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Monday, April 9, 2012

Un Mensaje de Esperanza

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Nuestro Señor Jesucristo vive y reina para siempre. El murió en la cruz y fue puesto en una tumba; pero al tercer día resucitó de entre los muertos. Su resurrección le dio significado a nuestra fe porque si Él vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19).

1. La resurrección de Cristo es la base de nuestra fe.
Dios mostró su poder cuando creó los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos. Pero cuando se humanó, mostró su verdadera grandeza. Dios no tiene limitaciones. Hizo cosas tan grandes como el universo y cosas tan pequeñas como una hormiga. Aun sí todas ellas hablan del amor de Dios. Lo magnífico de Dios se mostró en el acto de haberse hecho tan pequeño como un hombre al tomar forma humana (Filipenses 2:5–8) y tan grande al haber vencido la muerte el día de su resurrección (Efesios 1:17–20). El poder del Señor es tal que la muerte no podía retenerlo (Hechos 2:24). Nuestra fe se hace fuerte en la resurrección del Señor porque Él vive. Job lo creyó antes de verlo y lo manifestó por la fe (Job 19:25). Nosotros hoy nos aferramos a esa esperanza de vida que solo Dios ofrece a través del sacrificio y la resurrección de Cristo.

2. Ya hemos vencido.
La resurrección de Cristo es nuestras gloria y nuestra victoria. Nuestro Rey triunfante se levantó y nosotros contemplamos su gloria (Juan 1:14), meditamos en su poder y confiamos en sus promesas. Podemos decir que somos más que vencedores por medio de El (Romanos 8:37). Mientras el apóstol Juan estaba preso en la isla de Patmos el Señor le dio esperanza cuando le dijo: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.... (Apocalipsis 1:17–18). Hay aflicción y dolor en este mundo, hay rechazo y oposición a los cristianos, pero debemos confiar, porque Cristo ha vencido (Juan 16:33).

3. Por su resurrección ahora somos sus testigos (1 Corintios 1:4, 6).
Su gran comisión nos dejó la tarea de ir por todo el mundo y predicar en todas las naciones para hacer discípulos de todas ellas (Mateo 28:18–20). Nosotros somos testigos porque el Espíritu Santo que vive en nosotros nos da testimonio de que Cristo vive (Hechos 1:8). La fe que hay en nuestros corazones se acrecienta en el poder del Espíritu. No debemos avergonzarnos del Señor delante de los que ponen a prueba nuestra fe, porque nuestro Señor es más poderoso que todo lo creado (Romanos 1:16, 17). Él vive y reina para siempre. Las tumbas de los grandes líderes religiosos de la historia contienen sus cuerpos, ninguno de ellos fue capaz de vencer; pero la de Cristo está vacía. Nadie se ha levantado de entre los muertos jamás, excepto Jesucristo.

Nosotros vivimos bajo la esperanza de la resurrección porque Él resucitó. Una promesa de vida que dio a los que creyeron en Él (Tito 2:13).

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