Thursday, February 14, 2013

Los Dos Cimientos


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. ~Mateo 7:24
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena… ~Mateo 7:26

Edificar puede que nos lleve mucho tiempo, sobre todo si ponemos nuestro empeño para hacerlo bien. Una casa no se construye de un día para otro. Al menos, en aquellos tiempos era necesario un fundamento firme y un lugar apropiado. Eso no ha cambiado. Los constructores de aquella época buscaban las piedras desnudas y resistentes para construir. Si era necesario, cavaban como mucho esfuerzo para llegar a la roca que afirmaría sus casas.
La casa que estamos construyendo representa nuestras vidas. Todos tenemos que construir, pero tengamos cuidado, no sea que estemos edificando sobre el terreno equivocado. Jesús enseñó que hay dos clases de constructores: los que oyen La Palabra, los que edifican sobre un terreno firme, la roca; y los que no oyen La Palabra y edifican sobre un terreno blando, o sea, la arena. Por supuesto, el Señor se estaba refiriendo con algo cotidiano a lo espiritual.
Los que edifican sobre la Roca han garantizado que sus moradas resistan los embates del tiempo (Mateo 7:24). La Roca representa a Cristo, en el cual debe estar puesta toda nuestra esperanza de salvación (Hechos 4:11–12). No estaremos exentos de las pruebas aun si nuestra casa espiritual ha sido fundada sobre la fe en Jesucristo, pero estaremos seguros de que los vientos doctrinales y los ríos de filosofías, por muy impetuosos que sean, no podrán contra ella. Lluvia, inundaciones y vientos fuertes representan las pruebas que nos sobrevendrán (Mateo 7:25). No podemos escoger las pruebas que tendremos que pasar en esta vida, solo vendrán. Las tentaciones, las persecuciones, necesidades, enfermedades, muerte, abandono, etc., son algunas de las cosas que sufriremos, pero si estamos sobre la Roca, resistiremos aunque nuestra casa se menee por la fuerza de ellas. En un mundo turbulento y tambaleante, donde el pecado y la maldad amenazan la vida de todo hombre en todo lugar, tenemos que asegurar que nuestra casa esté siendo edificada sobre la Roca.
Los que edifican sobre la arena edifican en la desesperanza de una vida corta y sin resultados a largo plazo (Mateo 7:26). Sus casas elegantes y su apariencia hermosa dan a entender que están seguros, pero cuando vienen los ríos de pruebas y los vientos de desesperanza, cae todo el edificio que construyeron y se quedan sin nada. El que construyó sobre la arena edificó con poco esfuerzo — era lo más fácil, era lo que no costaba trabajo. Fue holgazán para cavar en la roca. Le gustaba más lo superficial. Son muchos los cristianos que no están construyendo sus vidas sobre Jesús, sino sobre sus propias opiniones, intereses y deseos como lo hacían los escribas y fariseos (Mateo. 7:28–29).
Siempre van a haber tormentas en esta vida, pero resistirlas depende sobre qué fundamento está puesta nuestra casa espiritual: sobre la Roca, Cristo; o sobre la arena, lo que ofrece este mundo.

¿Dónde Está Tu Fe?


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.  ~Mateo 8:10
La fe es algo natural que deben tener los hijos de Dios, o al menos eso es lo que Dios desea. El espera que cada creyente tenga la certeza de que Él es y no hay otro como El. Jesús se maravilló de la fe del centurión romano, pero su maravilla mayor era que su fe sobrepasaba a la fe de los de su pueblo. Es algo controversial ver como alguien que creemos que no es hijo de Dios tenga más fe que nosotros los miembros de su iglesia. El mundo ya ha sido vencido por el Señor (Juan 16:33); pero a veces, parece que el mundo nos ha vencido a nosotros. Solo una persona que ha nacido en Cristo y tiene fe puede vencer al mundo (1 Juan 5:4).
Los cristianos hemos sido llamados a vivir por fe si queremos agradar a Dios (Hebreos 11:6). La gran diferencia entre los hijos de Dios y el mundo es la fe. Hacer la diferencia en estos tiempos modernos es difícil porque con frecuencia nuestra fe flaquea, pero si hay fe en el Señor, nos mantendremos al margen del mundo y daremos testimonio de lo que creemos. La vida diaria con sus retos amenaza nuestra fe y pone a prueba nuestros principios cristianos, pero nuestra fe debe ser algo genuino y no algo influenciado por lo que nos rodea.
El centurión romano tenía a cargo cien hombres, era una persona influyente y con poder; sin embargo, en un acto de fe nos dio varias enseñanzas:
1.     Dio el primer paso de fe: reconoció a Jesús como Señor (Mateo 8:2). Este es el primer y más grande paso para una relación de fe con el Señor. Al depositar su fe en el Señor, estaba reconociendo su señorío y grandeza.
2.  Se humilló al reconocer su indignidad y al decir que él estaba bajo autoridad (Mateo 8:8–9). Al advertir nuestra pequeñez delante de Dios damos lugar a la manifestación de su poder a través de nosotros al dejar que él tome el control de nuestras vidas. Estamos bajo autoridad, bajo el señorío de Cristo. No somos su centurión, sino sus soldados. Someterse es el problema del hombre rebelde que reclama su protagonismo en este tiempo presente. La Escritura nos dice que tenemos que someternos a Dios (Santiago 4:7).
3.  Creyó en el poder del Señor (…solamente di la palabra, y mi criado sanará…Mateo 8:8). También Jesús reconoció la fe de él (Mateo 8:10). La fe que se menciona en el pasaje no es el conjunto de principios bíblicos en los cuales descansa nuestra creencia, sino en la profunda convicción interior de que Dios puede obrar a pesar de lo difícil que parezca la solución del asunto que está delante de nosotros. Ese tipo de fe maravilla a Dios (Mateo 8:10).

Quiero, Sé Limpio


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. ~Mateo 8:2–3
Jesús había terminado de predicar su gran Sermón del Monte (Mateo 5–7) y ahora estaba rodeado de una gran multitud. La gente lo seguía porque sus enseñanzas eran diferentes a las enseñanzas hipócritas de los líderes religiosos de su época (Mateo 7:28–29). Sus enseñanzas eran superiores a las de los escribas y los fariseos. Un nuevo movimiento religioso se estaba formando basado en las enseñanzas de un verdadero profeta que también era el Hijo de Dios.
Mientras la gente competía por estar cerca de Jesús, algo los separó abruptamente. Era la llegada de un leproso que se acercaba al Señor (Mateo 8:2). Todos huían de la presencia de los leprosos porque estaban contagiados con una enfermedad que podría ser infecciosa. Aunque en nuestros días es raro ver un leproso por-que la lepra casi ha sido erradicada, en aquellos tiempos no existía el amparo de los medicamentos modernos y era necesario que los leprosos estuvieran lejos de la gente que estaba sana. Por eso se habían dictado leyes para ello (Números 5:1–4).
El legalismo judío extremaba las leyes de Dios haciéndolas insoportables al pueblo. De manera que, los leprosos se convertían en víctimas de la crueldad y el desapego de los hermanos de su nación. Todos huyeron, pero Jesús lo esperó. El leproso se postró delante del Señor y le dijo: “Si quieres puedes limpiarme.” Y el Señor les respondió: “Quiero, sé limpio.” La lepra lo dejó al instante (Mateo 8:2–3).
Hay tres enseñanzas que podemos sacar de las palabras de este leproso:
a. Reconoció a su Señor. El hecho de que desafiara toda aquella multitud que lo despreciaba, de que se postrara y dijera: “Señor, puedes limpiarme,” fue suficiente. Demostraba que creía en El.
b. Demostró que estaba bajo su voluntad cuando apeló a ella. Dijo: “Si quieres, puedes limpiarme.” Expresó con sus labios la posibilidad de que si el Señor no quería, no lo limpiaría. Los movimientos modernos evangélicos exigen a Dios una respuesta cuando la realidad es que Dios es soberano y El responderá como Él quiera. Jesús fue ejemplo de esto cuando en Getsemaní dijo al Señor: “…no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).
c. Mostró con fe que Dios puede. En sus palabras, “si quieres, puedes limpiarme,” el leproso expuso su fe en el poder de Dios. Los fracasos de la vida cristiana están relacionados con la falta de fe. La fe produce obediencia a la Palabra de Dios. La Biblia dice: “es la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1).
La lepra tiene también un sentido simbólico en la Biblia. Representa la inmundicia del hombre, que es el pecado. No podemos pasar por alto nuestros pecados, porque el no obedecer a Dios enferma el alma y trae consecuencias desastrosas para la vida del hombre. Y la mayor de ellas es la muerte eterna, puesto que las consecuencias del pecado ya garantizaron la muerte física.
Todos los seres humanos estamos en el corazón de Dios, pero no siempre somos conforme a su corazón. Jesús tiene un gran interés en los que sufren, los que viven en la miseria, los que están sin esperanza. Él quiere salvarnos y dio su vida para eso. Sus palabras: “Quiero, sé limpio,” son también para nosotros. Como el tocó al leproso, quiere tocarte a ti con su divina misericordia para sanar tu alma (1 Juan 1:7).