Por: Pastor Carlos A. Goyanes
También el reino de los cielos es
semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla
preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. ~Mateo13: 45–46
Aunque en
estos tiempos modernos las perlas han perdido valor, en los tiempos de Jesús
eran costosas. La razón es que no eran tan comunes como hoy. Era necesario que
personas especializadas la buscaran en las profundidades del mar y la trajeran
a los mercaderes para ser vendidas. De ahí que una perla grande y bien formada
costara grandes sumas de dinero. Un ejemplo histórico está en la perla de
Cleopatra que supuestamente diluyó en vinagre para impresionar a Marco Antonio.
Esta perla costaba en aquella época el equivalente a miles de dólares en la
actualidad.
Jesús comparó
el reino de los cielos con una perla preciosa que un mercader encontró. La
perla preciosa es su reino, el Señor mismo y su evangelio. El mercader es el
hombre que en su búsqueda espiritual halla a Dios en la persona de Jesucristo,
y con ello, el consuelo y la satisfacción de su alma. Esta salvación es tan
grande que cuando llegamos a comprender el plan de Dios y el sacrifico de
Cristo, lo dejamos todo por Él. Hemos hallado al Mesías, al Redentor de
nuestras almas, a la perla de gran precio; y todo ahora nos parece
insignificante ante la majestad de tal hallazgo. Pero esa perla preciosa se
formó con el sufrimiento de la ostra. Un grano de arena entró en ella y ha sido
muy doloroso para ella soportarlo. Le irrita su cuerpo blando y sensible, y
hace que ella segregue una sustancia llamada nácar que va envolviendo el grano
de arena durante mucho tiempo hasta que se forma una perla.
El sacrificio
de Cristo fue bajo el dolor del Padre que, entregándole, lo vio morir ante sus
ojos por ti. No solo las ostras sufren, no solo tú sufres, Dios sufrió mucho
más para que tú fueras salvo. Él entregó a su Hijo que murió en la cruz. Su
perla, el reino de Dios, fue formada bajo la ignominia y el dolor (Hebreos
12:2; Filipenses 2:5–8), para que nuestras almas cansadas y nuestro linaje
caído fueran levantados desde la cruz (Juan 3:14–16). No todas las perlas son
iguales ni tienen el mismo valor; pero esta sobrepasa a todas las otras. Si la encuentras,
nada será suficiente desde ese momento. Lo mejor que puede pasarte es encontrar
a Jesucristo, la Perla de gran precio.