Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo:
¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas! ~Mateo 21:9
El versículo escrito
arriba describe como la gente aclamaba a Jesús cuando Él hacía su entrada
solemne a Jerusalén. A pesar de la algarabía y los gritos de la gente, que
extendía sus mantos en el suelo para que Él pasara sobre ellos y colocaban
ramas para recibirlo como a Rey, Jesús sabía que aquella agitación y esos
gritos de alegría se convertirían en tristeza. Aun así, Él era el bendito de
Dios, el que traería un beneficio eterno a todo el que le recibiera.
Este Jesús de Nazaret
venía montado en un burrito, bajo la agitación de ramos y pasando sobre los
mantos extendidos a su paso. Esto era necesario porque Él era un Rey y debía
ser recibido como tal. Los de Israel creían que el Señor vendría a bendecirlos
librándolos del yugo de su opresor, pero Él venía en el nombre del Señor a
librarlos espiritualmente. Vendría a darnos luz en medio de nuestras tinieblas
(Salmo 118:26, 27a).
Muchas cosas ocurrirían
luego de su entrada a Jerusalén. Celebraría la pascua con sus discípulos que
marcharon con Él por la vía de su entrada triunfal; pero le abandonarían en la
vía dolorosa, la vía del Calvario. La gente jubilosa aclamaba a un Rey, pero
unos días después lo coronaron con una corona de espinas.
Así como en aquel
entonces muchas personas buscaron a Cristo por motivos muy diferentes a los que
Él tenía en mente para ellos, hoy también hay personas que le buscan por salud
física, o por motivos económicos. Pero Él vino a salvar y en eso consiste su
bendición para el mundo. Aunque puede sanar, y abrir puertas económicas, su
meta principal es salvar al mundo perdido.
El pasaje nos habla de
alguien que viene. Alguien muy esperado por el pueblo. Alguien que el mundo
necesitaba. No solo liberaría a Israel, sino que sería la liberación de todo el
que creyera en Él. No es cualquier persona porque viene en el nombre del Señor.
Más aun; era el Hijo de Dios que venía al mundo. La gente decía “hosanna al hijo de David” porque lo
tenían como uno más de los profetas que hicieron milagros ante el pueblo, pero
era el Hijo de Dios, el más grande de los profetas. Hoy nosotros aclamamos al
Señor diciendo “hosanna al Hijo de Dios”
porque aunque terrenalmente era hijo de David, realmente era el Hijo de Dios
que tomó forma humana y se despojó de su gloria celestial para venir a
nosotros.
Has conocido a muchas personas y no ha pasado nada, pero de repente
conoces a una y todo cambia. Esa persona es Jesucristo. Él puede entrar en tu
vida si lo dejas. Tiende tu vida ante El y bate tus palmas, porque Él es el Rey
de la gloria. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!