Monday, January 27, 2014

Una Oportunidad Para Toda la Humanidad

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas. ~Mateo 13: 31–32

La parábola del grano de mostaza aparece en los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Al parecer esta parábola impresionó a los discípulos de Jesús, de tal manera que tres veces se menciona en los Evangelios. Una vez más la semilla de mostaza es mencionada por el Señor con un sentido diferente; pero aludiendo a su pequeñez para dar una enseñanza acerca de la fe (Mateo 17:20). La planta de mostaza es bien conocida por sus granos de sabor picante y porque provenía del grano más pequeño sembrado en el campo. Esta planta alcanza hasta quince pies de altura. En su madurez sus ramas se volvían rígidas y servía de refugio a cualquier tipo de ave.

Los judíos esperaban un mesías que los liberara del yugo romano y estableciera un reino; pero Jesús enseñó que el reino era diferente. El reino terrenal que ellos esperaban difería de las enseñanzas de Jesús que hablaba de un reino espiritual. Este reino los llevaría a una dimensión diferente al de sus expectativas porque los llevaba a valores eternos. El reino de los cielos tuvo un inicio pequeño; pero contrastó con su gran crecimiento. Todo comenzó con algo aparentemente pequeño. Un niño que nació en Belén de Judea, una ciudad pequeña, con un recibimiento pequeño (solo algunos pastores y algunos magos del oriente); comparado a la semilla de mostaza, la más pequeña de las semillas conocidas en esa área. Dios no deja de sorprendernos; Él puede empezar con algo pequeño y convertirlo en algo muy grande. Lo que parece insignificante puede convertirse, en las manos de Dios, en algo inmensamente inimaginable. Algo que no parece tener valor alguno viene a ser fundamental. Los judíos no le dieron valor a Jesús, la piedra que los edificadores desecharon, pero vino a ser la piedra angular en donde millones de personas a través de los siglos han fundado sus vidas (Salmo 11:22; Hechos 4:11–12).

Los seres humanos carecemos de paciencia para las cosas; pero Dios tiene toda una eternidad para que sean cumplidos sus propósitos. Aun así, Dios ha puesto un tiempo a la humanidad para solucionar sus problemas con Él. El reino de los cielos se trata no solo de un lugar, sino de un grupo de personas. El reino de los cielos está entre nosotros ya que el reino de los cielos se compone de un Rey y sus súbditos (Lucas 17:21). Es lento al principio y los pasos son pequeños; pero después da muchos frutos. La semilla de mostaza es pequeña, pero da lugar a la más grande de las hortalizas; produce muchos frutos, y aun en sus ramas anidan las aves. Hay lugar para todos los que como las aves quieren habitar debajo de las alas de Dios (Salmo 91:1; 4). Se puede lograr a través de Jesucristo nuestro salvador, porque no hay otro nombre en el cual podamos ser salvos (Hechos 4:12). Ya el reino de los cielos no es una semilla de mostaza, ahora creció y se ha convertido en una gran planta que alberga a millones de cristianos que se entregaron al Señor y le obedecen.


Tuesday, January 21, 2014

¿Trigo o Cizaña?

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.”  ~Mateo 13:24–25

Cuando sembramos la semilla nuestra aspiración es recoger abundantes frutos. Sin embargo; en este proceso tenemos que luchar contra los enemigos que tratan de destruir las plantas. Nuestro Señor Jesucristo profirió una parábola acerca de lo que ocurre en un sembrado de trigo. En este caso la tierra había sido preparada correctamente y las semillas habían sido sembradas bien. Lo que ocurrió es que el enemigo sembró una planta que se parece mucho a la planta del trigo durante las primeras fases de su crecimiento para crear problemas en la cosecha. La ley romana de aquella época prohibía sembrar cizaña entre el trigo de alguna persona y esto demuestra que la historia narrada por Jesús es realista. Los siervos vinieron a su señor y le dijeron que arrancarían la cizaña; pero el señor les dijo que dejaran crecer el trigo juntamente con la cizaña, no sea que al arrancar la cizaña exista el peligro de arrancar el trigo (Mateo 13:28–29).

Entre las buenas plantas coexisten las hierbas malas y esto es un hecho que no podemos pasar por alto. Esta parábola que Jesús pronunció a sus discípulos tiene un sentido abiertamente espiritual ya que expresa como el enemigo siembra dentro de las filas de la fe la cizaña que es el símbolo de la maldad y el pecado que puja por echar de los creyentes las virtudes cristianas. La parábola nos enseña que el enemigo vino a sembrar la cizaña cuando los siervos estaban dormidos. Esto representa que tenemos que estar espiritualmente bien despiertos, enfocados en la verdad de Dios y preparados para derrotar a un enemigo poderoso con la presencia del Todopoderoso en nuestras vidas. La maldad halla su halo en los corazones de los creyentes dormidos espiritualmente que dejan que el enemigo siembre disensiones (Mateo 13:25).

En la tierra permanecen los buenos y los cristianos auténticos, y a su vez Dios permite que los malvados no mueran y no sean castigados. Que los malos vivan por el mérito de los buenos parece algo absurdo; pero Dios lo permite porque no quiere perder ni una sola planta de trigo, o sea, ni una sola alma para su reino (Mateo 13:30; 2 Pedro 3:9). Su deseo es que aun los malos hallen abrigo en la obediencia de su Palabra. Está claro que los malos que hacen sufrir a la humanidad, que persiguen y matan a los inocentes, viven porque los creyentes que son fieles a Dios. Jesús mismo dijo que los creyentes fieles son “la sal de la tierra” (Mateo 5:13). As como la sal preserva, por causa de los creyentes es preservada la tierra bajo la esperanza de que alguno de los que son malos conozcan la bondad de Dios. Aunque la mala hierba crece junto al trigo, el amor y la misericordia de Dios es manifestado para todos, porque el sol sale y hace  crecer a ambos a pesar de sus acciones.

El mal no es algo natural sino que es producto del pecado que hay en la humanidad; es la tendencia humana en contra de la voluntad de Dios. Todos los seres humanos vivimos en medio de la maldad y a todos nos toca algo de ella. Como cristianos tenemos que aprender a vivir en medio de la cizaña que ha sido plantada por los enemigos de Dios. Esto nos exige fortaleza, perseverancia, paciencia y confianza en las promesas de Dios para que cuando llegue el de la cosecha hagamos la diferencia porque hemos permanecido al lado del proyecto que Dios planeó para nuestras vidas (Efesios 1:11–12).

Wednesday, January 15, 2014

El Perdón

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?  ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. ~Mateo 18:21

La relación que gozamos con nuestros hermanos en la fe es una de las bendiciones más grandes que la iglesia puede tener. De esta relación depende la armonía de la iglesia y de cada creyente que es fortalecido espiritualmente fomentando la amistad entre los hermanos. Por el contrario, el deterioro de estas relaciones cristianas es devastador para la iglesia. Desde una acción insignificante mal interpretada, hasta una acción preconcebida y a propósito, basta para que se deterioren las relaciones entre los hermanos. La ofensa de cualquier manera divide y resquebraja la paz de la iglesia.

Yéndonos al plano personal, es muy probable que cada uno de nosotros haya sido ofendido de alguna manera; pero debemos tener muy en claro la manera en que nosotros reaccionamos ya que somos diferentes a los del mundo. No podemos negarnos al perdón, sino que nuestra meta debe ser la reanudación de nuestras relaciones con nuestros hermanos que nos hayan ofendido. Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó que el que ha sido ofendido debe ir al ofensor para iniciar la reconciliación con él (Mateo 18:15). Si el hermano ofensor se niega a la reconciliación, según el Señor, debemos traer con nosotros a dos o tres testigos para tratar de lograr la reconciliación (Mateo 18:16); si aún no quiere escuchar, debe de ser llevado delante de la iglesia y si no oye a la iglesia debe ser tenido por “gentil y publicano” (Mateo 18:17).

Sin embargo, la enseñanza de Jesús era que deberíamos perdonar, aún si la otra parte no quiere reconciliarse con nosotros. El impetuoso apóstol Pedro preguntó al Señor: “… ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?  ¿Hasta siete?” (Mateo 18:21). Jesús no titubeó en su respuesta y le dijo: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” (Mateo 18:22). Los rabinos enseñaban que debía perdonarse hasta tres veces; Pedro sonó más generoso al decir siete veces; pero Jesús dijo setenta veces siete. Parece algo exagerado sobre todo para aquellos que han sido ofendidos por la misma persona varias veces; pero Jesús estaba garantizando que fueran muchas veces para que no pudiéramos recordar después de tantas veces las ofensas. Jesús estaba dando un mensaje con esto y era que debemos olvidar las ofensas que ya hemos perdonado para que perdonemos sin límites como Dios lo hace; esta es una lección que desafía a la gente a amar en un mundo que solo procura vengarse. De otra manera, si no olvidamos las ofensas que nos han hecho después de haberlas perdonado, no hemos perdonado realmente. Nuestra actitud debe ser espiritual y no carnal ya que la falta de perdón no es la actitud de un hijo de Dios.

Sabemos que no hemos perdonado cuando recordamos las cosas que nos hicieron con rencor y amargura. No es fácil perdonar sobre todo si la ofensa ha sido grande o si nos han ofendido muchas veces; pero si nos acogemos a la gracia de Dios podemos vencer todas las ofensas. Nadie ha sido más ofendido que Dios. Nosotros le ofendimos con nuestros flagrantes pecados y le abandonamos; ofendimos a su Hijo rechazando su sacrificio, le escupimos, lo golpeamos, lo maltratamos, lo crucificamos; pero El gozoso llevó la cruz (Hebreos 12:2) perdonando nuestras ofensas (Lucas 23:34; Romanos 8:2). Si hemos de ser semejantes a la imagen de Cristo, tenemos que aprender a perdonar. La deuda de perdón más grande la canceló Dios. Nadie jamás ofenderá a nadie como ofendimos a Dios; pero El en su misericordia nos redimió (1 Juan 1:7).



Monday, January 6, 2014

Reflexiona en Esto, Hoy es Mejor que Ayer

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.  ~Eclesiastés 7:10
1.   Hoy es mejor que ayer porque el ayer se fue, y el hoy, es todo lo que tienes.
El libro de Eclesiastés fue escrito por Salomón en su vejez. Está cargado de consejos y sabiduría la cual Dios le dio. Un anciano lleno de días reflexionando en el pasado, para hablarnos del presente, de manera que, cuando leyéramos sus palabras comenzáramos a practicar sus consejos. Este libro habla del presente, no del pasado. Todos sus conocimientos y sabiduría están escritos allí para que nos vaya bien en la vida. Para eso está la Palabra de Dios, no para que nos revolquemos en el pasado, sino para que vivamos un presente dirigido por Dios y lleno de esperanza. Como creyentes no podemos poner en duda los caminos que Dios va trazándonos en nuestro andar diario, sino que debemos confiar en Él en cada una de nuestras circunstancias, aun si son adversas para nosotros.
La paciencia es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) que debemos cultivar para preservar la paz interior mientras esperamos en Dios. Nuestra desesperación mental y la depresión ocurren siempre primero a pesar de que nuestros problemas suelen ser más pequeños de lo que originalmente pensamos. Nuestro ser interior exagera las cosas y nuestra voluntad se quiebra; pero nada hay tan grande que Dios no pueda solucionar; así que, no te apresures a juzgar o a tratar de hacer el trabajo de Dios porque Él lo tiene todo en sus manos; aunque tú no lo notes (Salmo 31:15a).
2. La vida pasa como ha pasado este año y lo que fue ya no será.
Se fue el año 2013 con sus alegrías y tristezas; es hora de trazar nuevas metas para este año 2014. No vivas del pasado, vive en el presente y prepárate para el futuro. Hay personas que viven en las nubes de un futuro que no llega, materialmente hablando, y por eso viven deprimidas y cansadas de la vida. Los pies deben estar sobre la tierra donde hay alegrías, pero también hay dolores enfermedades y tristezas. Benditos son los que viven aferrados a la fe y la esperanza de Jesucristo.
Muchas personas viven con nostalgia por las cosas que quedaron atrás como la juventud, lo que antes tenían y ya no tienen, lo que fue y ya no es. No pierdas tu tiempo en cosas que te distraen de mantener tu relación con Dios. Mirar atrás fue de condenación para la esposa de Lot (Génesis 19:26). No fue simplemente mirar atrás lo que destruyó su vida, sino su corazón que estaba puesto en lo que se quedaba atrás más que en Dios. Ella estaba embriagada con los deseos y las riquezas del mundo y fracasó. Aunque la gente de hoy vive mirando hacia atrás, nosotros los cristianos tenemos que mirar hacia delante, porque el que corre esta carrera de Dios mirando hacia atrás pierde el rumbo. Tenemos que tener los ojos puestos en la meta (Hebreos 12:2) para llegar a salvo (Lucas 9:62). Los que confían en Dios avanzan hacia la eternidad.
“Acuérdense de la mujer de Lot” fue la exhortación del Señor (Lucas 17:32) para que no miremos atrás. La Palabra de Dios nos exhorta a laborar en beneficio de nuestras vidas y en las de otros; pero es importante que no olvidemos a Dios, porque el que teme a Dios “saldrá bien en todo” (Eclesiastés 7:18). Aquel que ha puesto en Dios su confianza y obedece los preceptos de la Palabra de Dios en “todo lo que hace prosperará” (Salmo 1:3). 


La Luz Verdadera

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. Juan 1:9–10
La luz de Dios vino en la persona de Jesucristo. El vino para alumbrar a todos los hombres en este mundo; aunque siempre estuvo aquí, porque Él fue el creador; pero el mundo no se daba cuenta de Él. A pesar de todas las cosas creadas (Romanos 1:20), decidimos rechazar al Dios de la creación e ignoramos todas las cosas hermosas que creó para llamar nuestra atención al hecho de que el Creador que mayor a su creación en la cual nos incluimos nosotros.
Dios lejos de rechazarnos envió a su Hijo para iluminar nuestras vidas llenas de obscuridad (Isaías 9:2). Todos los hombres tienen algo de esa luz y esa luz tiene algo especial. Es como si quisieras dormir durante un día soleado, y cierras las cortinas, siempre entre algo de la luz. Así el hombre cuando cierre su mente y su corazón a Dios, siempre recibe algo de la luz divina.
Los magos que llegaron del oriente a Jerusalén habían visto una estrella, con la cual Dios les reveló el nacimiento de un Rey para el pueblo de Israel. Así que, se dispusieron ir a buscarlo. Si era el Rey de los judíos lo más lógico para hallarlo era en la ciudad de Jerusalén, la capital de Israel, así que llegaron a Jerusalén para ver al niño Rey. Así pensamos todos los seres humanos; pensamos en la grandeza; pero Jesús nació de una manera muy humilde.
Dios les reveló a los magos que aquel que había nacido era un Rey, no un príncipe. No tendría que esperar para heredar el reino, porque Él ya era Rey y reinaba en los cielos. Jesús era un Rey que venía a reinar. Herodes trató de apagar la luz de Dios matando a los niños en Belén y sus alrededores; pero no lo logró (Mateo 2:16–18). Vivimos en la confusión paranoica de Herodes que mató a los niños por sentirse amenazado por el Rey que había nacido. ¿Qué poder tendría un niño contra su espada? El no entendía que su reinado no era militar ni político, era espiritual. Así que decidió apagar la luz. Así vive el mundo, sin Dios y con la luz apagada, llenos de temores y culpas; de angustias y tristezas por causa del pecado.
Aun así; nadie podrá apagar la luz que Dios envió a iluminar a los hombres. La luz del sol ilumina lo exterior; pero la luz de Dios, que es Jesucristo, penetra hasta lo más íntimo del corazón del hombre. El hombre en su obscuridad no puede ver con claridad; pero la luz de Dios es como esa luz que a pesar de tener cerradas nuestras cortinas, algo de ella pasa y nos damos cuenta que es de día. Es hora de despertar del sueño de la ignorancia y salir de la obscuridad. Es hora de abrir nuestras cortinas y dejar que esa luz que vino al mundo para alumbrarnos ilumine nuestras vidas. Entrega tu vida a Jesucristo nuestro Salvador. Él es tu Salvador; pero te salvará solo si tú lo dejas. Por muy obscura que parezca tu vida recuerda que la luz en la obscuridad resplandece (Juan 1:5).


El Propósito de la Navidad

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. ~1 Timoteo 1:15
La época de la navidad tiene muchos atractivos. La gente espera esta fecha para hacer celebraciones, para reunirse con sus familiares y amigos, para hacerse regalos, para disfrutar de una buena comida y de una hermosa decoración. Se oyen villancicos en las tiendas, en las casas, en los autos, en las estaciones de radio cristianas, y en los anuncios de radio y televisión. No es posible que Jesús haya dejado su trono celestial y haya tomado forma humana para que nosotros nos pusiéramos a celebrar en medio de regalos y fiestas sin tomar en cuenta el significado de la Navidad.
1.   Dios tuvo un propósito al enviar a su Hijo Jesucristo al mundo. Jesús nació en Belén para traer la salvación a todo aquel que Él cree (Juan 3:16). El propósito de Dios no fue establecer un día festivo; Él quiso revelarse al mundo para que el mundo le conociera. Un mundo que literalmente estaba alejado de Dios y perdido en sus pecados (Isaías 9:2; Mateo 1:21). No está mal que celebremos; pero ¿qué es lo que estamos celebrando?
2.   El propósito de la navidad es que demos un mensaje al mundo.  Sabemos que los que no conocen a Dios lo único que desean es celebrar en sus pecados; pero los que han creído en Jesucristo tienen un deber espiritual y moral con el mundo, y es, en esta fecha, decir al mundo lo que significa la navidad y enseñar que el objeto de la navidad es Jesucristo mismo. Tenemos que celebrar, celebrar a Cristo en una celebración sana que dé testimonio de lo que somos. La gente tiene que saber por qué celebramos. Nuestra celebración debe destacar la venida del Hijo de Dios a un mundo rebelde que necesita arrepentimiento y reconciliación con Dios. No debe ser solo el aspecto romántico ni el acto poético de aquella noche en Belén si no todo habría sido en vano.
3.   Jesús vino con un mensaje y nos ha enviado a llevarlo a todas las naciones. (Mateo 28:18–20; Juan 15:27). La navidad no es solo para nuestro propio beneficio, sino para compartir el mensaje del Señor. No podemos olvidar  que hemos sido llamados a esta misión. Como creyentes estamos llenos de gozo, nos sentimos felices porque nuestros pecados han sido perdonados, nos alegramos de la presencia de Cristo en nuestras vidas; pero no podemos olvidar que hay muchos que están perdidos porque no tienen el Salvador que tenemos nosotros. Jesús comenzó con una misión al venir desde el cielo y nos la ha encomendado a nosotros. Tenemos que llevar su mensaje, así que en medio del gozo de esta navidad proclamemos su Palabra.
Piensa que el verdadero gozo no es la fiesta en sí misma, sino un corazón arrepentido y lleno del Espíritu de Dios. La verdadera satisfacción no está en los regalos, la comida que perece ni la euforia de esta fecha; está en el milagro de una vida redimida por Dios a través de su Hijo; en la renovación personal y en una vida que agrada a Dios (Salmo 16:11). Así que, cuando te sientes a la mesa a comer, recuérdale a todos cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo (Marcos 5:19). Aprovecha estas fiestas para hablar del poder de Dios que trae paz y gozo al corazón (Jeremías 33:9).