Tuesday, March 26, 2013

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!


Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!  ~Mateo 21:9
El versículo escrito arriba describe como la gente aclamaba a Jesús cuando Él hacía su entrada solemne a Jerusalén. A pesar de la algarabía y los gritos de la gente, que extendía sus mantos en el suelo para que Él pasara sobre ellos y colocaban ramas para recibirlo como a Rey, Jesús sabía que aquella agitación y esos gritos de alegría se convertirían en tristeza. Aun así, Él era el bendito de Dios, el que traería un beneficio eterno a todo el que le recibiera.
Este Jesús de Nazaret venía montado en un burrito, bajo la agitación de ramos y pasando sobre los mantos extendidos a su paso. Esto era necesario porque Él era un Rey y debía ser recibido como tal. Los de Israel creían que el Señor vendría a bendecirlos librándolos del yugo de su opresor, pero Él venía en el nombre del Señor a librarlos espiritualmente. Vendría a darnos luz en medio de nuestras tinieblas (Salmo 118:26, 27a).
Muchas cosas ocurrirían luego de su entrada a Jerusalén. Celebraría la pascua con sus discípulos que marcharon con Él por la vía de su entrada triunfal; pero le abandonarían en la vía dolorosa, la vía del Calvario. La gente jubilosa aclamaba a un Rey, pero unos días después lo coronaron con una corona de espinas.
Así como en aquel entonces muchas personas buscaron a Cristo por motivos muy diferentes a los que Él tenía en mente para ellos, hoy también hay personas que le buscan por salud física, o por motivos económicos. Pero Él vino a salvar y en eso consiste su bendición para el mundo. Aunque puede sanar, y abrir puertas económicas, su meta principal es salvar al mundo perdido.
El pasaje nos habla de alguien que viene. Alguien muy esperado por el pueblo. Alguien que el mundo necesitaba. No solo liberaría a Israel, sino que sería la liberación de todo el que creyera en Él. No es cualquier persona porque viene en el nombre del Señor. Más aun; era el Hijo de Dios que venía al mundo. La gente decía “hosanna al hijo de David” porque lo tenían como uno más de los profetas que hicieron milagros ante el pueblo, pero era el Hijo de Dios, el más grande de los profetas. Hoy nosotros aclamamos al Señor diciendo “hosanna al Hijo de Dios” porque aunque terrenalmente era hijo de David, realmente era el Hijo de Dios que tomó forma humana y se despojó de su gloria celestial para venir a nosotros.
Has conocido a muchas personas y no ha pasado nada, pero de repente conoces a una y todo cambia. Esa persona es Jesucristo. Él puede entrar en tu vida si lo dejas. Tiende tu vida ante El y bate tus palmas, porque Él es el Rey de la gloria. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Thursday, March 21, 2013

Cristo: Suprema Autoridad


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

“Y como él llegó a la otra parte en el territorio de los Gergesenos; le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, fieros en gran manera, así que nadie podía pasar por aquel camino. Y, he aquí, clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido ya acá a molestarnos antes de tiempo?” 
~Mateo 8:28–29 (RV 1865)

La historia que se narra en Mateo 8:28–34 es muy parecida a la historia de Marcos 5:1–20 y Lucas 8:26–39. En la historia de Mateo se mencionan dos endemoniados, pero en la de Marcos y Lucas se menciona solo un endemoniado. Estos pasajes han servido para establecer una controversia entre los cristianos y los enemigos de la fe aludiendo a supuestas contradicciones en la Biblia. Los cierto es que la ciudad de Gadara y la ciudad de Gergesa eran muy importantes y conocidas en el tiempo de Jesús, de manera que al estar algo cercanas y ser tan importantes, eran mencionadas indistintamente para referirse a la región con el nombre de cualquiera de estas dos ciudades. La supuesta contradicción bíblica no existe, ya que en la versión Reina de Valera de 1960 se usa Gadara y no Gergesa para referirse en Mateo a Gergesa, lo que no ocurre en la Reina de Valera de 1865 que sí se refiere a Gergesa. En Mateo eran dos endemoniados de Gergesa y en Marcos y Lucas era un endemoniado de Gadara, De manera que, Jesús hizo dos milagros al echar los demonios de dos hombres de Gergesa y uno de Gadara.
Lo más importante de este pasaje es la autoridad de Jesús. Un poco antes, Jesús estaba navegando por el Mar de Galilea y se había levantado una tormenta. El hizo que los elementos de la naturaleza se humillaran ante su poder, aquietando el mar y enmudeciendo al viento. Ahora mostraba su dominio sobre los demonios. Aquellos hombres estaban poseídos y el Señor con su divina autoridad ordenó a los demonios que salieran de aquellos dos hombres, de manera que, quedaron libres de esos espíritus de maldad que los atormentaban. Por eso es necesario que el Señor tenga el control absoluto sobre nuestras vidas, para que ningún espíritu de maldad nos moleste.
Los creyentes le echamos toda la culpa de nuestros males a satanás y lo declaramos nuestro único enemigo. Lo cierto es que los cristianos tenemos tres enemigos que son el diablo, el mundo y la carne. Así que, debemos distinguir cuando le estamos dando lugar a uno de estos tres enemigos del alma en nuestras vidas. Existe una lucha espiritual por la obtención del control (Efesios 6:12). El diablo y sus demonios procuran destruirnos utilizando cualquier medio posible para impedir todo lo que glorifique al Señor. Por otro lado, el mundo cada vez se constituye en algo más atrayente para llenar nuestros ojos de tentaciones y apartarnos de la verdad, y nuestra carne, nuestra naturaleza caída, persiste a pesar de nuestra regeneración espiritual e intenta separarnos de la fe, para que vivamos una vida fuera de foco, distorsionada por el yo. En otras palabras, para que vivamos una vida que no agrada a Dios.
Como cristianos, debemos estar atentos para detectar y a guardarnos de toda persona, circunstancia o causa que quieren hacernos caer. No podemos sentir que estamos derrotados, porque Jesús venció por nosotros (Juan 16:33). Estamos inmersos en una batalla la cual Jesús libra a nuestro favor (1 Juan 4:4). El venció a satanás y sus demonios, y ellos lo saben  ya que le temen (Mateo 8:29; Santiago 2:19). Si hemos nacido de nuevo, podemos vencer al mundo creyendo en el Señor que es la Suprema Autoridad del universo (1 Juan 5:4). 

Monday, March 11, 2013

Confiando en Dios en Medio de las Tormentas de la Vida


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!  ~Mateo 8:25

Cada año se repite una y otra vez la historia. Hay tormentas, torbellinos y huracanes. En el mar las grandes olas amenazan con hacer zozobrar, si fuere posible, hasta las embarcaciones más grandes. En la época de Jesús esto ocurría de la misma manera que ocurre hoy. La Palabra de Dios dice que los discípulos estaban navegando hacia la otra orilla del Mar de Galilea y que allí se levantó una gran tempestad, de modo que la nave en que iban se hundía (Mateo 8:24). El Señor dormía y ellos le despertaron diciendo: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!” (Mateo 8:25).
La reacción más común de los seres humanos es pensar que estamos solos en los problemas, pero Dios está en medio de ellos. Aunque la humanidad de Jesús descansaba en aquel momento, Dios estaba atento a aquella necesidad (Salmo 121). En el Antiguo Testamento tenemos la historia de Jacob. Las Escrituras dicen que mientras Jacob huía de su hermano Esaú, se quedó dormido a las afueras de una ciudad llamada Luz y soñó con una escalera en la cual Dios estaba en lo más alto y veía que ángeles subían y bajaban por ella (Génesis 28:10–19). Al despertar de aquel sueño dijo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.” Dos está en cada evento de nuestra vida, por insignificante que nos parezca, lo que ocurre es que a veces no notamos su presencia.
Los discípulos vieron a Jesús como alguien más para ayudar a sacar el agua del vote y aguantar las amarras, pero Él quería que lo vieran como a Dios, no como un pescador más. Muchos creyentes confían en Dios hasta cierto punto, porque aunque no lo dicen, en el momento de la dificultad tratan de hacer la parte de Dios ellos mismos, porque no confían en el Dios que declararon todopoderoso el domingo en la iglesia. Dios es nuestro Padre Celestial, pero no es nuestro igual. Él es Dios y nosotros sus hijos. Así como los discípulos conocían el Mar de Galilea, sus tormentas, sus bonanzas; nosotros conocemos el mundo en que vivimos y qué nos puede deparar esta vida. En vez de confiar en Dios, cuando llegan las tormentas, nos llenamos de pánico. Es normal que sintamos temor, pero la desesperación no debe formar parte del vocabulario de los creyentes que hacen la voluntad de Dios (1 Juan 4:18).
Dios permite tormentas grandes en nuestra vida por una buena razón: Dios quiere enseñarte algo. En vez de quejarnos y murmurar tenemos que recordar que Dios está de nuestro lado, en nuestra barca, con nosotros. Dios está aunque tú no lo hayas notado. En la hora de la dificultad el confiar en Dios es lo que hace diferencia. Los que pasan todo su tiempo hablando del problema, pensando en el problema, viendo todos los detalles del problema, son los débiles. Los que piensan y esperan en las promesas de Dios, viendo a Cristo como la solución, son los fuertes, los vencedores en la fe.
Nunca debemos dudar del amor de Dios hacia nosotros. Por más grande que sea la tormenta, tenemos demasiada evidencia del amor de Dios para dudar de esa manera. Nunca se nos dijo que por conocer a Cristo no íbamos a tener problemas (Juan 16:33), pero sí que debemos con-fiar en el Señor que venció para darnos la victoria a nosotros. El ganó por nosotros toda lucha, hizo cesar cada tormenta e hizo enmudecer al viento que sacude nuestro ser. Recuerda que Dios está en tu barca.

Saturday, March 9, 2013

El Costo de Seguir a Cristo


Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.”
~Mateo 8:19, 20
La obra del Señor es el empleo más grandioso y el trabajo más deleitable que podamos tener, pero ser un discípulo de Cristo demanda la renuncia a muchas de las cosas que nos parecen muy valiosas (Lucas 14:33). La Palabra de Dios enseña que debemos amar a Dios sobre todas las cosas y que si queremos seguir a Cristo, nuestra escala de valores debe cambiar El Señor demanda el primer lugar en nuestras vidas (Lucas 10:27).
Un escriba le pidió al Señor que le dejara seguirlo el Señor le respondió que él no tenía donde recostar su cabeza. El escriba estaba acostumbrado a las comodidades y a los lujos. El Señor le puso en claro que él no tendría, si le seguía, esas cosas a las cuales estaba acostumbrado. El Señor no quiso apagar el deseo del escriba, pero era necesario que supiera a las dificultades que se enfrenta un seguidor de Cristo. Las críticas son comunes, los desprecios, las burlas, las persecuciones y toda clase de escaseces han sido parte de la vida de los seguidores de Cristo en todas las épocas. Además, la lucha espiritual que existe entre los hijos de Dios y las huestes espirituales de maldad hace que muchos se queden en el camino (Efesios 6:12).
Jesús estaba en boca de todos, quizás muchos le siguieron por la popularidad que tenía, era el hombre del momento. Todos quieren estar con los famosos, pero en el caso de Jesús, costaba mucho seguirle. La gente ve la parte romántica de seguirle, pero cuando se enfrentan al sacrificio, al rechazo y a la persecución, abandonan las filas del evangelio. Muchos jóvenes de hoy al ver los uniformes militares, las medallas, y las demostraciones militares, se enlistan en el servicio militar, sin darse cuenta que el  verdadero trabajo de un soldado es la guerra, sufrir grandes penalidades y en muchos casos, la muerte. Ser soldado no es colocarse un uniforme atractivo para que la gente lo vea.
Muchos se entusiasmaron por los milagros y prodigios que Jesús hacía, vivían todavía en aquella montaña en la cual el Señor les dio aquel fabuloso sermón (Mateo 5-7), pero seguir a Cristo es más que eso. Hay que descender de la montaña, al valle de los desesperados, de los pecadores para llevar con gran esfuerzo el mensaje de salvación al mundo. Los cultos de los domingos son la cima de la montaña, pero cuando salimos de ellí estamos descendiendo al valle de la desesperación a reanudar nuestra cita semanal con el jefe que me maltrata, el dueño que me discrimina, la gente que vive lejos de Dios. Con ellos tenemos que tratar, sufrir y llevarle la Palabra de Dios. Todos quieren ser coronados, pero no están dispuestos a llevar la cruz (Lucas 9:23). Parece muy difícil ser un discípulo de Jesús, pero solo los que han profundizado su relación con El, son los que podrán seguirle. Son los que han entendido realmente el mensaje de la cruz. 

Llevó Nuestras Enfermedades


Por: Pastor Carlos A. Goyanes
“…para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” ~Mateo 8:17
El Señor Jesús tomaba de su tiempo para atender a la gente. Vino a casa de Pedro y vio que la suegra de éste estaba enferma, en cama. La palabra de Dios dice que la tocó en la mano y se sanó de la fiebre que tenía. Según el Evangelio de Lucas era una gran fiebre (Lucas 4:38). Ella al verse sanada se levantó y les servía. Lo que el Señor hace en nuestras vidas es perfecto. La sanidad de la suegra de Pedro fue otro de los milagros de sanidad del Señor. Fue un milagro instantáneo que el Señor obró en favor de una mujer enferma. Es penoso ver cómo la gente que recibe tanto de Dios no le da gracias y no le sirve.
La palabra de Dios dice que entró en la casa de Pedro, y allí se encontró a la suegra de éste. Lo primero que podemos aprender de este pasaje es que Pedro era casado. El clero católico romano requiere que los sacerdotes no se casen, pero Pedro, que según ellos enseñan que fue el primer papa, era casado. Cefas era otro de los nombres de Pedro (1 Corintios 9:5). La palabra de Dios dice que prohibir el matrimonio es parte de la apostasía que vendría sobre la iglesia (1 Timoteo 4:1–3). El celibato sacerdotal no es obligatorio, y al hacerlo una doctrina fundamental de la iglesia los católicos están heretizando la fe, haciendo mandamiento de hombres.
Volviendo a nuestro tema, el Señor levantó a la suegra de Pedro, tocó su mano (Mateo 8:15), la tomó de la mano y la levantó (Marcos 1:31), inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó (Lucas 4:39). De la misma manera reprendió los vientos y al mar, porque Él es el Todopoderoso Dios encarnado (Mateo 8:26). Con su sola presencia hay cambios en nuestras vidas. Él trae sanidad, paz, esperanza, seguridad y bonanza. La suegra de Pedro gozaba de sanidad completa porque la Palabra de Dios dice que ella se levantó y les servía (Mateo 8:15). Generalmente después de una fiebre la persona queda débil, pero ella les servía. Nuevas fuerzas reciben los que esperan en el Señor (Isaías 40:29–31; Salmo 92:10) y dedicar nuestras fuerzas para servirle es un privilegio que no podemos pasar por alto.
Él toma nuestras enfermedades y lleva nuestros dolores. Él nos sana de nuestras enfermedades presentes según su voluntad y nos da salud eterna. Cuando nuestros cuerpos cansados por el pecado fenezcan, resurgiremos a una nueva vida en Cristo Jesús. No estaremos enfermos para siempre del pecado porque Él los tomó todos en la cruz y venció la muerte para que nosotros vivamos (Juan 14:19). Él logró en la cruz nuestra excelsa salud de una manera eminente en su perfecta gracia, porque estando muertos en el pecado, resucitó para que viviendo Él, nosotros también vivamos (Juan 11:25).
El mundo agoniza en su febril estado, sus fuerzas se agotan y su fracaso es inminente, pero todavía hay esperanza en Jesucristo. Dios entregó a su Hijo en un esfuerzo mayor por alcanzar al hombre pecador. Él tomó nuestras enfermedades y no enfermó; tomó nuestros pecados, pero no pecó. Dios le hizo padecer como pecador para que nuestros pecados fueran perdonados. Jesús tomó nuestro lugar. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21). Dios quiso quebrantarlo sujetándolo a padecimiento por nosotros (Isaías 53:10). Hemos recibido aquí en la tierra al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29).

El Verdadero Amor


Pastor Carlos A. Goyanes

1 Juan 4:7–13
La ciencia le ha dado al amor un carácter científico ya que según ellos las emociones están supeditadas a una serie de hormonas que actúan para que los sentimientos se produzcan. Quizás hay factores que influyen en que amemos a alguien, pero lo cierto es que fuera de todo alcance científico está el Creador de la ciencia que es Dios. Él ha puesto en nosotros un alma que excede todo conocimiento médico y toda teoría científica. Es lo espiritual y no lo material lo que ha traído al ser humano el amor. Por la declaración bíblica de que Dios es amor (1 Juan 4:8) entendemos que todo lo que concierne al amor humano proviene de Dios. Todo don perfecto desciende de Dios (Santiago 1:17). Si el amor ha de tratarse en términos científicos lo primero que debería estudiarse para entenderlo es a Dios que es la fuente del amor.
I. El verdadero amor es un sentimiento noble.
Lo que pasa en el corazón es muy importante para Dios. Sentir es importante porque nos mueve a misericordia, nos impulsa a la obediencia y nos fuerza a ser fieles. De todos los atributos de Dios, el amor es el que lo ha movido a misericordia. El amor es inentendible a la razón humana porque no depende de la lógica, ni lo sosiega el pecado. Dios ama al hombre a pesar de su pecado (Juan 3:16; Romanos 5:8); pero el que ama a Dios debe renunciar al pecado (Juan 14:15).
II. El verdadero amor es un compromiso.
El amor es un don de Dios que incluye un pacto. Tras este pacto hay un profundo compromiso que es irrevocable (Romanos 11:29). El amor no solo nos mueve a misericordia, sino que también nos mueve a obediencia. Por amor Dios hizo un compromiso de salvación. En algún lugar, en algún momento de la eternidad, antesde la fundación del mundo, el Dios Trino, por amor, hizo un pacto para salvar al hombre. Este pacto de amor fue cumplido por cada una de las partes y Jesús, el Hijo de Dios cumplió su parte al venir a morir por nosotros. Su compromiso fue realizado a cabalidad.
Amar no es tan simple. El sentimiento nos mueve a comprometer-nos, pero todo no se puede quedar en un mero sentimiento. El amor debe impulsarnos al pragmatismo. El romance evangélico trae consigo el éxtasis del amor, pero incluye el sacrificio y el sufrimiento por causa de los seres que amamos.
El amor no es enfermizo. Hay personas que tienen un amor enfermizo. Hay creyentes que piensan que si Dios es amor tiene que darles todo y eso no es correcto. El amor de Dios tiene dos direcciones si queremos una relación con El: el amor de Dios hacia el hombre y el amor del hombre hacia Dios. El amor incluye disciplina, el amor no permite lo malo. Dios no aceptará en el cielo, por mucho que ame al hombre, a una persona maligna y que no se haya arrepentido de sus pecados, ni a nadie que no haya hecho un compromiso con El. Es cierto que el amor todo lo sufre, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13:7), pero demanda una respuesta recíproca. Dios ha esperado mucho tiempo por nosotros porque El todavía confía en nosotros. A pesar de nuestros pecados, Dios nos está dando oportunidad para nuestra salvación.
Alianzas rotas, pactos deshechos y compromisos olvidados han llenado la historia humana, pero el amor de Dios es fiel. El amor es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) y la mayor de las virtudes (1 Corintios 13:13). Es un sentimiento profundo e inexplicable y es un compromiso divino porque viene de Dios. El verdadero amor se expresa en la obediencia y en amar lo que Dios más ama, que son los seres humanos.