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Monday, April 16, 2012

Bienaventurados los que Tienen Hambre y Sed de Justicia

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. ~Mateo 5:6

La justicia es uno de los aspectos de la vida que el hombre por su naturaleza caída descuida. En consecuencia se derivan muchos males a nivel social, personal y espiritual. La justicia abarca todos los aspectos de la vida y sino hay justicia, se carece de base moral para la vida.

Pero, ¿qué es la justicia? Según el diccionario, es "el conjunto de reglas y normas que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de individuos e instituciones". La justicia de los hombres obtiene su modelo en la cultura, en la formalidad y en el pecado. Pero muchas veces lo que es justo para los hombres es injusto para Dios. De manera que, de la justicia a la que nos referimos aquí es a la justicia de Dios (Salmo 11:7).

Por muchos años la iglesia ha callado y no ha hablado de la justicia de Dios. No hemos hablado de la pesa falsa, el falso testimonio y la opresión. Es cierto que nuestra labor como creyentes es predicar el evangelio, pero es también denunciar la injusticia. Los profetas que fueron antes de nosotros denunciaron la injusticia y hablaron de la esperanza que viene de parte de Dios.

Jesús ilustró el deseo de justicia con dos necesidades humanas básicas: el hambre y la sed. Estas pueden ser saciadas pero se vuelve a tener hambre sed. Comparar el hambre y la sed con la necesidad de justicia significa que la lucha contra la injusticia no debe dejarnos satisfechos. Si hemos denunciado la maldad, debemos hacerlo de nuevo. Es como las iglesias que han crecido lo suficiente y se sienten cómodas, ya no tienen la necesidad de seguir evangelizando. No podemos acomodarnos a la injusticia. La lucha no debe detenerse, al menos no aquí en la tierra.

El propósito fundamental de la iglesia es evangelizar al mundo, pero también tiene que denunciar la injusticia. Los seres humanos han establecido su propia justicia que en muchas ocasiones es diametralmente opuesta a la justicia de Dios (Proverbios 11:18). La justicia del mundo es una conformidad con las reglas externas, la del creyente es una justicia interior, del corazón, de la voluntad y de la intensión. Esta es la clase de justicia por la cual deberíamos tener hambre y sed. La justicia bíblica es más que un asunto privado y personal, ella también incluye la justicia social que libera a los seres humanos de la opresión (Proverbios 14:34), promueve los derechos civiles (Salmo 82:3), lucha porque los veredictos en las cortes legales sean justos (Proverbios 12:17; 16:8), que haya dignidad en los negocios, y para que sea honorable el hogar y los asuntos familiares (Eclesiastés 5:8; 33:15-17).

Los cristianos estamos comprometidos a tener hambre y sed de justicia, no solo en nuestro entorno, sino con toda la humanidad (Isaías 32:17). En esta vida nuestra hambre nunca será completamente satisfecha, ni nuestra sed totalmente saciada; de igual manera debe ser nuestra justicia. De lo que sí estamos seguros es que llegará el día en que seremos saciados por la eternidad (2 Timoteo 4:8).

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