Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. ~Hechos 10:39–41
Ser testigo es una parte muy importante en la extensión del evangelio por el mundo. Pedro hablaba por él y por los otros discípulos del Señor que habían visto al Cristo resucitado. A través de la historia los cristianos, aunque no estuvieron de cuerpo presente en la crucifixión, y mucho menos en la resurrección, han sido testigos de estos eventos a través de la obra del Espíritu Santo en sus vidas que da testimonio de que el Señor murió y resucitó al tercer día como estaba escrito.
La historia es contada y revivida cada año para que los que han creído en el sacrificio de Cristo no olviden cuánto Dios pagó y todo lo que Cristo sufrió por nosotros. Sirve también de testimonio a los que no conocen del Señor para que valoren lo que Dios hizo y cómo ama a la humanidad. El amor de Dios es único, impar e insuperable. Por mucho que el hombre se esfuerce, no puede igualar amor tan sublime y desinteresado. Por eso, todo el que se acerque a Dios recibe perdón si se arrepiente de sus pecados y cree en Cristo como Salvador y Señor de su vida. No importa lo grave o el número de tus pecados, El los perdonará.
La duda y el rechazo son pecados que han alejado de Dios a la humanidad. Pero Cristo ha resucitado. No hay duda de ello, porque los que se acercan a Dios reciben la confirmación de la resurrección de Cristo al ser convencidos por el Espíritu Santo. En un mundo lleno de pecado y de muerte, la resurrección de Cristo hizo que el reino de Dios irrumpiera como un foco de luz en las tinieblas. Ya no estaríamos en obscuridad porque la gloriosa resurrección de Cristo llenó la tierra de luz.
Jesús tiene toda autoridad sobre el cielo y sobre la tierra (Mateo 28:18), de manera que, todos los poderes del universo tienen que someterse a Él. Su victoria será mediante la predicación del evangelio a través de sus discípulos que han hecho un compromiso con Él. Los que no estén comprometidos, no pueden ser discípulos de Cristo. Todos los derechos de nuestra vida son reservados a Él, por lo tanto, tenemos que serle fiel con nuestro testimonio personal y con nuestra predicación. La iglesia debe obedecer cumpliendo el ministerio que ha sido puesto en sus manos.
El Señor Jesús rompió todos los modelos de la lógica humana con todo lo que hizo. En el plan maestro de Dios sucedieron cosas inimaginables para el hombre y la más grande de ellas fue la resurrección de Cristo al cual la tumba no pudo contener. Este mensaje glorioso debe ser predicado a todas las naciones (Mateo 8:19–20).¡Cristo ha resucitado! Apoyados en las promesas del Señor podemos recibir perdón y amor abundante.
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