Monday, April 15, 2013

La Autoridad del Hijo del Hombre


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. ~Mateo 9:6
No todas las personas están dispuestas a reconocer la autoridad de Jesús; pero a pesar de la oposición el Señor muestra su autoridad de muchas maneras. En el pasaje de Mateo 9:1–8, Jesús llegó a Capernaum. Su fama era tal que el lugar donde Él estaba se llenó de gente de modo que no cabían en aquel lugar. En otro pasaje paralelo La Escritura nos dice que había gente allí de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén; también estaban presentes personas importantes de los líderes de los judíos, tales como los fariseos y los doctores de la ley. Su audiencia estaba bien representada (Lucas 5:17).
Jesús tomó algunas acciones que algunos alabaron y otro criticaron:
1. El Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar (…dijo al paralítico…tus pecados te son perdonados. Mateo 9:2).
Nuestra fe y doctrina cristiana tienen como antesala las enseñanzas del Antiguo Testamento. De hecho sin Antiguo Testamento no hay nuevo Testamento. La enseñanza vetero-testamentaria arroja que solo Dios puede perdonar pecados. Eso lo tenían muy claro los judíos, por eso acusaron de blasfemia a Jesús cuando le otorgó el perdón de los peca-dos al paralítico (Mateo 9:2). Lo que ellos no aceptaron, ni entendieron nunca por causa de sus mentes legalistas y pecaminosas, era que Jesús no solo era hombre, sino que era Dios también. Al Jesús anunciar que Él era el Hijo del hombre estaba diciendo algo que los judíos conocían muy bien (Daniel 7:13–14). La expresión en hebreo ben-‘adam y en ara-meo bar-‘anash representa a un hombre, hijo de la humanidad (Hijo de hombre), simplemente hijo de Adán, un ser humano. Ellos sabían que uno de los títulos del Mesías era el “Hijo del hombre.” Para ellos Jesús no era el Hijo del hombre y por lo tanto no podía perdonar pecados, porque no era Dios. Se habrán preguntado: ¿Cómo es que un simple carpintero de Nazaret podía perdonar pecados si nosotros los fariseos, los doctores de la ley y nuestros sacerdotes no nos atrevemos a hacerlo porque sabemos que solo Dios puede perdonar los pecados (Marcos 2:5–7)? Los cristianos sabemos con certeza que Jesús es perfectamente hombre y perfectamente Dios. En su naturaleza divina podía perdonar pecados y en su naturaleza humana sufrió como hombre para salvarnos.
2. El Hijo del hombre tiene autoridad para sanar (le dijo al paralítico: Levántate toma tu cama y vete a tu casa. Mateo 9:6).
Demostró que si tenía poder para perdonar pecados, también lo tenía para levantar al paralítico. La parte más difícil de la fe es demostrarla. Decir que creemos es fácil, pero la fe lleva consigo una vida de obediencia voluntaria que demuestra que somos hijos de Dios. La fe nos mueve a obedecer. De la misma manera, Jesús demostró su autoridad no con palabras, que a los oídos incrédulos de los religiosos de la época sonaban a blasfemia, sino con poder al obrar aquel milagro. Después de todo, cualquiera podría pronunciar palabras como tus pecados te son perdonados; pero Él, para demostrar su autoridad, le dijo al paralítico levántate, toma tu cama y vete a tu casa (Mateo9:6). Solo Dios puede dar absolución a nuestros pecados; ningún hombre por muy santo o consagrado que parezca puede hacerlo. Aquellos cuatro hombres trajeron al paralítico y al ver la multitud, sabiendo que no podían llegar a Jesús, lo subieron en el techo, abrieron un hueco y lo bajaron delante del Señor. Ellos creían que Jesús podía sanarlo, tanto el paralítico como los que lo acarreaban (Mateo 9:2). Dios siempre responde con autoridad a nuestra fe para darnos la victoria (1 Juan 5:4). Es muy triste ver a tantas personas que de una manera u otra han experimentado algún milagro en sus propias vidas y no creen en el Dios de los milagros. Su fe es temporal porque toda su vida han trabajado para las cosas terrenales, en cambio Dios se da a conocer a través de su Hijo para que nos ocupemos en las cosas eternas.

Wednesday, April 10, 2013

El Regreso del Rey


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.  ~Apocalipsis 1:7

Hay una iglesia con una puerta pequeña en Belén — es tan pequeña que hay que encorvarse para entrar a ella. Cuando entras es una iglesia grande. Debajo de ella hay una cueva a la que se puede llegar desde adentro del templo por una escalera. A esta iglesia se le llama la iglesia de la Natividad, porque se cree que en la cueva que está debajo de ella nació Jesús. ¡Todavía recordamos el día en que Jesús vino al mundo! No se puede esconder esta realidad. Tanto luchó Satanás usó al rey Herodes para impedir que Jesús viviera, así que este hizo que los niños de toda Jerusalén y sus alrededores fueran asesinados en un intento por callar el mensaje de Dios al mundo (Mateo 2:16).

Nadie nunca ha podido hacer callar a Dios. Ahora nos habló a través de su Hijo que vino a padecer por nosotros. Fue probado muchas veces, pero todas las veces venció. Fue llevado al desierto para ser tentado e incitado a convertir las piedras en pan después de 40 días sin ingerir alimentos. Satanás lo tentó porque él sabía que Jesús podía hacerlo, pero no lo hizo. Fue tentado en todo (Hebreos 4:15), aun a renunciar a la cruz (Mateo 27:39–44), pero no lo hizo. En la cruz pudo pedir la asistencia de los ángeles y renunciar al castigo de nuestra paz, pero no lo hizo.

Murió después de pedir perdón para nosotros (Isaías 53:12; Lucas 23:34) y al decir consumado es (Juan 19:30), estaba diciendo que todo lo que le había sido demandado por Dios en cuanto a nuestra salvación lo había cumplido. La celebración de los que lo querían ver muerto duró poco porque al tercer día resucitó poniendo el último clavo en el ataúd de Satanás. El venció para darnos la victoria. Como Rey triunfante volverá por su pueblo y nadie podrá impedirlo. Rompió lo grilletes de la muerte y las cadenas del pecado que nos ataban fueron despedazadas por Él. Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31).

Él prometió regresar y lo hará. Si ha cumplido en su vida y en su muerte gran parte de sus promesas sin faltar a una, ¿cómo no cumplirá también las que faltan? Si Dios nos dio a su Hijo, ¿cómo nos dará también con Él todas las cosas? (Romanos 8:32). La palabra de Dios es clara, Él  vendrá de la misma manera que fue al cielo (Hechos 1:11). Todos van a ver este evento (Apocalipsis 1:7), pero no todos se irán con Él . Si quieres ser parte de los que se van con el Señor tienes que entregarte a Él y estar preparado para ese día. No sabemos ni el día ni la hora (Mateo 24:36, 37), pero prometió regresar y lo hará (Apocalipsis 22:7, 12, 13,16). La primera vez vino a enseñarnos el camino a través de la verdad para darnos vida (Juan 14:6); pero la segunda vez que venga arrebatará a su pueblo para que viva eternamente con Él  en el lugar que nos tiene preparado (Juan 14:2). El Señor dijo: Ciertamente vengo en breve y la iglesia responde: Sí, ven, Señor Jesús (Apocalipsis 22:20).

Monday, April 1, 2013

¡Resucitó!


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. ~Hechos 10:39–41

Ser testigo es una parte muy importante en la extensión del evangelio por el mundo. Pedro hablaba por él y por los otros discípulos del Señor que habían visto al Cristo resucitado. A través de la historia los cristianos, aunque no estuvieron de cuerpo presente en la crucifixión, y mucho menos en la resurrección, han sido testigos de estos eventos a través de la obra del Espíritu Santo en sus vidas que da testimonio de que el Señor murió y resucitó al tercer día como estaba escrito.

La historia es contada y revivida cada año para que los que han creído en el sacrificio de Cristo no olviden cuánto Dios pagó y todo lo que Cristo sufrió por nosotros. Sirve también de testimonio a los que no conocen del Señor para que valoren lo que Dios hizo y cómo ama a la humanidad. El amor de Dios es único, impar e insuperable. Por mucho que el hombre se esfuerce, no puede igualar amor tan sublime y desinteresado. Por eso, todo el que se acerque a Dios recibe perdón si se arrepiente de sus pecados y cree en Cristo como Salvador y Señor de su vida. No importa lo grave o el número de tus pecados, El los perdonará.

La duda y el rechazo son pecados que han alejado de Dios a la humanidad. Pero Cristo ha resucitado. No hay duda de ello, porque los que se acercan a Dios reciben la confirmación de la resurrección de Cristo al ser convencidos por el Espíritu Santo. En un mundo lleno de pecado y de muerte, la resurrección de Cristo hizo que el reino de Dios irrumpiera como un foco de luz en las tinieblas. Ya no estaríamos en obscuridad porque la gloriosa resurrección de Cristo llenó la tierra de luz.

Jesús tiene toda autoridad sobre el cielo y sobre la tierra (Mateo 28:18), de manera que, todos los poderes del universo tienen que someterse a Él. Su victoria será mediante la predicación del evangelio a través de sus discípulos que han hecho un compromiso con Él. Los que no estén comprometidos, no pueden ser discípulos de Cristo. Todos los derechos de nuestra vida son reservados a Él, por lo tanto, tenemos que serle fiel con nuestro testimonio personal y con nuestra predicación. La iglesia debe obedecer cumpliendo el ministerio que ha sido puesto en sus manos.

El Señor Jesús rompió todos los modelos de la lógica humana con todo lo que hizo. En el plan maestro de Dios sucedieron cosas inimaginables para el hombre y la más grande de ellas fue la resurrección de Cristo al cual la tumba no pudo contener. Este mensaje glorioso debe ser predicado a todas las naciones (Mateo 8:19–20).¡Cristo ha resucitado! Apoyados en las promesas del Señor podemos recibir perdón y amor abundante.