan aún más en su pobreza. Conocí a un creyente que fue con una necesidad espiritual a una de estas iglesias y lo convencieron para que donara su carro. Él me dijo: Pastor, entré allí con un problema y salí de allí con dos problemas. Es que no resolvió su necesidad espiritual y ahora tampoco tenía carro para ir a su trabajo. Hay personas que se dejan convencer por las oraciones largas y convincentes, cargadas de elocuencia y palabras dulces, llenas de lógica y bien formadas; pero Dios escucha la oración del corazón, aquella que levanta el alma y estremece las puertas de los cielos.

3.Ay de los que Tienen Celo de lo que Creen; pero están lejos de Dios
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros (Mateo 23:15).
Es común ver en nuestros días grupos religiosos que tienen un celo ardiente por ganar adeptos para la fe que ellos profesan; pero ¿probará esto que ellos están bien con Dios? Un engaño más de satanás es hacer ver que la religiosidad sin una sana doctrina es suficiente para alcanzar el cielo y esto es falso (1 Timoteo 1:16). ¿Todo el mundo es bueno y todos van al cielo? ¿Están descansando? Por supuesto que no; sin embargo, esa es la imagen que dan algunos ministros de aquellos que han partido, estos son los mensajes que escuchamos en las exequias. No descansan aquellos que no han creído y entregado sus vidas a Jesús. Estos prosélitos que los judíos conquistaban con gran esfuerzo no tenían un final duradero (eternidad con Dios) porque no los convertían a Dios, sino a tradiciones humanas.

4. Ay de los que Usan el Nombre de Dios en Vano
¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? (Mateo 23:16, 17).
No juraban por el nombre de Dios por obediencia (Éxodo 20:7); pero prepararon un sofisticado sistema de juramentos. Así que daban valor en sus juramentos al oro del tempo más que al templo en sí mismo. Sin embargo, el templo, que era la casa de Dios, era más importante que el oro. Daban valor a cosas que tenía poco valor y quitaban valor a cosas que tenían más valor. Para Dios la justicia, la misericordia y la fe son más importantes que todo lo que podamos dar o hacer para El (Miqueas 6:8).

5.      Cuidando las Cosas Menores y Descuidando lo más Importante
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. Mateo 23:23  
Los escribas y fariseos eran muy rigurosos en cuanto al cumplimiento de la ley en las cosas menores. Se jactaban de ser fieles seguidores de Las Escrituras y hacían de las cosas menores toda una doctrina sobre la cual giraba una fe que estaba cargada de tradiciones humanas; pero olvidaban lo primero y más importante de la ley: el amor (Deuteronomio 6:5). La ley no cambia al hombre, lo condena. Es la ley la que, como institutriz divina, nos muestra nuestros pecados y debilidades en contraste con el amor de Dios que cambia al corazón y vivifica nuestras almas cansadas de nuestros trabajos y cargas. Si los escribas y fariseos hubiesen notado el punto más importante de le ley, hubieran entonces llegado a los pies de Cristo. Pero estaban más interesados en mostrarse piadosos y reverentes en cumplir una parte de la ley y no toda ella. La parte más fácil, créalo o no, era ésta. Lo difícil es amar como Dios ama porque esto nos hace siervos y ser siervo no está en la mente del que cree ser más importante que los demás. Así que ellos se entretenían en mostrar cómo ellos diezmaban aun las cosas más pequeñas como el comino y el eneldo. Perdieron el camino porque vivían bajo la ley y no bajo el propósito con el cual Dios entregó la ley. Esto hizo que la justicia, la misericordia y la fe fueran puestas a un lado, degradadas a algo de menos importancia (Miqueas 6:8).
6. Limpios por fuera y sucios por dentro
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio (Mateo 23:25–26).
El énfasis de las cosas externas nos vuelve olvidadizos de las cosas internas, las del alma. Hay tanta gente que dice ser creyente tan interesada en limpiar lo de afuera sin ocuparse de su interior. Ropas lujosas, joyas preciosas y apariencia superior (algunos recurren a las cirugías plásticas para ello); pero su interior está viejo, podrido, desgastado, deprimido, sucio y vacío. Esta era la triste condición de Laodicea, una de las siete iglesias del Apocalipsis a la cual el Señor amonestó (Apocalipsis 3:17). Cumplir con ceremonias externas en la iglesia, tener la mejor tecnología, adoptar un lenguaje piadoso y no tratar el pecado que llevamos dentro es la condición de muchos creyentes en el día de hoy (2 Timoteo 3:1–5). A algunos ni siquiera les gusta que se hable de pecado; pero es la única manera de acercarlos a Dios (Romanos 10:14, 17). Solo Dios puede limpiar el corazón y hacer una nueva creación en nuestras vidas (Salmo 51:10; 2 Corintios 5:17). Hay que limpiar el vaso por dentro también si queremos que Dios se agrade de nosotros (Mateo 23:26; 2 Timoteo 2:21).
7. Relucientes por Fuera y Muertos por Dentro
Muchos creyentes de hoy son un mausoleo (una tumba de mármol) porque su exterior es bello y reluciente; pero su interior está muerto. Son como el valle de los huesos secos en Ezequiel al cual solo el Espíritu de Dios puede dar vida (Ezequiel 37:1–14, Efesios 2:1, 4, 5; Colosenses 2:13). Parecen tener piedad, pero con su vida niegan la eficacia de Dios. El Espíritu de Dios no puede obrar a través de “cristianos” muertos, sino de vivos porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Lucas 20:38). Si no acudimos a Cristo y pedimos perdón por nuestros pecados, nuestros pecados no serán perdonados. No importa si eres miembro de una iglesia, esto no tendrá valor alguno. Muchos dicen ser creyentes pero toman alcohol, asisten a fiestas mundanas, hablan indecencias y coquetean con el pecado. Hay muchos sepulcros blanqueados caminando entre nosotros hoy. El creyente primero está para agradar a su Dios obedeciéndole, y luego está para hacer la diferencia en el mundo de hoy.
8. Justificando Nuestro Pecado con el Pecado de Otro
Fueron ellos los que mataron a los profetas, no nosotros (Mateo 23:30). Así querían los escribas y fariseos culpar a sus antepasados de la muerte de los siervos de Dios. Edificaban preciosos sepulcros a los profetas y rendían honores con adornos a los grandes hombres de Dios del pasado. Ellos pensaron que su culpa era eximida al hacer estas obras muertas; pero ahora tenían delante de ellos al más grande de los justos y deseaban su muerte. De esta manera ellos eran tan culpables como el primero de los asesinos, Caín, que mató a su hermano y su sangre derramada reclama aun la mezquindad de aquellos que buscaban ocasión para asesinar a Jesucristo (Mateo 23:29–32). Aquella generación fue juzgada porque ninguna de estas muertes y la predicación de aquellos profetas los impresionó para cambiar sus vidas. También esta generación en su tiempo será juzgada si no se arrepiente de sus pecados. ¡Dios quiere que todos se salven! (2 Pedro 3:9).


Monday, January 23, 2017

Consejos de una Madre

Hijo mío, fruto de mis entrañas, respuesta de Dios a mis ruegos, ¿qué más te puedo decir?
~Proverbios 31:2

El libro de los Proverbios comienza con los consejos de un padre y termina con los consejos de una madre. Entre los más grandes consejos de la Palabra de Dios se encuentran los consejos de una madre. Un rey inspiró su vida sobre ellos y los tomó para sí como un tesoro de mucho valor—este fue el rey Lemuel. Su madre primero apeló a su derecho maternal para darle estos consejos valiosos (Proverbios 31:1–2) y luego le dio tres consejos que guiaron toda su vida. Este rey Lemuel, según se menciona en el libro de los Proverbios, era de Masá, de los hijos de Ismael; aunque la tradición judía lo reclama diciendo que este era un apodo del rey Salomón. Si era de los hijos de Ismael, esto demuestra que algunos de los descendientes de Abraham por la línea de Ismael observaron la fe bíblica.

No es casualidad que estos tres consejos aparezcan en la Palabra de Dios, porque para Dios no hay casualidades. Son tres consejos que aún se mantienen vigentes para nuestros hijos y para nosotros hoy:

Primer Consejo: No Te Corrompas Sexualmente (Proverbios 31:3)
La inmoralidad sexual es el pan de cada día en el mundo y está alcanzando de una manera sorprendente a la juventud de hoy a pasos agigantados. Es tan actual como en los días del rey Lemuel. El pecado de la inmoralidad sexual ha derribado a reyes de su trono, ha depuesto a presidentes y a corporaciones, ha separado familias, destruido la vida de esposos, esposas y pastores. Este pecado ha hecho caer a todo tipo de personas que se han envuelto en él. Toda la fuerza, vigor y autoridad se pierden tras la inmoralidad que veta la razón con su engaño solapado, pero de terribles consecuencias. Si este hombre era Salomón (según la tradición judía),  cabe notar que lo que desvió su corazón no fueron sus riquezas, sino las mujeres. Olvidó los consejos de su madre. Si esto le sucedió a poderosos y a reyes, puede sucederte a ti.

Segundo Consejo: Cuídate de las Bebidas Alcohólicas (Proverbios 31:4-7)
En la Biblia aparece la historia de los dos hijos de Aarón que por ofrecer fuego extraño a Dios fueron muertos (Levítico 10:1–2). Pero su descontrol estaba dado por el licor ya que se dieron a la bebida alcohólica, de manera que su entendimiento se corrompió y se anularon sus pensamientos e hicieron lo malo ante los ojos de Dios. Siendo sacerdotes del pueblo de Israel entraron borrachos a ofrecer incienso a Dios. Esto les costó la vida. Después de este incidente, Dios le reclama a Moisés que todo el que entre en su santuario no puede beber licores (Levíticos 10:8–10). Es triste ver cómo los hijos ignoran el consejo de sus madres y se entregan a la vergüenza del alcoholismo que los desarma moral y espiritualmente. Hay creyentes sumidos en el liberalismo del alcohol y las mujeres; pero la Palabra de Dios, y a través del consejo de una madre, dice que no es propio de reyes hacer esto. Somos los hijos del Rey y no debemos caer en este mal testimonio.

Tercer Consejo: Se Justo (Proverbios 31:8–9)
La justicia está tan corrompida que ya no sabemos distinguir entre lo que es justo y lo que no lo es. Es necesario que miremos al más grande Modelo de justicia y escuchemos Sus palabras. Este modelo es Dios quien es el hacedor y creador de toda justicia, no la humana, sino una que trasciende todo entendimiento para rescatar lo bueno que queda en la humanidad, que de no ser por Dios, sería totalmente destruida. Esta justicia que comienza en Dios debe ser impartida a toda la familia, iglesia y nación. Leyendo el Oráculo Divino podemos comprender que la justicia de Dios es para nuestro bien.


Agradecemos a la madre de Lemuel por estos consejos que Dios inspiró en su corazón. ¡Qué hermoso es saber que Dios no hace acepción de persona! Tanto hombres como mujeres son usados de igual manera por Dios para dar un mensaje de moralidad y justicia a un mundo que se pierde por no escuchar sus consejos. ¡Gracias Dios por los consejos de nuestras madres cristianas!

Debajo De Las Alas

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Mateo 23:37–39

En un triste lamento el Señor llora sobre Jerusalén aquella ciudad cuyos habitantes le rechazaron (Lucas 19:41). Fue conmovido a lágrimas, no por lo que sabía que iba a padecer, sino por la condenación que recibirían los habitantes de Jerusalén—porque habían rechazado al Rey triunfante. Dios los había visitado, pero ellos cerraron sus puertas para no recibirlo. Pueblo testarudo que usó de la libertad que el Señor da a todo hombre para rechazar al Mesías y resistirse a Su gracia y voluntad. Lo que esperaban por siglos ahora estaba ante ellos y no lo recibieron. Preferían seguir en sus vidas rutinarias de leyes vacías para sacar provecho material de ellas. ¡Cuántas cosas habían hecho para vivir sus propias vidas lejos de Dios! Mataron a los profetas y apedrearon a los que les fueron enviados; ahora rechazaban al Mesías.

Jerusalén era la capital del pueblo de Dios. Allí estaba el templo que era el lugar oficial de adoración y allí también estaban los lideres religiosos que eran los fariseos, los saduceos, los escribas y los sacerdotes. Jerusalén era el corazón religioso de la nación de Israel, y en aquel lugar, el lugar donde todos se disponían a ir a adorar, estaban rechazando oficialmente al Mesías. El Señor amaba a su pueblo doblemente porque era el pueblo que Dios había escogido para llevar el plan de salvación y porque Él mismo había nacido de esta nación. Su misericordia y amor se ven reflejadas en sus palabras: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! “(Mateo 23:37). Quiso juntarlos bajo sus alas de amor y misericordia; pero ellos prefirieron estar fuera de ellas. El Salmo 91:4 ilustra a las aves que, tratando de dar calor a sus polluelos, los junta bajo sus alas. Y no solo esto, esa es una manera de que los otros animales no les hagan daño. El Señor usó esta ilustración para lamentarse del hecho de que ellos no querían la protección de Dios, sino sus viejas vidas gastadas por la maldad y derruidas por el pecado.

Así como un padre se lamenta de ver a su hijo perderse por no obedecer; Jesús, el Autor de la vida, veía la perdición de aquellos que negaban su protección y cuidado. Jesús no lloraba por cualquier cosa, de hecho, según la Palabra de Dios, lloró muy pocas veces; aunque sí se entristeció muchas. Dios siempre ha tratado de razonar con nosotros porque no quiere que nadie se pierda y como padre amoroso, le resulta muy doloroso usar el juicio y el castigo (Ezequiel 33:11). Dios no se goza en la venganza, en cambio, se goza en la salvación. No hay un mejor lugar para estar protegido que no sea debajo de las alas del Señor. Allí habrá sombra en el fatigante desierto de la vida, calor en la noche fría de la desesperación, refugio en la tempestad que pretende arrasar con lo que nos queda en esta vida y alimento abundante porque estamos al abrigo del Salvador.


Los que le rechazaron un día lo verán entrar triunfante y nadie podrá oponerse a su venida. Ahora viene no como un cordero para el matadero (Isaías 53:7), sino como el León de la tribu de Judá que ha vencido (Apocalipsis 5:5). 

Bajo el Selah de Dios

…la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia.
~1 Samuel 3:1b

La palabra Selah significa pausa para meditar o detenerse en silencio para pensar y aparece en la Biblia 74 veces (71 veces en los Salmos y 3 en Habacuc). Cuando titulamos este mensaje “Bajo el Selah de Dios” no fue por casualidad, no fue por embellecer el lenguaje o por mostrar sabiduría humana; sino porque estoy seguro de que el Selah de Dios tuvo y tiene un propósito. Dios se detuvo a ver lo que había hecho en la creación y la expresión bíblica es: vio Dios que era bueno (Génesis 1:31). Dios ha hecho silencio muchas veces y este silencio ha quedado registrado en Las Escrituras. Guardó silencio cuando Job padecía; guardó silencio en el tiempo de los jueces de Israel (1 Samuel 3:1); guardó silencio cuando Jesús estaba en la cruz (Mateo 27:46). Jesús, que es Dios mismo, guardó silencio ante la mujer cananea (Mateo 15:23), y guardó silencio como Cordero siendo llevado al matadero (Isaías 53:7).

Hay un propósito en el silencio de Dios y aunque nosotros roguemos como el salmista—Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto (Salmo 83:1)—Él callará en necesario silencio para el bien de nuestras almas. Este silencio nos motiva a reflexionar en Dios y en nuestra vida porque esperando la respuesta de Dios le buscamos con más ahínco (Amós 8:11). Dios es tan sabio que sabe cuándo callar y cuándo hablar; en cambio, a nosotros nos falta sabiduría para entender la mente infinita de Dios (Salmo 74:9). Sólo nos resta esperar en El (Salmo 46:10).

La Palabra de Dios enseña que Dios calla de amor (Sofonías 3:17) y también calla por la falta de personas que le busquen (Jueces 17:6; 21:25), calla para probarnos, no porque Él no sepa cómo somos, sino para que nosotros sepamos quiénes realmente somos, porque mientras todo va bien puede que caigamos en la tentación de que somos supercreyentes y perfectos. Sin embargo, el silencio más largo que ha tenido Dios en la historia de la humanidad fue el período de 400 años entre los dos Testamentos, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Algunos dirían que después de los escritos del Nuevo Testamento Dios hizo silencio porque ya son casi 2000 años y no tenemos profecía escrita después de la los apóstoles y escritores neotestamentarios. El canon bíblico se cerró con las profecías del Nuevo Testamento y sus libros; sin embargo, ahora Dios habla más que en ninguna otra época de la historia a través de su iglesia, o sea, millones de creyentes que son cartas vivientes de Dios con su testimonio y predicación. Si Dios ha hecho silencio en estos tiempos es porque nosotros no hablamos.

En esos 400 años de silencio en los que no se levantaron profetas al estilo del Antiguo Testamento sí hubo Palabra de Dios a través del profeta Daniel. El cumplimiento de estas profecías fue para ese período entre los dos Testamentos. Pero Dios guardó silencio para que el mundo meditara en Su Palabra. Los judíos no observaron Las Escrituras mientras el mundo se preparaba para la venida del Mesías. La alfombra roja de Dios fue desenvuelta por un séquito multitudinario de ángeles que mientras la rodaban desde el cielo cantaban esperando tan grandiosa pasarela celestial que mostraría a la humanidad el modelo de hombre perfecto: Jesucristo. Así el cristiano debía posar ante Dios la imagen de este modelo sin pecado, sin tacha ni mancha en este mundo (Efesios 5:27). Un mediador perfecto en busca de criaturas imperfectas (1 Timoteo 2:5).


Así Vendrá…

Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
~Hechos 1:11

I.       ¿Cómo se fue el Señor?
En Hechos 1 se narra la ascensión del Señor al cielo. Regresaba a la gloria que tenía antes (Lucas 24:26). Después de haber resucitado se le apareció a muchas personas durante 40 días (1 Corintios 15:3-8; Hechos 1:3) hablándoles del reino y de que esperaran la promesa del Padre (Hechos 1:5). Después de esto fue alzado al cielo a la gloria del Padre.

II.      ¿Cómo Vendrá el Señor?
Si el Señor viene de la misma manera que fue al cielo entonces vendrá en forma corpórea (Hechos 1:11). Su segunda venida será visible porque vendrá en las nubes y todo ojo lo verá (Apocalipsis 1:7). No será en secreto u oculta su venida. Aunque no sabemos el día ni la hora, su regreso será palpable a toda la humanidad (Mateo 24:27). Todos oirán de Él (Mateo 24:31). El mundo verá y oirá porque los ángeles tocarán las trompetas y habrá algarabía porque el Señor viene triunfante a buscar sus escogidos. Será su segunda venida repentina (Mateo 24:43–44; 1 Tesalonicenses 5:4). La gente entregada a sus pecados y descuidada por sus ambiciones y logros terrenales no estaría apercibida para la segunda venida del Señor y serán sorprendidos porque ignoran que un día el Señor los visitará, así que no estarán preparados para encontrarse con Él. El Señor vendrá con gran gloria (Mateo 24:31). La luz de millones de ángeles iluminará el firmamento y Su gloria, que hace huir la gloria de todo lo creado delante de Él, hará palidecer la luz del sol y el resplandor de la luna (Mateo 25:31–32). 

III.     ¿Cuándo Vendrá El Señor?
Algunos cristianos en estos tiempos han fijado fechas para la venida del Señor; pero el día y la hora de su venida no lo sabremos hasta el momento que Él se manifieste. El mismo Señor Jesús lo dijo (Mateo 24:36). De manera que debemos estar preparados para ese día que será tan repentino como un ladrón que aparece en medio de la noche.

IV.     ¿Para Qué Vendrá El Señor?

El Señor viene a buscar a su pueblo, aquellos que han creído en su nombre. Una y otra vez se repite en Las Escrituras que el Señor viene y ya los tiempos están maduros para su venida. En los tiempos del fin habrá hambres, guerras, aumento de los terremotos, maldad excesiva, angustia, fenómenos solares, lunares y estelares; el evangelio será extendido a toda la tierra, o sea, se habrá predicado en todas partes del mundo; se harán grandes esfuerzos para negar la segunda venida de Cristo (2 Pedro 3:3–4) y se burlarán de la fe de aquellos que esperan en el Señor. Cuando vean estas cosas entenderán que su regreso está cerca (Mateo 24:33) y nuestra redención está próxima a suceder (Mateo 21:28).