Por:
Pastor Carlos A. Goyanes
Además, el reino de los cielos es
semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo
esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra
aquel campo. (Mateo 13:44)
Un tesoro escondido es algo que intencionalmente fue
puesto en un lugar con el fin de que solo el dueño lo halle. Jesús escondió el
tesoro de Dios para que los coherederos de su gracia encuentren la riqueza
liberadora del evangelio y sean recompensados al ser partícipes del reino de
los cielos.
Esta parábola del tesoro escondido tiene tres
aspectos interesantes:
1. Una persona que descubre un tesoro inmensamente valioso.
En tiempos de Jesús muchas personas escondían sus
tesoros enterrándolos porque no había bancos como los de hoy. Solo el dueño del
tesoro sabía dónde estaba, por eso al morir el dueño quedaba el tesoro en donde
había sido puesto hasta que alguien lo encontrara. Jesús murió en la cruz
dejando el tesoro del evangelio escondido para que el hombre que busque a Dios
lo encuentre (Colosenses 2:2b, 3).
2. El gozo de haber encontrado tal tesoro
El tesoro de Dios, Jesucristo, es encontrado por los
que se ocupan en hallar al Señor. Este tesoro no es para los que despreocupadamente
viven una vida de ocio espiritual y no se inquietan por lo eterno. Sin embargo,
aquellos que encuentran a Jesucristo se llenan de gozo y satisfacción al darse
cuenta que su felicidad no depende de las cosas que esta vida ofrece (Lucas
12:15; Romanos 14:17). Realmente somos pobres delante de Dios. Lo que podamos
poseer en esta vida es muy pequeño comparado con lo que Dios nos está
ofreciendo en la vida venidera. Cuando la luz de Dios se filtra en nuestras
vidas a través del evangelio de Jesucristo comenzamos a ver con claridad lo que
antes estaba oculto. Entonces llevar la cruz se convierte en un yugo fácil y en
una carga ligera; aunque para los demás la cruz sea demasiado grande para
llevar.
3. Dar todo para conseguir ese tesoro
La fe puede
aparecer como el tesoro que no estamos buscando; pero que encontramos en
nuestra búsqueda de algo que llene nuestras almas (Hebreos 11:24–26). Ese
tesoro no cuesta, es gratuito, y Dios lo escondió para que lo
encontráramos. Una vez hallado este tesoro somos impelidos a darlo todo por él.
Habiendo sido transformados por el Espíritu Santo podemos entender cuánto vale
este tesoro. ¿Qué es lo más valioso para ti? Serías capaz de dejarlo todo por
amor a Jesucristo. La respuesta no tienes que darla ahora sino cuando sea
puesta a prueba tu fe. Entonces descubrirás si amas a Dios lo suficiente que
nada te podrá separar del amor de Cristo.
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