Monday, January 23, 2017

Consejos de una Madre

Hijo mío, fruto de mis entrañas, respuesta de Dios a mis ruegos, ¿qué más te puedo decir?
~Proverbios 31:2

El libro de los Proverbios comienza con los consejos de un padre y termina con los consejos de una madre. Entre los más grandes consejos de la Palabra de Dios se encuentran los consejos de una madre. Un rey inspiró su vida sobre ellos y los tomó para sí como un tesoro de mucho valor—este fue el rey Lemuel. Su madre primero apeló a su derecho maternal para darle estos consejos valiosos (Proverbios 31:1–2) y luego le dio tres consejos que guiaron toda su vida. Este rey Lemuel, según se menciona en el libro de los Proverbios, era de Masá, de los hijos de Ismael; aunque la tradición judía lo reclama diciendo que este era un apodo del rey Salomón. Si era de los hijos de Ismael, esto demuestra que algunos de los descendientes de Abraham por la línea de Ismael observaron la fe bíblica.

No es casualidad que estos tres consejos aparezcan en la Palabra de Dios, porque para Dios no hay casualidades. Son tres consejos que aún se mantienen vigentes para nuestros hijos y para nosotros hoy:

Primer Consejo: No Te Corrompas Sexualmente (Proverbios 31:3)
La inmoralidad sexual es el pan de cada día en el mundo y está alcanzando de una manera sorprendente a la juventud de hoy a pasos agigantados. Es tan actual como en los días del rey Lemuel. El pecado de la inmoralidad sexual ha derribado a reyes de su trono, ha depuesto a presidentes y a corporaciones, ha separado familias, destruido la vida de esposos, esposas y pastores. Este pecado ha hecho caer a todo tipo de personas que se han envuelto en él. Toda la fuerza, vigor y autoridad se pierden tras la inmoralidad que veta la razón con su engaño solapado, pero de terribles consecuencias. Si este hombre era Salomón (según la tradición judía),  cabe notar que lo que desvió su corazón no fueron sus riquezas, sino las mujeres. Olvidó los consejos de su madre. Si esto le sucedió a poderosos y a reyes, puede sucederte a ti.

Segundo Consejo: Cuídate de las Bebidas Alcohólicas (Proverbios 31:4-7)
En la Biblia aparece la historia de los dos hijos de Aarón que por ofrecer fuego extraño a Dios fueron muertos (Levítico 10:1–2). Pero su descontrol estaba dado por el licor ya que se dieron a la bebida alcohólica, de manera que su entendimiento se corrompió y se anularon sus pensamientos e hicieron lo malo ante los ojos de Dios. Siendo sacerdotes del pueblo de Israel entraron borrachos a ofrecer incienso a Dios. Esto les costó la vida. Después de este incidente, Dios le reclama a Moisés que todo el que entre en su santuario no puede beber licores (Levíticos 10:8–10). Es triste ver cómo los hijos ignoran el consejo de sus madres y se entregan a la vergüenza del alcoholismo que los desarma moral y espiritualmente. Hay creyentes sumidos en el liberalismo del alcohol y las mujeres; pero la Palabra de Dios, y a través del consejo de una madre, dice que no es propio de reyes hacer esto. Somos los hijos del Rey y no debemos caer en este mal testimonio.

Tercer Consejo: Se Justo (Proverbios 31:8–9)
La justicia está tan corrompida que ya no sabemos distinguir entre lo que es justo y lo que no lo es. Es necesario que miremos al más grande Modelo de justicia y escuchemos Sus palabras. Este modelo es Dios quien es el hacedor y creador de toda justicia, no la humana, sino una que trasciende todo entendimiento para rescatar lo bueno que queda en la humanidad, que de no ser por Dios, sería totalmente destruida. Esta justicia que comienza en Dios debe ser impartida a toda la familia, iglesia y nación. Leyendo el Oráculo Divino podemos comprender que la justicia de Dios es para nuestro bien.


Agradecemos a la madre de Lemuel por estos consejos que Dios inspiró en su corazón. ¡Qué hermoso es saber que Dios no hace acepción de persona! Tanto hombres como mujeres son usados de igual manera por Dios para dar un mensaje de moralidad y justicia a un mundo que se pierde por no escuchar sus consejos. ¡Gracias Dios por los consejos de nuestras madres cristianas!

Debajo De Las Alas

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Mateo 23:37–39

En un triste lamento el Señor llora sobre Jerusalén aquella ciudad cuyos habitantes le rechazaron (Lucas 19:41). Fue conmovido a lágrimas, no por lo que sabía que iba a padecer, sino por la condenación que recibirían los habitantes de Jerusalén—porque habían rechazado al Rey triunfante. Dios los había visitado, pero ellos cerraron sus puertas para no recibirlo. Pueblo testarudo que usó de la libertad que el Señor da a todo hombre para rechazar al Mesías y resistirse a Su gracia y voluntad. Lo que esperaban por siglos ahora estaba ante ellos y no lo recibieron. Preferían seguir en sus vidas rutinarias de leyes vacías para sacar provecho material de ellas. ¡Cuántas cosas habían hecho para vivir sus propias vidas lejos de Dios! Mataron a los profetas y apedrearon a los que les fueron enviados; ahora rechazaban al Mesías.

Jerusalén era la capital del pueblo de Dios. Allí estaba el templo que era el lugar oficial de adoración y allí también estaban los lideres religiosos que eran los fariseos, los saduceos, los escribas y los sacerdotes. Jerusalén era el corazón religioso de la nación de Israel, y en aquel lugar, el lugar donde todos se disponían a ir a adorar, estaban rechazando oficialmente al Mesías. El Señor amaba a su pueblo doblemente porque era el pueblo que Dios había escogido para llevar el plan de salvación y porque Él mismo había nacido de esta nación. Su misericordia y amor se ven reflejadas en sus palabras: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! “(Mateo 23:37). Quiso juntarlos bajo sus alas de amor y misericordia; pero ellos prefirieron estar fuera de ellas. El Salmo 91:4 ilustra a las aves que, tratando de dar calor a sus polluelos, los junta bajo sus alas. Y no solo esto, esa es una manera de que los otros animales no les hagan daño. El Señor usó esta ilustración para lamentarse del hecho de que ellos no querían la protección de Dios, sino sus viejas vidas gastadas por la maldad y derruidas por el pecado.

Así como un padre se lamenta de ver a su hijo perderse por no obedecer; Jesús, el Autor de la vida, veía la perdición de aquellos que negaban su protección y cuidado. Jesús no lloraba por cualquier cosa, de hecho, según la Palabra de Dios, lloró muy pocas veces; aunque sí se entristeció muchas. Dios siempre ha tratado de razonar con nosotros porque no quiere que nadie se pierda y como padre amoroso, le resulta muy doloroso usar el juicio y el castigo (Ezequiel 33:11). Dios no se goza en la venganza, en cambio, se goza en la salvación. No hay un mejor lugar para estar protegido que no sea debajo de las alas del Señor. Allí habrá sombra en el fatigante desierto de la vida, calor en la noche fría de la desesperación, refugio en la tempestad que pretende arrasar con lo que nos queda en esta vida y alimento abundante porque estamos al abrigo del Salvador.


Los que le rechazaron un día lo verán entrar triunfante y nadie podrá oponerse a su venida. Ahora viene no como un cordero para el matadero (Isaías 53:7), sino como el León de la tribu de Judá que ha vencido (Apocalipsis 5:5). 

Bajo el Selah de Dios

…la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia.
~1 Samuel 3:1b

La palabra Selah significa pausa para meditar o detenerse en silencio para pensar y aparece en la Biblia 74 veces (71 veces en los Salmos y 3 en Habacuc). Cuando titulamos este mensaje “Bajo el Selah de Dios” no fue por casualidad, no fue por embellecer el lenguaje o por mostrar sabiduría humana; sino porque estoy seguro de que el Selah de Dios tuvo y tiene un propósito. Dios se detuvo a ver lo que había hecho en la creación y la expresión bíblica es: vio Dios que era bueno (Génesis 1:31). Dios ha hecho silencio muchas veces y este silencio ha quedado registrado en Las Escrituras. Guardó silencio cuando Job padecía; guardó silencio en el tiempo de los jueces de Israel (1 Samuel 3:1); guardó silencio cuando Jesús estaba en la cruz (Mateo 27:46). Jesús, que es Dios mismo, guardó silencio ante la mujer cananea (Mateo 15:23), y guardó silencio como Cordero siendo llevado al matadero (Isaías 53:7).

Hay un propósito en el silencio de Dios y aunque nosotros roguemos como el salmista—Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto (Salmo 83:1)—Él callará en necesario silencio para el bien de nuestras almas. Este silencio nos motiva a reflexionar en Dios y en nuestra vida porque esperando la respuesta de Dios le buscamos con más ahínco (Amós 8:11). Dios es tan sabio que sabe cuándo callar y cuándo hablar; en cambio, a nosotros nos falta sabiduría para entender la mente infinita de Dios (Salmo 74:9). Sólo nos resta esperar en El (Salmo 46:10).

La Palabra de Dios enseña que Dios calla de amor (Sofonías 3:17) y también calla por la falta de personas que le busquen (Jueces 17:6; 21:25), calla para probarnos, no porque Él no sepa cómo somos, sino para que nosotros sepamos quiénes realmente somos, porque mientras todo va bien puede que caigamos en la tentación de que somos supercreyentes y perfectos. Sin embargo, el silencio más largo que ha tenido Dios en la historia de la humanidad fue el período de 400 años entre los dos Testamentos, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Algunos dirían que después de los escritos del Nuevo Testamento Dios hizo silencio porque ya son casi 2000 años y no tenemos profecía escrita después de la los apóstoles y escritores neotestamentarios. El canon bíblico se cerró con las profecías del Nuevo Testamento y sus libros; sin embargo, ahora Dios habla más que en ninguna otra época de la historia a través de su iglesia, o sea, millones de creyentes que son cartas vivientes de Dios con su testimonio y predicación. Si Dios ha hecho silencio en estos tiempos es porque nosotros no hablamos.

En esos 400 años de silencio en los que no se levantaron profetas al estilo del Antiguo Testamento sí hubo Palabra de Dios a través del profeta Daniel. El cumplimiento de estas profecías fue para ese período entre los dos Testamentos. Pero Dios guardó silencio para que el mundo meditara en Su Palabra. Los judíos no observaron Las Escrituras mientras el mundo se preparaba para la venida del Mesías. La alfombra roja de Dios fue desenvuelta por un séquito multitudinario de ángeles que mientras la rodaban desde el cielo cantaban esperando tan grandiosa pasarela celestial que mostraría a la humanidad el modelo de hombre perfecto: Jesucristo. Así el cristiano debía posar ante Dios la imagen de este modelo sin pecado, sin tacha ni mancha en este mundo (Efesios 5:27). Un mediador perfecto en busca de criaturas imperfectas (1 Timoteo 2:5).


Así Vendrá…

Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
~Hechos 1:11

I.       ¿Cómo se fue el Señor?
En Hechos 1 se narra la ascensión del Señor al cielo. Regresaba a la gloria que tenía antes (Lucas 24:26). Después de haber resucitado se le apareció a muchas personas durante 40 días (1 Corintios 15:3-8; Hechos 1:3) hablándoles del reino y de que esperaran la promesa del Padre (Hechos 1:5). Después de esto fue alzado al cielo a la gloria del Padre.

II.      ¿Cómo Vendrá el Señor?
Si el Señor viene de la misma manera que fue al cielo entonces vendrá en forma corpórea (Hechos 1:11). Su segunda venida será visible porque vendrá en las nubes y todo ojo lo verá (Apocalipsis 1:7). No será en secreto u oculta su venida. Aunque no sabemos el día ni la hora, su regreso será palpable a toda la humanidad (Mateo 24:27). Todos oirán de Él (Mateo 24:31). El mundo verá y oirá porque los ángeles tocarán las trompetas y habrá algarabía porque el Señor viene triunfante a buscar sus escogidos. Será su segunda venida repentina (Mateo 24:43–44; 1 Tesalonicenses 5:4). La gente entregada a sus pecados y descuidada por sus ambiciones y logros terrenales no estaría apercibida para la segunda venida del Señor y serán sorprendidos porque ignoran que un día el Señor los visitará, así que no estarán preparados para encontrarse con Él. El Señor vendrá con gran gloria (Mateo 24:31). La luz de millones de ángeles iluminará el firmamento y Su gloria, que hace huir la gloria de todo lo creado delante de Él, hará palidecer la luz del sol y el resplandor de la luna (Mateo 25:31–32). 

III.     ¿Cuándo Vendrá El Señor?
Algunos cristianos en estos tiempos han fijado fechas para la venida del Señor; pero el día y la hora de su venida no lo sabremos hasta el momento que Él se manifieste. El mismo Señor Jesús lo dijo (Mateo 24:36). De manera que debemos estar preparados para ese día que será tan repentino como un ladrón que aparece en medio de la noche.

IV.     ¿Para Qué Vendrá El Señor?

El Señor viene a buscar a su pueblo, aquellos que han creído en su nombre. Una y otra vez se repite en Las Escrituras que el Señor viene y ya los tiempos están maduros para su venida. En los tiempos del fin habrá hambres, guerras, aumento de los terremotos, maldad excesiva, angustia, fenómenos solares, lunares y estelares; el evangelio será extendido a toda la tierra, o sea, se habrá predicado en todas partes del mundo; se harán grandes esfuerzos para negar la segunda venida de Cristo (2 Pedro 3:3–4) y se burlarán de la fe de aquellos que esperan en el Señor. Cuando vean estas cosas entenderán que su regreso está cerca (Mateo 24:33) y nuestra redención está próxima a suceder (Mateo 21:28).

Thursday, January 19, 2017

El Poder de la Resurrección de Cristo

Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección… Filipenses 3:8–10a
Hay algo que me gustaría hacer notar entre nosotros, y es esto: La Señal más grande que tenemos los cristianos es la Resurrección de Cristo. Jesús dijo refiriéndose a su vida: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:18). Pablo argumentó: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:13–19).
La realidad y la historicidad de la resurrección es el pilar más importante de la fe cristiana. Al levantarse Jesús de los muertos comprobó ser el poderoso Hijo de Dios, con el mismo Espíritu de santidad de Dios (Romanos 1:4). Jesús profetizó su resurrección y resaltó que cuando se levantara de los muertos, daría con esto una señal auténtica a su afirmación de que Él era el Mesías. Su resurrección fue el sello de su mesiazgo.
I. La Resurrección de Cristo Tiene el Poder de Justificar al que Cree (Romanos 4:25). Estaríamos en nuestros pecados sin salvación (1 Corintios 15:17). Todas las exigencias de Dios para la salvación del hombre fueron completamente satisfechas con el sacrificio de Cristo en la cruz, así que la resurrección de Cristo nos asegura la salvación a todos los que creemos en El (Romanos 10:9).
II. La Resurrección de Cristo Tiene Poder Porque Nos Garantiza la Victoria. Los cristianos no podríamos vivir en victoria a no ser por la resurrección de Cristo. Esta es la razón por la que los apóstoles podían soportar el sufrimiento y el dolor. Su victoria estaba consumada en la resurrección.

III. La Resurrección de Cristo Tiene Poder Porque Garantiza Nuestra Resurrección. La resurrección de Cristo es la primicia de los frutos de la resurrección, y la prueba y garantía de la resurrección de todo creyente (1 Corintios 15:20; 1 Tesalonicenses 4:13, 14, 17). Le veremos como Él es porque seremos glorificados. Veremos a Dios porque serán quitados nuestros pecados y seremos puros, de otra manera, nuestros ojos no podrían conocerlo. La expresión de 1 Corintios 13:12 — …entonces conoceré como fui conocido — no se hará realidad hasta nuestra glorificación, porque entonces sabremos cuanto pecado y vergüenza llevábamos sobre nosotros, y cuánto el Señor nos quitó. Seremos capaces de mirar atrás y ver realmente de dónde el Señor nos sacó. La esperanza pertenece a aquellos que confían en Cristo para la salvación de sus almas y la resurrección de sus cuerpos. Así que, animémonos entre nosotros con estas enseñanzas bíblicas (1 Tesalonicenses 4:13–18).

Dios No Es Dios De Muertos, Sino De Vivos

...Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Mateo 22:32b

Dios es un ser viviente que no tuvo principio, ni tiene fin. Ha vivido y vivirá de eternidad a eternidad. Es incomprensible para la mente humana; pero siempre ha existido. Por ser el ser dador de la vida Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Los seres humanos hacemos nuestras propias conclusiones acerca de las enseñanzas bíblicas; pero hay una sola respuesta para cada cosa que Dios nos quiere decir. En esta ocasión eran los saduceos, otra secta de los judíos que probaron su suerte para ver si podían hacer caer al Señor en una trampa.
La imagen que siempre se nos ha proyectado acerca de la persona de Jesucristo es de un ser lleno de amor y misericordia, de sacrificio y abnegación, de ternura y bienestar. Todo esto es correcto; pero nuestro Señor en numerosas ocasiones se tuvo que enfrentar duramente con los religiosos de su tiempo. Él tenía que denunciar el pecado en que estaban y los errores que cometían en la aplicación y práctica de la religión judía porque ellos la usaban para defender sus propios intereses.
En este pasaje en particular, los saduceos, que eran una secta religiosa que no creían en la resurrección de los muertos (Mateo 22:23), trajeron una historia al Señor. Le dijeron al Señor: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron? (Mateo 22:24–28). Aunque ellos no creían en el Señor le dieron el título de Maestro para adularlo, para que se sintiera cómodo con ellos y después sorprenderlo en un error. Lo llamaron Maestro y no le dieron la categoría que le daban sus discípulos al llamarle Señor. Llamarlo Maestro era igualarlo a ellos, era lo mismo que decirle colega.
El Señor acusó a los saduceos de ignorar Las Escrituras y el poder de Dios. Esta era la causa de los errores que tenían en sus interpretaciones (Mateo 22:29). La falta de conocimiento de la Palabra de Dios o intencionalmente pasar por alto sus enseñanzas ha producido a lo largo de la historia las grandes herejías y ha traído como consecuencia la falta de madurez y solidez en la iglesia. En la resurrección no habrán bodas ni uniones matrimoniales. Nadie se casará en el cielo porque seremos como los ángeles, sin sexo físico. Los ángeles no se reproducen porque Dios no los creó para multiplicarse; pero a los seres humanos se nos dio la misión de multiplicarnos aquí en la tierra (Génesis 1:27–28).

Los saduceos argumentaron acerca de lo que Moisés había dicho; pero Jesús aclaró que no fue Moisés sino Dios quien había hablado (Mateo 22:31). Al citar la frase “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” estaba hablando en tiempo presente. Él no fue el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, sino que es el Dios de ellos, dando a entender que ellos viven. Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos. Tanto los ángeles como los seres humanos que son criaturas inteligentes y espirituales con libre albedrío pueden escoger su destino eterno. Los ángeles que se apartaron de Dios tras el mal (los demonios) y los seres humanos que no acepten a Cristo serán condenados por la eternidad; sin embargo, son criaturas eternas porque son inmortales (Daniel 12:2). La muerte se refiere a que el alma estará eternamente separada de Dios. No obstante, La Biblia habla de la resurrección como un evento que ocurrirá a todo creyente en Cristo. Los que creyeron antes de Cristo y los que creen después de Cristo en El, serán salvos (Hebreos 9:27–28; 11:24–26).