Por:
Pastor Carlos A. Goyanes
Otra parábola
les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza,
que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña
de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y
se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus
ramas. ~Mateo 13: 31–32
La parábola del grano de mostaza aparece en los tres
evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Al parecer esta parábola
impresionó a los discípulos de Jesús, de tal manera que tres veces se menciona
en los Evangelios. Una vez más la semilla de mostaza es mencionada por el Señor
con un sentido diferente; pero aludiendo a su pequeñez para dar una enseñanza
acerca de la fe (Mateo 17:20). La planta de mostaza es bien conocida por sus
granos de sabor picante y porque provenía del grano más pequeño sembrado en el
campo. Esta planta alcanza hasta quince pies de altura. En su madurez sus ramas
se volvían rígidas y servía de refugio a cualquier tipo de ave.
Los judíos esperaban un mesías que los liberara del
yugo romano y estableciera un reino; pero Jesús enseñó que el reino era
diferente. El reino terrenal que ellos esperaban difería de las enseñanzas de
Jesús que hablaba de un reino espiritual. Este reino los llevaría a una
dimensión diferente al de sus expectativas porque los llevaba a valores eternos.
El reino de los cielos tuvo un inicio pequeño; pero contrastó con su gran
crecimiento. Todo comenzó con algo aparentemente pequeño. Un niño que nació en
Belén de Judea, una ciudad pequeña, con un recibimiento pequeño (solo algunos
pastores y algunos magos del oriente); comparado a la semilla de mostaza, la
más pequeña de las semillas conocidas en esa área. Dios no deja de
sorprendernos; Él puede empezar con algo pequeño y convertirlo en algo muy
grande. Lo que parece insignificante puede convertirse, en las manos de Dios,
en algo inmensamente inimaginable. Algo que no parece tener valor alguno viene
a ser fundamental. Los judíos no le dieron valor a Jesús, la piedra que los
edificadores desecharon, pero vino a ser la piedra angular en donde millones de
personas a través de los siglos han fundado sus vidas (Salmo 11:22; Hechos 4:11–12).
Los seres humanos carecemos de paciencia para las
cosas; pero Dios tiene toda una eternidad para que sean cumplidos sus
propósitos. Aun así, Dios ha puesto un tiempo a la humanidad para solucionar
sus problemas con Él. El reino de los cielos se trata no solo de un lugar, sino
de un grupo de personas. El reino de los cielos está entre nosotros ya que el
reino de los cielos se compone de un Rey y sus súbditos (Lucas 17:21). Es lento
al principio y los pasos son pequeños; pero después da muchos frutos. La
semilla de mostaza es pequeña, pero da lugar a la más grande de las hortalizas;
produce muchos frutos, y aun en sus ramas anidan las aves. Hay lugar para todos
los que como las aves quieren habitar debajo de las alas de Dios (Salmo 91:1;
4). Se puede lograr a través de Jesucristo nuestro salvador, porque no hay otro
nombre en el cual podamos ser salvos (Hechos 4:12). Ya el reino de los cielos
no es una semilla de mostaza, ahora creció y se ha convertido en una gran
planta que alberga a millones de cristianos que se entregaron al Señor y le
obedecen.