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Thursday, December 27, 2012

Justicia Para Las Naciones


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.  ~Isaías 42:1

El hecho de que Dios haya enviado a su Hijo a nacer en Belén de Judea es la muestra más grandiosa de su amor. Aunque su apariencia siendo un niño pareciera débil y tierna a los ojos de los que lo vieron nacer, todos ellos reconocieron que había poder en Él. María, y los pastores recibieron el mensaje de Dios a través de los ángeles que con gran gozo dieron las Buenas Nuevas (Lucas 1:26–35; Lucas 2:8–15), José a través de un sueño (Mateo 1:18–21) y a los magos una estrella los guio (Mateo 2:1–2). Dios le dio a esas personas el mensaje de una manera diferente, pero siempre fue el mismo mensaje: el mensaje de salvación a través de su Hijo Jesucristo.

Lo profetizado en el pasado por Dios al pueblo de Israel ahora se cumplía en la persona de Jesús. El Mesías prometido había llegado con la encarnación de Dios, en otras palabras, Dios se había hecho hombre (Juan 1:14; 1 Timoteo 2:5). Jesús vivió en la tierra como un ser humano y como un verdadero siervo de Dios para cumplir satisfactoriamente con la misión que Dios le había dado que era enseñar el camino de la salvación y dar su vida para salvar al hombre caído. Él era el siervo perfecto de Dios que serviría con abnegación y obediencia.

El contentamiento de Dios estaba en presentar a su siervo escogido para alcanzar a una humanidad perdida. Él traería justicia a las naciones, o sea, enseñaría lo que es la justicia de Dios. No vendrá con gritos ni alzará la voz en busca de fama y honores perecederos sino que sería un siervo humilde que desearía los mejor para sus semejantes (Isaías 42:2). Qué interesante es saber que fuimos hechos a imagen de Dios (Génesis 1:26–27) y que ahora Dios se hizo a nuestra imagen para acercarse a nosotros (Filipenses 2:5–8). Tomó nuestra apariencia humana para llegar a nosotros y llamar nuestra atención a una salvación grande (Hebreos 2:3).

Él traerá justicia a las naciones. Justificará su amor a los que creen en su nombre y condenará a los que están sujetos al mal. No es que Dios quiera condenar al hombre, sino que quiere que el hombre sea salvo por Jesús (Juan 3:17, 18; Mateo 1:21). Acerquémonos cada día más al Señor y sirvamos a Dios con humildad, porque ejemplo tenemos en Él para seguir sus pisadas (1 Pedro 2:21). Esforcémonos por fortalecer “las manos cansadas” y afirmar “las rodillas endebles” (Isaías 35:3).

 

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