Por: Pastor Carlos
A. Goyanes
Sucedió que cuando
los ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos
ha manifestado. ~Lucas 2:15
Aunque los historiadores y religiosos
le han restado importancia a Belén de Judea, la Biblia la ha ensalzado con las
profecías sobre ella (Miqueas 5:2; Mateo 2:6). Dos grandes hombres nacieron en
Belén, el Rey David y Jesús el Hijo de Dios. No es coincidencia que esta ciudad
que llevaba en el pasado el nombre pagano Bit llu Lajama, que significa Casa de
la diosa Lajama (alusión encontrada en las cartas de el-Amarna del faraón
egipcio Amenhotep IV, también llamado Ajenatón (1350–1330 A.C.), fue cambiado
su antiguo topónimo a Betlejem, que significa Casa de Pan ya que los valles de
Belén eran fértiles en cereales.
Esta pequeña aldea fue históricamente
subestimada y denigrada porque en el siglo XI A.C. vivían allí campesinos y
pastores de ovejas. No obstante, este pequeño pueblo siempre fue importante ya
que al estar a solo 7 km de Jerusalén se convirtió en una avanzada militar a
fin de impedir que el enemigo llegara a la ciudad de Jerusalén, de manera que,
allí debieron estar hombres valerosos. Su gloria comenzó a brillar con la
visita del gran profeta Samuel que hizo sacrificios allí para engañar al rey
Saúl y poder ungir a David, el rey más célebre de Israel (1 Samuel 16:1–13).
Siglos después se abrieron las puertas del cielo y nació un niño en la dignidad
de una madre devota que dio Ius primae
noctis (el derecho de la primera noche) al Señor. El Espíritu Santo vino
sobre ella y engendró a Cristo (Mateo 1:18–20; Lucas 1:29–35). Lo que hace
grande a Belén es lo que nos ha hecho grandes a nosotros también, y es, el
nacimiento de Jesucristo. Nuestra gloria no es nuestra, sino de Él, porque Él
ha nacido en nuestros corazones, así que si alguno se gloría, gloríese en el
Señor (2 Corintios 10:17). Belén significa Casa de Pan porque allí nació el Pan
de Vida que descendió del cielo (Juan 6:47–51). Ningún otro lugar es más recordado
que Belén Efrata porque allí se materializó el plan de Dios para la salvación
del hombre. La máxima gloria de Belén fue la que trajo uno de sus hijos, Jesús.
Belén Efrata…¿quién se atreverá ahora a
llamarte pequeña?, porque de ti salió el guiador de la humanidad (Miqueas 5:2)
¿Quién osará levantar su voz para disminuir tu encanto y gloria? No es justo
que hagamos silencio acerca de lo que pasó en Belén. El Señor, que siendo rico
se hizo pobre por nosotros, y siendo el Señor de todo nació como niño para
entregarse a la humanidad. Sus palabras fueron: Bienaventurados los pobres de
espíritu porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo 5:3) y…Si no fuereis
como niños no entrareis en el reino de los cielos (Mateo 18:3). Tenemos que
nacer de nuevo y ser niños en Cristo. Este es el modelo de Dios para la
humanidad, el modelo de un niño (Isaías 9:6). Así que, como los pastores,
pasemos a Belén para ver lo que ha acontecido y que es lo que el Señor quiere
manifestarnos (Lucas 2:15). Busquemos de Cristo el Pan de Vida que descendió
del cielo y saciemos nuestras almas.
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