Wednesday, October 31, 2012

¿Qué la gente espera de la iglesia?

Por: Pastor Carlos Goyanes

Vivimos en un mundo lleno de desilusión y sin esperanza donde la gente no sabe qué hacer para satisfacer su necesidad espiritual y no sabe como manejar sus propias vidas, pero nos maravilla ver cómo la gente sabe lo que la iglesia los cristianos debemos hacer y de cómo debemos conducirnos.

1. La gente espera de la iglesia que sea fiel a sus enseñanzas (Apocalipsis 2:10).

Hay una palabra que se ha latinizado desde hace ya mucho tiempo que es la palabra fariseo (fariseísmo). Los fariseos eran una secta religiosa a la cual Jesús reclamó que eran hipócritas. Enseñaban y obligaban a la gente a vivir de una manera, pero ellos no sentían en su corazón sus propias enseñanzas. La gente espera que nuestra actitud, nuestro diario vivir y nuestras acciones reflejen lo que tanto predicamos.

2. La gente espera que la iglesia infunda esperanza (Efesios 4:1–4).

No hay esperanza para el que no tiene a Cristo, pero ellos tienen necesitan ver en nosotros esperanza. El fatalismo, el pesimismo y la incredulidad no es lo que espera el mundo de nosotros. Ellos se burlan de nuestra fe y aunque carecen de dirección en sus vidas y han perdido el rumbo totalmente nosotros debemos influir en ellos con nuestra esperanza (Romanos 15:4).

3. La gente espera de la iglesia compromiso (Lucas 9:23).

La falta de compromiso está matando la fe de muchos. Tenemos que renunciar un poco a nuestra comodidad y comprometernos más con el Señor. El hombre de hoy se las ha ingeniado para poner en nuestras manos tantas cosas y para involucrarnos en tantos proyectos, ya sean profesionales, seculares o diversión, que nuestro compromiso con Dios está quedando para lo último, y lo que queda para el final, muchas veces no hay tiempo para hacerlo. La gente común espera que estemos comprometidos con Dios, con la iglesia, con nuestra familia y con ellos también.

Thursday, October 25, 2012

Nuestra Regla de Fe y Práctica


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

La Biblia es nuestra única regla de fe y práctica. Todas las cosas van a pasar, pero no ella (Mateo 24:35). Las promesas que Dios ha hecho no se desvanecerán aunque todo acabe, porque trascienden el cielo y la tierra. Ni una jota ni una tilde de lo que Dios ha dicho en su Palabra serán disminuidas o quitadas porque es Palabra de Dios. En ella encontramos palabra de vida eterna (Juan 5:39).

Dios inspiró Las Escrituras para que el creyente aprendiera a perfeccionar su vida (2 Timoteo 3:16, 17) y estuviera preparado para hacer buenas obras. La Biblia es el libro más maravilloso que existe y a pesar de que fue escrito en un período de aproximadamente 1500 años, todas sus enseñanzas concuerdan porque tiene un solo autor, Dios mismo, el cual inspiró a los hombres de Dios a través del Espíritu Santo para que escribiesen en sus propios estilos las más grandiosas enseñanzas jamás dadas a hombre alguno (1 Pedro 1:21).

Muchos desean encontrar la voluntad de Dios, pero la voluntad de Dios se encuentra en su Palabra que da testimonio del plan de Dios para la vida de los cristianos y reprende el pecado de la humanidad (Romanos 3:19, 20). La Palabra de Dios ha venido a ser el institutriz para enseñar a la humanidad cuan lejos está de Dios. La Biblia contiene la promesa más grandiosa y sublime que se le haya hecho al hombre: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16).

Se hace evidente en sus páginas que su objetivo es mostrar el amor de Dios al hombre y el sacrificio de Cristo por toda la humanidad perdida para que sean salvos de sus pecados. Hay una razón por la cual fue escrita la Palabra de Dios y esa razón somos nosotros los seres humanos, y lo ha hecho, para alumbrar nuestros pasos en medio de esta vida obscurecida por la maldad (Salmo 119:105).

 

Monday, October 15, 2012

Uno en Cristo

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

…solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz… ~Efesios 4:3

La unidad es una virtud necesaria en la iglesia. Todos los esfuerzos humanos por mantener la unidad fracasan porque están fundamentados en la utopía de un mundo lleno de paz sin Dios. La Palabra de Dios es clara al afirmar que debemos guardar la unidad que es producida por el Espíritu Santo que hay en nosotros para que tengamos paz.

La unidad fue hecha por el Espíritu. No es un esfuerzo nuestro la unidad, sino un don del Espíritu el cual cada creyente debe “guardar”. Cuando fuimos añadidos a la iglesia de Cristo comenzamos a compartir esa unidad del Espíritu. La Palabra de Dios dice que debemos “guardar la unidad del Espíritu” porque es el Espíritu de Dios el que mantiene unida a la iglesia. Depende de nuestra relación con Dios el que seamos uno en el Señor y no de nuestra capacidad para hacer lo “políticamente correcto”. Puede que funcione por un tiempo, pero al final la unidad se deshará porque el motor de esa unidad no es el Espíritu.

Jesús oró por sus discípulos y por los que habían de creer para que fueran uno (Juan 17:20, 21) y no solo esto, sino para que fueran perfectos en unidad (Juan 17:23). El propósito de estar unidos es para que el mundo conozca que Dios envió a Jesucristo. Si nos amamos unos a otros, entonces estaremos unidos y si estamos unidos estamos dándole al mundo el mensaje del Señor. Una iglesia unida es una iglesia en la cual la paz de Dios reina en los corazones porque Dios está en control de nuestras vidas. Así que debemos estar solícitos en guardar la unidad que depende de una buena relación con Dios para que tengamos paz — no la del mundo, sino la de Dios (Juan 14:27).

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. ~Filipenses 2:1–2

Monday, October 8, 2012

Los Dos Señores

Por: Pastor Carlos A. Goyanes
 
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.  ~Mateo 6:24 

Nuestro Dios es un ser real. Nosotros los creyentes lo sabemos, sin embargo, las cosas de la vida, lo que vemos y palpamos con nuestras manos, nos resultan tan atractivas que a veces intentan ocupar el lugar de Dios. Queremos ser fieles al Señor, pero lo que el mundo ofrece es contante y sonante, mientras que todavía no hemos recibido lo que Dios nos prometió y por eso desmayamos. La fe flaca y desnutrida de muchos creyentes les hace caer en la tentación de dejar a un lado a Dios y volcarse a los placeres del mundo. No es malo disfrutar la vida sanamente, pero sí es peligroso para nuestro bienestar y seguridad espiritual que lo material ocupe el lugar de lo espiritual.

O servimos a Dios o servimos a Satanás. No se puede servir a dos señores porque uno de los dos será desatendido. Además, las demandas de Dios muchas veces se oponen a las demandas del mundo, de manera que quien se hace amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios (Santiago 4:4). Muchos cristianos tratan de ocultar su hipocresía espiritual tras el manto de la fe y es allí donde Satanás se está infiltrando en la vida de muchos creyentes. Tras ese vestido de fidelidad está una vida falsa de pecado, de amor a las cosas de la carne, de sometimiento a lo mundano. ¿Cómos lo sabemos? Retírele el internet, el televisor y el celular a una persona y lo verá; dele a otros las riquezas y lo sabrá; a otros quítele lo que poseen y lo averiguará. Veremos que sus vidas se convierten en nada, porque su confianza estaba en lo que el mundo ofrece y no en lo que Dios ya le dio.

Decimos al Señor que le amamos, pero puede que estemos sirviendo a otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6:24). La palabra traducida como “riqueza” usada en este pasaje es Mamón que es un término arameo que significa literalmente “un almacén secreto” o “riquezas”, que en este caso hemos acumulado para nuestra gloria y placer; o sea, algo que pertenece al mundo en el que los derechos de Dios no son reconocidos (Lucas 12:16–21), en oposición a la verdadera riqueza, que pertenece al mundo venidero (Filipenses 4:19; Colosenses 1:27). Nuestro Señor Jesús fue claro cuando dijo que hay un solo camino y que solo a través de ese camino llegamos a Dios (Juan 14:6). Dios requiere por derecho todo nuestro corazón y no está dispuesto a compartirlo con el mundo (Deuteronomio 6:5; Mateo 22:37).

Nuestra fe se caracteriza por servir a Dios y no a los ídolos, pero hay muchos ídolos en la vida de los creyentes. Todo lo que ocupa el lugar de Dios se ha convertido en un ídolo para nosotros, o sea, en otro señor al cual servimos y en el que confiamos. Puede ir desde una cuenta bancaria hasta el simple gusto de sustituir el tiempo de Dios por una novela. Puede que sea una carrera universitaria en la cual confiamos tanto o un negocio, pero, ¿qué tal si descubrimos después que todas esas cosas, que son en parte necesarias, son temporales? Ya sabíamos esto, pero no la habíamos aceptado hasta que nos dimos cuenta que no satisfacen el alma.

…Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas.

~Salmo 62:10c

 

Monday, October 1, 2012

¿Dónde Está Tu Corazón?

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. ~Mateo 6:21

Hay dos palabras claves en este versículo y son las palabras tesoro y corazón. El tesoro son los valores materiales, morales y espirituales. Los valores son aquellas cosas a las que les damos más importancia, lo que ganamos en esta vida y que son el centro de nuestro corazón. Y porque creemos en ellos a menudo los practicamos. Estos valores tienen la capacidad de cambiar todo lo que somos y nos hacen poner la mirada en ellos. Además, ya que Dios nos ha puesto como la influencia más poderosa del mundo, debemos cuidar nuestros valores, no sea que las vidas de otros sean transformadas de una manera que no agrada a Dios. Una vida que agrada a Dios tiene que ver con los valores que Dios nos enseña en su Palabra y no con los valores que nosotros tenemos, o traemos de nuestra cultura, educación o estilo de vida.

La Biblia dice que el corazón es el culpable de lo que somos (Jeremías 17:9). De nuestro corazón sale toda clase de pensamientos y actitudes (Mateo 12:35). Es vital que como discípulos de Cristo cuidemos nuestro corazón para conservarlo sensitivo y abierto a la palabra de Dios. Conociendo la naturaleza del corazón, debemos de arraigarnos al evangelio y permitir que Dios purifique nuestro corazón a través de la sangre de Cristo, mediante la obra del Espíritu y la Palabra de Dios.

Pero, ¿cómo sabemos dónde está nuestro corazón? Es evidente que en lo que más pensamos, a lo que más tiempo y dinero le dediquemos es lo que nos ha robado el corazón. Lo que más valoramos es lo que ocupa el centro de nuestras vidas y es nuestro tesoro. Algunos ponen su mirada en las cosas materiales como el bien supremo a sus necesidades, pero sabemos que las riquezas de este mundo son temporales. Otros ponen su mirada en pasatiempos, porque según ellos la vida es corta y hay que disfrutarla. En cambio, otros ponen su mirada en Dios, disfrutan la vida y las cosas materiales de una manera sana sabiendo que el mayor tesoro y la fuente de todo es Dios, del cual provienen todas las cosas, las materiales y las espirituales. Dios nos hizo de dos naturalezas: la material y la espiritual. Las dos han de ser satisfechas. La material a través de lo material dándole un buen uso para no desagradar a Dios y la espiritual con lo espiritual siendo hijos de Dios obedientes.

Los cristianos conocen la verdad que hace libres a aquellos que creen en Cristo (Juan 8:32), pero hay creyentes que no son libres porque están atados a costumbres, cosas materiales y dogmas espirituales que no dejan que el Espíritu de Dios tenga libertad. Han puesto como tesoro a estas cosas en vez de haber puesto como teso-ro a Dios. Son cadenas que los atan y que para romperlas tiene que desterrar lo carnal que hay en ellos. Todos hemos sido tentados alguna vez a ponernos las amarras de lo terrenal en nuestras almas, pero las consecuencias han sido siempre las mismas — vidas insatisfechas, depresión, mal carácter, odio, envidia, falta de santidad, poca consagración al Señor y mal testimonio. Un barco no puede zarpar si sus amarras no han sido quitadas. De la misma manera, un cristiano no puede crecer si no se ha desecho de las ataduras que le impiden correr en la carrera de la fe (Hebreos 12:1; Efesios 4:22).

Nosotros somos el tesoro de Dios (Malaquías 3:17; Éxodo 19:5), permitamos que Dios sea nuestro tesoro. No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; mas haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón (Mateo 6:19–21).