Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues
ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
Mateo 23:13
El Señor pronunció—casi al final de su ministerio y en la última
semana de su vida allí en Jerusalén—ocho ayes a los líderes religiosos judíos
en un último esfuerzo por denunciar la hipocresía y la maldad de ellos. Estos
ayes de advertencia y condenación no eran ajenos al pueblo de Israel ya que
algunos profetas del Antiguo Testamento profirieron ayes también (Isaías
5:8-23; Habacuc 2:6-19).
1.
Ay de los
que Cierran el Reino de los Cielos
Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis
vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando (Mateo23:13).
Para los líderes religiosos, eran más
importantes las tradiciones humanas y sus reglas religiosas humanas que la
Palabra de Dios. Sus enseñanzas opuestas a la voluntad de Dios demuestran que
sus discípulos jamás encontrarían por ese camino la entrada al reino de los
cielos. Sus razonamientos egoístas y su deseo de poder vetaban sobremanera las
enseñanzas que Dios quería que su pueblo obtuviera. Por eso no recibieron al
Mesías; no le podían reconocer como tal porque sus obras eran malas y no
estaban dispuestos renunciar a ellas. Así cerraban el reino de los cielos a sus
seguidores. Eran piedra de tropiezo para aquellos que con corazón sincero
deseaban acercarse a Dios. Así hay muchos hoy que, envanecidos en sus
pensamientos y falsas enseñanzas, amontonan con sus falacias a aquellos que con
comezón de oír buscan una verdad de Dios porque tienen necesidad espiritual;
pero quieren que el mensaje satisfaga sus deseos personales (2 Timoteo 4:3). Como
mensajeros de Jehová de los ejércitos los labios de los sacerdotes debían
guardar el conocimiento de Dios (Malaquías 2:7); pero ellos lo profanaron de
manera que no entraban ellos ni dejaban entrar a otros.
2. Ay de los que Usan lo Espiritual Para Despojar de lo
Material
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas
oraciones; por esto recibiréis mayor condenación (Mateo
23:14).
Por
la necesidad espiritual de las personas muchos líderes religiosos roban usando
como pretexto su espiritualidad. Esto no es nada nuevo porque los escribas y
fariseos saqueaban las casas de las personas más necesitadas de su tiempo, las
viudas, que desamparadas buscaban alivio espiritual en ellos. De esta manera
obtenían grandes donaciones que hundían a las personan aún más en su pobreza. Conocí
a un creyente que fue con una necesidad espiritual a una de estas iglesias y lo
convencieron para que donara su carro. Él me dijo: Pastor, entré allí con un
problema y salí de allí con dos problemas. Es que no resolvió su necesidad
espiritual y ahora tampoco tenía carro para ir a su trabajo. Hay personas que se
dejan convencer por las oraciones largas y convincentes, cargadas de elocuencia
y palabras dulces, llenas de lógica y bien formadas; pero Dios escucha la
oración del corazón, aquella que levanta el alma y estremece las puertas de los
cielos.
3.Ay de los que Tienen Celo de lo que Creen; pero están
lejos de Dios
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le
hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros
(Mateo 23:15).
Es
común ver en nuestros días grupos religiosos que tienen un celo ardiente por
ganar adeptos para la fe que ellos profesan; pero ¿probará esto que ellos están
bien con Dios? Un engaño más de satanás es hacer ver que la religiosidad sin
una sana doctrina es suficiente para alcanzar el cielo y esto es falso (1
Timoteo 1:16). ¿Todo el mundo es bueno y todos van al cielo? ¿Están
descansando? Por supuesto que no; sin embargo, esa es la imagen que dan algunos
ministros de aquellos que han partido, estos son los mensajes que escuchamos en
las exequias. No descansan aquellos que no han creído y entregado sus vidas a
Jesús. Estos prosélitos que los judíos conquistaban con gran esfuerzo no tenían
un final duradero (eternidad con Dios) porque no los convertían a Dios, sino a
tradiciones humanas.
4. Ay de los que Usan el Nombre de Dios en Vano
¡Ay de vosotros, guías ciegos! que
decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro
del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o
el templo que santifica al oro? (Mateo 23:16, 17).
No
juraban por el nombre de Dios por obediencia (Éxodo 20:7); pero prepararon un
sofisticado sistema de juramentos. Así que daban valor en sus juramentos al oro
del tempo más que al templo en sí mismo. Sin embargo, el templo, que era la
casa de Dios, era más importante que el oro. Daban valor a cosas que tenía poco
valor y quitaban valor a cosas que tenían más valor. Para Dios la justicia, la
misericordia y la fe son más importantes que todo lo que podamos dar o hacer
para El (Miqueas 6:8).
5. Cuidando las Cosas Menores y Descuidando lo más Importante
¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis
lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era
necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. Mateo 23:23
Los escribas
y fariseos eran muy rigurosos en cuanto al cumplimiento de la ley en las cosas
menores. Se jactaban de ser fieles seguidores de Las Escrituras y hacían de las
cosas menores toda una doctrina sobre la cual giraba una fe que estaba cargada
de tradiciones humanas; pero olvidaban lo primero y más importante de la ley:
el amor (Deuteronomio 6:5). La ley no cambia al hombre, lo condena. Es la ley
la que, como institutriz divina, nos muestra nuestros pecados y debilidades en
contraste con el amor de Dios que cambia al corazón y vivifica nuestras almas
cansadas de nuestros trabajos y cargas. Si los escribas y fariseos hubiesen
notado el punto más importante de le ley, hubieran entonces llegado a los pies
de Cristo. Pero estaban más interesados en mostrarse piadosos y reverentes en
cumplir una parte de la ley y no toda ella. La parte más fácil, créalo o no,
era ésta. Lo difícil es amar como Dios ama porque esto nos hace siervos y ser
siervo no está en la mente del que cree ser más importante que los demás. Así
que ellos se entretenían en mostrar cómo ellos diezmaban aun las cosas más
pequeñas como el comino y el eneldo. Perdieron el camino porque vivían bajo la
ley y no bajo el propósito con el cual Dios entregó la ley. Esto hizo que la
justicia, la misericordia y la fe fueran puestas a un lado, degradadas a algo
de menos importancia (Miqueas 6:8).
6. Limpios por fuera y sucios por
dentro
¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero
por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia
primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea
limpio (Mateo 23:25–26).
El énfasis de las cosas externas nos vuelve olvidadizos de las cosas
internas, las del alma. Hay tanta gente que dice ser creyente tan interesada en
limpiar lo de afuera sin ocuparse de su interior. Ropas lujosas, joyas
preciosas y apariencia superior (algunos recurren a las cirugías plásticas para
ello); pero su interior está viejo, podrido, desgastado, deprimido, sucio y
vacío. Esta era la triste condición de Laodicea, una de las siete iglesias del
Apocalipsis a la cual el Señor amonestó (Apocalipsis 3:17). Cumplir con
ceremonias externas en la iglesia, tener la mejor tecnología, adoptar un
lenguaje piadoso y no tratar el pecado que llevamos dentro es la condición de
muchos creyentes en el día de hoy (2 Timoteo 3:1–5). A algunos ni siquiera les
gusta que se hable de pecado; pero es la única manera de acercarlos a Dios
(Romanos 10:14, 17). Solo Dios puede limpiar el corazón y hacer una nueva
creación en nuestras vidas (Salmo 51:10; 2 Corintios 5:17). Hay que limpiar el
vaso por dentro también si queremos que Dios se agrade de nosotros (Mateo
23:26; 2 Timoteo 2:21).
7. Relucientes por Fuera y Muertos
por Dentro
Muchos creyentes de hoy son un mausoleo (una tumba de mármol) porque
su exterior es bello y reluciente; pero su interior está muerto. Son como el
valle de los huesos secos en Ezequiel al cual solo el Espíritu de Dios puede
dar vida (Ezequiel 37:1–14, Efesios 2:1, 4, 5; Colosenses 2:13). Parecen tener
piedad, pero con su vida niegan la eficacia de Dios. El Espíritu de Dios no
puede obrar a través de “cristianos” muertos, sino de vivos porque Dios no es
Dios de muertos, sino de vivos (Lucas 20:38). Si no acudimos a Cristo y pedimos
perdón por nuestros pecados, nuestros pecados no serán perdonados. No importa
si eres miembro de una iglesia, esto no tendrá valor alguno. Muchos dicen ser
creyentes pero toman alcohol, asisten a fiestas mundanas, hablan indecencias y
coquetean con el pecado. Hay muchos sepulcros blanqueados caminando entre
nosotros hoy. El creyente primero está para agradar a su Dios obedeciéndole, y
luego está para hacer la diferencia en el mundo de hoy.
8. Justificando Nuestro Pecado con
el Pecado de Otro
Fueron ellos los que mataron a los profetas, no nosotros (Mateo
23:30). Así querían los escribas y fariseos culpar a sus antepasados de la
muerte de los siervos de Dios. Edificaban preciosos sepulcros a los profetas y
rendían honores con adornos a los grandes hombres de Dios del pasado. Ellos
pensaron que su culpa era eximida al hacer estas obras muertas; pero ahora
tenían delante de ellos al más grande de los justos y deseaban su muerte. De
esta manera ellos eran tan culpables como el primero de los asesinos, Caín, que
mató a su hermano y su sangre derramada reclama aun la mezquindad de aquellos
que buscaban ocasión para asesinar a Jesucristo (Mateo 23:29–32). Aquella
generación fue juzgada porque ninguna de estas muertes y la predicación de
aquellos profetas los impresionó para cambiar sus vidas. También esta
generación en su tiempo será juzgada si no se arrepiente de sus pecados. ¡Dios
quiere que todos se salven! (2 Pedro 3:9).