Tuesday, November 26, 2013

Miembro de la Familia de Dios

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre. ~Mateo 12:50 

El sexto día de la creación fue un día muy importante para nosotros porque fue el día en que Dios creó al hombre y a la mujer dándoles el mandato de multiplicarse para llenar la tierra (Génesis 1:26–31). Así que, desde el momento que Dios creó al hombre y a la mujer, formó la familia; de manera que, todo hombre o mujer fue creado para pertenecer a la familia de Dios. La familia ha sido y será siempre el núcleo de la sociedad, y todos los valores, relaciones y avances sociales parten de la familia.
Cuando la madre y los hermanos de Jesús vinieron a buscarle e interrumpieron su predicación, Jesús respondió: “Mi madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre.” Con esto no estaba desconociendo, denigrando o desvalorando a su familia. De hecho, Dios es el hacedor de la familia y en sus planes ésta tiene un gran valor. El Señor estaba hablando de la urgencia de su mensaje y la importancia de pertenecer a la familia que perdura para siempre que es la familia de Dios. Todos los seres humanos pertenecen a una familia terrenal. Tuvieron progenitores y parientes carnales; pero no todos pertenecen a la familia de Dios, sino solo los que hacen la voluntad del Padre.
La causa de la gran ocupación de Jesús era transmitirle a su pueblo la manera por la cual podrían ser parte de la familia de Dios; por-que esta familia que tenemos aquí en la tierra se deshace en unos años con la muerte; pero la familia de Dios durará para siempre. Nunca el Señor rechazó a la familia; aunque sí recalcó el hecho de que es necesario convertirnos en parte de la familia de Dios porque Dios quiere ser nuestro pariente, nuestro Padre Celestial. Los que realmente son de la familia de Cristo, son los que toman en serio la palabra de Dios, escuchan cuidadosamente para entender la voluntad de Dios, y después, luchan intensamente para poner en práctica lo que han oído.
La razón por la cual Dios creó a la primera institución humana (la familia) es la misma por la cual ahora debemos pertenecer a la familia de Dios y esta razón es: pertenecer a Dios y pertenecernos los unos a los otros en una relación de amor recíproco. Mientras la familia terrenal tiene un alcance efímero, por otro lado, la familia de Dios tiene una trascendencia eterna. La familia de Jesús no eran solo su madre y sus hermanos, ni la gente que lo rodeaba; su familia son todos los que escuchan, que conocen e invierten sus vidas en la Palabra de Dios. Los miembros de su familia son todos los “oyen la Palabra y la hacen” (Lucas 8:21).
Cuando los creyentes viven de acuerdo a la Palabra de Dios entonces están viviendo en comunidad cristiana. Esta comunidad tiene que estar basada en el evangelio de Jesucristo y está integrada por los que, juntos, como familia de Dios se aman, se ayudan y se cuidan. Son personas que edifican sus vidas alrededor de escuchar la Palabra de Dios sabiendo que el Espíritu Santo guía sus vidas.

Ahora la familia de Dios tiene un nombre: Iglesia. Dios nos está retando a aceptar nuestra responsabilidad de proteger y promover la unidad de nuestra familia espiritual (Efesios 4:3). Al poner empeño en esto agradaremos a Dios que también es parte de esta familia. No todas las veces es fácil porque a veces tendremos que hacer lo que es mejor para la iglesia y no para nosotros mismos (1 Corintios 10:24). Nuestro yo es quitado y ahora hablamos de lo nuestro, no de lo mío solamente (Hechos 4:32). Eso es ser parte de una familia (Efesios 2:19). 

Friday, November 22, 2013

Una Generación Mala y Adúltera

Por: Pastor Carlos Goyanes

“Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.” 
~Mateo 12:38-39

Generalmente observamos que las personas incrédulas demandan señales, milagros y manifestaciones visibles de las maravillas de Dios; pero tristemente muchos habiéndolas visto se condenan aún más al despreciar la gracia y el amor de Dios. El Señor le dijo al apóstol Tomás: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”  (Juan 20:29). En eso consiste la fe, de manera que, el que le demanda señal a Dios es porque carece de fe. Los que sin ver han creído reciben gran galardón de parte de Dios porque han alcanzado una fe poderosa. Nuestro Dios no está obligado a mostrarnos nada para que nosotros en nuestro orgullo decidamos si creemos en El o no; por el contrario, somos nosotros los que necesitamos de Él.

La Palabra de Dios dice en este pasaje que algunos de los escribas y fariseos le demandaron señal al Señor. Su objetivo era desacreditarlo y tener una ocasión para criticar y condenar a Jesús. Para ello usaron la adulación llamándole “Maestro”, cuando ellos realmente lo consideraban como algo despreciable y problemático. Así es la generación mala y adúltera, es una generación “religiosa” y sin fe, demandante de señales para apoyarse en ellas como trofeos de un Dios poderoso, pero sin convicciones; con una fe sin profundidad porque no han ahondado sus vidas en Dios. Esto ha resultado en la práctica de religión superficial y vacía que no alcanza a satisfacer las demandas espirituales de sus seguidores. Esta es la razón por la cual los seres humanos demandan señal de parte de Dios.

Dios no dará señal a los incrédulos, sino la señal de Jonás. Así como Jonás estuvo tres días en el vientre de aquel gran pez, como muerto y olvidado para después aparecer vivo en Nínive para predicar el mensaje de Dios, uno mayor que el profeta Jonás, Jesucristo, estaría muerto por tres días para después resucitar y aparecer a sus seguidores, dando el mensaje más poderoso jamás dicho con su propia muerte y resurrección para llevarnos a la vida eterna bajo su propia promesa (Juan 14:19c – “porque yo vivo, vosotros también viviréis”).

Los que exigen señales son los que viven en la dimensión de la carne y de las cosas exteriores. Dios busca en el interior, en el corazón del hombre, allí donde sólo El ve, puede entrar y hacer un cambio; pero tú tienes la llave y Él nunca ha forzado ninguna puerta. Dios nos ha dado señal. Los milagros, las visiones y todas las demás señales no aumentarán la fe porque la fe no depende de ellas, sino de un corazón que realmente ame a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan” (Hebreos 11:6 BAD).

Tuesday, November 12, 2013

Cristianos Después de Cristo

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

“Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.” Hechos 11:26

En estos tiempos en que vivimos, y dado al gran desarrollo y crecimiento de la tecnología, el ser humano trata al cristianismo como un lento paquidermo que retrasa la vida de los que lo profesan; pero lo cierto es que desde el comienzo del cristianismo la fe cristiana ha aportado al hombre lo que le ha negado el mundo, todo esto sin contar los grandes aportes del cristianismo a la sociedad.
El cristianismo surge en Israel, en el corazón del pueblo escogido por Dios, para llevar su mensaje. Sin embargo, irónicamente la persecución de los primeros cristianos comenzó con los judíos. La oposición, la persecución y las grandes dificultades sufridas en los primeros años del cristianismo, lejos de eliminarlo, lo fortalecieron, a tal grado que socavó las bases del mismo Imperio Romano. Menos de veinte años después de la muerte de Jesucristo los cristianos se habían enraizado y contaban con comunidades en las grandes ciudades de la época como Colosas, Efeso, Atenas, Filipo, Corinto, Tesalónica y en Roma, capital del Imperio Romano.
Este crecimiento del cristianismo no se debía a la simpatía del Imperio Romano, ya que ellos veían a los cristianos como inferiores, y a sus ideas y pretensiones como algo repulsivo. Los valores y la conducta cristiana les resultaban a los romanos más molestos que la de los judíos, ya que la fe cristiana eliminaba las barreras étnicas, de razas, lenguas, procedencia, sexo, educación y cultura que estaban bien marcadas en esa época y además daba una acogida extraordinaria a la mujer; había preocupación por los débiles y los abandonados que de otro modo eran desechados y marginados por la sociedad romana, la cual no tenía ninguna preocupación por ellos. En esto influyó grandemente el cristianismo del primer siglo en la sociedad. No fue ningún gobierno, ni humanista el que lo hizo, sino la fe de aquellos que fueron capaces de hacer grandes sacrificios para implantar el amor de Dios en un mundo inmoral y sin principios.
Por tres siglos el Imperio Romano persiguió a los cristianos que predicaban la existencia de un Dios al cual le resultaba imposible la discriminación y la opresión de las mujeres, la violencia manifestada en las arenas de los coliseos romanos, la práctica del aborto y los asesinatos de niños; la aprobación de la infidelidad masculina, la deslealtad marital y el abandono de los desamparados entre otros males sociales. Esta fe era diferente, no era solo el hecho de postrarse delante de un dios; era cosa de testimonio verdadero, de vivir una fe genuina, de ser una influencia para otros. Por eso, a pesar de la ferocidad de la persecución romana y sus métodos violentos para destruir al cristianismo, no logró exterminar la nueva fe, ya que esta predicaba un amor que jamás habría nacido en el seno de paganismo (Juliano el Apóstata lo reconoció — llamado así por los cristianos — aunque su nombre era Flavio Claudio Juliano, ya que este hombre renunció al cristianismo y trató de instaurar el paganismo en el imperio romano). Esta fe otorgaba dignidad y sentido de la vida a aquellos a aquellos a los que nadie respetaba.
El cristianismo no es ese lento y enfermo paquidermo al que debemos rechazar, porque aun hoy ofrece las mismas cosas que el hombre se ha negado y ha negado a otros a lo largo de la historia de la humanidad que son el reto del amor de Dios, la igualdad y la dignidad para la vida de todos los seres humanos. Además de la esperanza de vida que el Dios Justo dará a aquellos que aman su venida.

Los que Limitan la Misericordia de Dios

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres;
mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.” Mateo 12:31

La misericordia de Dios es abundante y puede alcanzar a todos los que se alleguen a Él. No hay límites ni reservas en ella. No es tan simple la misericordia; es un atributo de Dios que no puede confundirse con la llana bondad. La misericordia ruega a la justicia que se haga a un lado; pero no la desecha como instrumento de Dios. Dios es misericordioso y al mismo tiempo justo. Pero los seres humanos confundimos en algunos casos la misericordia con debilidad, con falta de justicia; y a su vez, confundimos la justicia con falta de amor. Esto es porque en nuestra condición de pecado nunca seremos perfectamente misericordiosos ni perfectamente justos; porque no nos alcanza nuestra misericordia y nuestra justicia lo suficientemente como para satisfacer la demanda de ellas.

En este pasaje en particular vemos una acusación de Jesús dirigida hacia los religiosos de la época que viendo la misericordia de Dios la rechazaban y no querían reconocer que venía de Dios. Pero ellos sabían que nadie podía hacer esos milagros y señales si Dios no estaba con El (Juan 3:1, 2). Así lo reconoció uno de los líderes de los fariseos llamado Nicodemo. La mayoría de los judíos eran fariseos y pertenecían a la clase pobre. Todos se confabulaban siguiendo a sus líderes para decir que Jesús echaba los demonios por Beelzebú (Mateo 12:24) y que no venía en nombre de Dios; pero Nicodemo habló por todos ellos al decir “sabemos que has venido de Dios” (Juan 3:2).
Rechazaban abiertamente la obra del Espíritu Santo que era efectuada por la misericordia de Dios. En otras palabras, estaban blasfemando contra el Espíritu y esta blasfemia no les sería perdonada (Mateo 12:31).

Dios en su amor ha hecho todo lo divinamente posible para que el hombre le conozca, sin violar su libre albedrío. Dios no quiere forzar al hombre a creer, pero quiere que todos le conozcan y se arrepientan de sus pecados, porque Él quiere que todos los seres humanos sean salvos. Lo que Dios no tolerará es que conozcan su obra, sepan de Él, disfruten de sus maravillas y le rechacen. Los fariseos tenían conocimiento de Las Escrituras, conocían a Dios y rechazaban la obra del Espíritu Santo. Envanecidos en su falsa religiosidad y enceguecidos por su aparente poder, renegaban de la obra de Dios haciendo partido con sus enseñanzas. Pero se unían a sus enemigos cuando era necesario para luchar contra el Señor. La última y final revelación de Dios es al corazón del hombre, a su interior, a través de la obra del Espíritu Santo; quien la rechace es un blasfemo y no tendrá la oportunidad de salvarse eternamente. Aún más difícil será para aquellos que saben y rechazan (Hebreos 6:4-6). Del árbol bueno, buenos frutos saldrán, porque por el fruto se conoce el árbol (Mateo 12:33). ¡Tengamos frutos dignos de arrepentimiento y no rechacemos en ninguna manera la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas y en las vidas de otros!

Destruyendo el Fuerte del Diablo

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba.  ~Mateo 12:22
Como siempre, los milagros de Jesús atrajeron a mucha gente, de manera que el Señor, humanamente hablando, no podía satisfacer sus necesidades básicas como por ejemplo comer (Marcos 3:20). Hasta su familia terrenal, su madre y sus hermanos vinieron a buscarle porque creían que había perdido el juicio (Marcos 3:21). Aun así, el Señor continuó ministrando a los necesitados. Jesús no se detuvo ante la oposición, la crítica y las amenazas; siguió cumpliendo con su ministerio.
La Palabra de Dios dice que fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo (Mateo 12:22). Fue la obra de Satanás la que dejó a este menesteroso hombre atormentado por un espíritu inmundo, ciego y mudo. La palabra ‘endemoniado’ significa estar poseído por un demonio, actuar bajo el control de un demonio. Los demonios, o espíritus inmundos, que tomaban posesión de la gente les atormentaban y afligían de muchas maneras. En este caso el demonio dejó al hombre ciego y mudo. Pero Jesús hizo un triple milagro: echó fuera el demonio y el hombre pudo ver y hablar. De esta manera Jesús deshizo la obra del diablo. Obró en contra de Satanás (1 Juan 3:8). Dice la Palabra que le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba (Mateo 12:22b). Solo podemos maravillarnos de tales obras y creer que Jesús es el Hijo de Dios (Mateo 12:23). No había otro milagro más impresionante que éste. La gente ‘estaba atónita’ al observarlo, pues era otra demostración clara de la supremacía de Jesús sobre las obras del Diablo que desesperado por la derrota usa a sus agentes para acusar, desmentir, desacreditar la obra de Dios y combatir la influencia de Jesús (Mateo 12:24).
De este pasaje podemos sacar varias enseñanzas:
1. Jesús vino para librarnos. Aquel hombre ciego y mudo estaba en esta condición porque estaba poseído por Satanás. Esta es la condición del hombre sin Dios. Está ciego y por lo tanto no puede hablar de lo que ve. Todavía no entiende las maravillas de Dios y lo que puede hacer en su vida. En cambio, Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10).
2. Todas las fuerzas del mal con su capitán el Diablo se opondrán desesperadamente a la obra del Señor con artimañas, mentiras y falsificaciones de la verdad. Satanás vanamente intenta destruir lo que el Señor ha hecho, pero no puede. Entonces tratará de retrasar la obra. Lanzará sus ataques para engañar, si fuere posible, a los escogidos para que la obra de Dios no avance. A veces él mismo lo hace a través de los demonios, pero otras veces usa a sus agentes humanos.

3. Podemos alcanzar la verdad a pesar de vivir en la mentira. Como dice un proverbio secular “la mentira puede transcurrir un año, pero la verdad se alcanza en un día”. Es grandioso saber que cualquier persona que conozca a Jesucristo ahora, puede deshacer en su nombre las ataduras con las que el Diablo le tenía atado y conocer la verdad que le hará libre (Juan 8:32), no en largos días, sino en ese mismo instante que encuentre al Señor. El vino para vencer y ha vencido, solo tenemos que acogernos a su salvación porque Él dijo y será hecho. Todo esto…si puedes creer, porque al que cree todo le es posible (Marcos 9:23). De esta manera será destruido el fuerte del Diablo (1 Juan 5:4).

De Una Sola Sangre

Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres… ~Hechos 17:26a
En 1492 hubo un acontecimiento que marcó un cambio decisivo en la vida de los habitantes de todo el mundo, y este fue el descubrimiento de América. Un marino genovés llamado Cristóbal Colón, elaboró a mediados del siglo XV un proyecto para buscar nuevas rutas comerciales que los llevaran de forma más rápida a China y Japón, o sea a las Indias, sin tener que rodear por todo el Continente Africano o atravesar por Asia y Oriente.
Casi costándole la vida a su tripulación, y después de 72 días de navegación, el 12 de octubre de 1492, el marinero Rodrigo de Triana divisó Tierra. Este acontecimiento cambió la concepción que se tenía del planeta tierra, que se pensaba era plano, y provocó algo que ni siquiera Colón había imaginado — que fue como se llamó después “la unión de dos mundos.” Este día se celebra hoy como el “Día de las Razas.”
Propiamente dicho, no hay diferentes razas, sino una raza: la humana. Dios hizo a todos los seres humanos de una sola sangre (Hechos 17:26). Los primeros padres de la humanidad fueron Adán y Eva; pero después del diluvio en el que perecieron todos los seres humanos, los sobrevivientes — que fueron Noé, su esposa, sus tres hijos y las esposas de ellos — son los padres de todos los que desde entonces habitan la faz de la tierra. La Escritura distingue a las personas por agrupaciones familiares o nacionales, no a través del color de la piel o por la apariencia física. Es cierto que hay diferencias físicas entre lo que llamamos “razas”; pero no son tan grandes. Aun los evolucionistas concluyen que surgimos de un solo lugar y que todos los humanos descienden de una población común.

La Biblia nos dice que esto ocurrió después del gran diluvio. Por unos pocos siglos, había sólo un idioma y un grupo cultural. Los hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet) dieron origen a lo que llamamos hoy las diferentes razas de los seres humanos, los cuales se dividieron aún más cuando Dios confundió las lenguas en la Torre de Babel, dándoles un margen de elección más pequeño al dividirse en grupos según su lengua y separarse los unos de los otros. Dios los dividió para romper con su maldad y así forzarlos a cumplir con el mandato de llenar la tierra. El hombre no ha entendido que las diferencias que tenemos, genéticamente hablando, son tan pequeñas que no deben constituir una separación entre ellos, sino que nuestras increíbles similitudes deben ser las que nos una en una sola nación. El pecado nos separa, pero Cristo vino a hacer de la humanidad una sola raza porque somos de “una sola sangre.”

Siervo del Señor

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías cuando dijo: Mirad a mi siervo, a quien yo elegí; a mi predilecto, en quien se ha complacido mi alma. Sobre él pondré mi espíritu, y él anunciará el derecho a las naciones. No porfiará ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. La caña cascada no la quebrará, y la mecha humeante no la apagará, hasta que haga triunfar el derecho. ¡Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza!  ~Mateo 12:17-21
Mateo menciona con mucho detalle esta cita de Isaías 42:3 para dar crédito al Señor (Mateo 12:17–21), ofreciéndonos de esta forma la manera de entender al Mesías. Jesús es obligado a retirarse, porque los fariseos buscaban su destrucción por causa de las buenas obras que hacía (Mateo 12:14, 15). Ellos usaban malsanamente las leyes religiosas para tratar de tapar la gran obra que Él hacía. Sin embargo, su imagen se aclara a los ojos de sus oyentes a través de esta profecía de Isaías que estaba teniendo cumplimiento en su persona. Su divinidad y sus dotes no son anuladas en ninguna manera por su servicio. Al contrario, Dios es realzado en la persona de Jesucristo mostrando a través de Él su amor y misericordia. Ya no era un Dios que desde el cielo hablaba, ahora era “Dios con nosotros” (Mateo 1:23), un Dios que estaba a nuestro lado para salvar-nos de nuestros pecados (Mateo 1:21). Un Hijo amado en quien se agradaba el alma de Dios (Mateo 12:18)). Coronó su ministerio con el bautizo en el río Jordán y contó con la anuencia del Espíritu Santo (Mateo 3:13–17). Con sus primeras palabras anunció el reino de los cielos (Marcos 1:14–15) otorgándole el derecho divino a entrar a todas las personas que creyeran en Él (Juan 3:16).
Esta profecía de Isaías acerca del Mesías es válida para todos porque fue dirigida a todas las naciones. Mateo como todo judío tenía conocimiento de la vocación del Mesías y de que su radiante ministerio traería luz al mundo (Isaías 9:1–7). Un Siervo que viene a sanar, a curar, a salvar y a arrancar de raíz el pecado. No es un reformador, sino alguien que lo cambia todo, empezando por el corazón y la mente. Viene a enseñar de qué manera el hombre se puede reconciliar con Dios, porque hay tanta obscuridad que ya no pueden ver el camino. Con la humildad que lo caracterizaba tocó con sus manos, con sus palabras y con su mirada a muchos que desde ese momento fueron diferentes. Después de Él, nada fue igual. Su vocación fue consolar al angustiado con delicadeza y misericordia, curar las heridas del alma en pena, alentar el ánimo quebrantado, recibir al pecador (Isaías 61:1–2). Sin porfía ni discusiones, como las tenemos los hombres para encontrar la verdad, trae la paz a los que a Él se allegan. Con una humildad que educaba y un amor que obligaba al más tirano de los hombres a quebrarse, no contendería, no haría escándalos, sencillamente mostraría su divinidad en los milagros que hizo; con sus enseñanzas estimulaba al hombre al amor y la obediencia.

Jesús el Siervo de Dios vino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28). Siendo Dios mostró con su vida el deseo y la voluntad del Padre (Mateo 6:10). De esta manera otorgó la salvación, que es el derecho que triunfa en los corazones de los que han conocido a Cristo y han puesto en Él su esperanza (Mateo 12:20–21). 

¿Quién Tiene la Última Palabra?

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. ~Mateo 12:13
Esbozando el texto bíblico, el Señor después de haber salido de aquel encuentro con los fariseos de la época, vino a la sinagoga de ellos. En aquél lugar había un hombre que tenía la mano seca. Los fariseos preguntaron a Jesús, adelantándose al milagro que habría de hacer, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? (Mateo 12:10). El Señor Jesús respondió al reclamo con dos argumentos. Primero, si cae una de sus ovejas en un hoyo, ninguno de ellos la dejaría morir, no solamente porque es su propiedad, sino porque esto sería crueldad (Mateo 12:11); y segundo, un hombre vale más que una oveja. El Señor mostró entonces su autoridad al señalar que era lícito hacer el bien en el día de reposo.
La última palabra la tiene Dios aunque no nos guste. Aunque como los fariseos busquemos ocasión para desmentir o suavizar el mensaje de la Biblia, este mensaje incólume es predicado para que sea hecha la voluntad de Dios. El Oráculo Santo, la Carta de Dios a la humanidad tiene la última palabra y es la razón de nuestra existencia. La Palabra de Dios es nuestra única regla de fe y práctica y debe ser escuchada, porque allí se manifiesta la voluntad de Dios para los hombres.
Como los fariseos, tratamos de poner reglas y normas humanas en todos los aspectos de la vida cristiana. La verdad es que todas las cosas han de converger en la Palabra de Dios que a través de los siglos resuena en la conciencia, el alma y los sentimientos del hombre. Es lícito hacer el bien en cualquier circunstancia (Mateo 12:12). Dios nos ha enseñado en la persona de Jesucristo a amar a los demás porque el amor centrado en la voluntad de Dios nunca constituye un pecado, por el contrario, ese debería ser nuestro empleo espiritual.
Aprendamos del Señor que es manso y humilde de corazón (Mateo 11:29). Las críticas a nuestro trabajo en el Señor siempre están presentes. Las murmuraciones, la traición, la oposición, el desacato y el descrédito es parte de los ataques de satanás para desanimarnos de ser fieles, y en algunos casos lo logra con el desánimo. Con argumentos artificiales de mentes almidonadas y corazones endurecidos por la falsa religión que aparenta ser bíblica, nuestra fe se ve amenazada al fracaso; pero no debemos cejar porque nuestra fe no está basada en modelos humanos, sino en la imagen de Dios a través de su Hijo Jesucristo.

Dios siempre ha tenido la última palabra en la ciencia, en la fe, en los derechos humanos, en la justicia, en nuestra casa, en las situaciones difíciles de la vida; solo que no hemos querido escuchar. Al final de nuestra existencia, cuando no nos quede nada más que hacer o decir, cuando estén a punto de romperse las cuerdas que nos atan a esta vida, solo una cosa nos quedará, y esa es Dios, que es la última palabra (Apocalipsis 1:18). Si hemos creído y obedecido al Señor, entonces nuestras vidas secas por el pecado cobrarán nueva vida como la mano de aquel hombre sanada por el Señor (Mateo 12:13).

Señor del Día de Reposo

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

…el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.  ~Mateo 12: 8
Desde el comienzo, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Él mismo separó un espacio de tiempo para ‘reposar’ (Génesis 2:2–3); pero Dios no se cansa ni se fatiga (Isaías 40:28), lo cual es evidente que no fue para descansar físicamente. Dios no necesita descansar porque Él no se adormece ni se fatiga con el tiempo (Salmo 121:3–4). A diferencia de nosotros, Dios instituyó ese día de reposo por dos razones. La primera es para el descanso espiritual y la segunda es para el descanso físico. El día de reposo fue hecho por causa del hombre el cual necesita reposar de sus obras diarias y descansar espiritualmente en el Señor (Marcos 2:27–28).
Los judíos llegaron a venerar el sábado convirtiéndolo en un ritual, a tal grado que en ese día no se podía hacer obra alguna. Sin embargo, Jesús en este pasaje más que del día de reposo estaba hablando de misericordia. Los discípulos recogían espigas en día de reposo para saciar su hambre y Jesús se los permitió. Las necesidades urgentes deben ser atendidas aun en día de reposo. Los sacerdotes que trabajaban en el templo violaban el día de reposo, porque obraban (Mateo 12: 5), de manera que, el día de reposo no era exactamente para estar estáticos sin hacer nada, era para rendir culto a Dios y descansar nuestros cuerpos adoloridos y cansados por el trabajo de la semana.

El día de reposo le pertenece a Dios, y en este día Él obra misericordia. Al oír la exigencia de los fariseos (Mateo 12:2), Jesús les pidió que examinaran el espíritu de la ley: resaltar la misericordia (Mateo 12:7). Si todos los días de reposo estuviesen llenos de la misericordia de los creyentes ¡cuántas cosas cambiarían en este mundo! Lejos de ser un ritual frío y sin frutos, el día de reposo es el día de glorificar a Dios obrando en el Espíritu para sanar las almas y llenar los corazones vacíos. Jesús violó ritualmente el día de reposo judío porque Él es el Señor del día de reposo. De hecho, Jesús es el Señor de todo. Él es nuestro reposo y en El descansan nuestras almas fatigadas por el pecado. Habiendo conocido a Cristo hemos entrado al reposo de Dios y hemos hallado descanso para nuestras almas (Mateo 11:28–29).

Mujer: Partícipe del Ministerio de Dios

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. ~Gálatas 3:28
La mujer desempeña un papel fundamental en la obra de Dios. En nuestras iglesias generalmente hay más mujeres que hombres y esto demuestra que las mujeres a lo largo de la historia han participado más activamente que los hombres en los ministerios de la iglesia. Su compasión y habilidad para entender los sufrimientos de los demás, su calidad de entrega y consagración le han dado un merecido lugar en el ministerio de la iglesia y en el corazón de Dios. Es cierto que en épocas pasadas la mujer era discriminada a nivel social y esto se reflejaba también en la iglesia. No se les permitía votar en el plano secular y tampoco podían desempeñar ciertos ministerios en la iglesia.

Tanto la mujer como el hombre fueron creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27) con características físicas y espirituales que les permite a ambos ejercer el ministerio de Dios como representantes suyos y la administración de la tierra y sus bienes (Génesis 1:27-28). La mujer fue creada para hacer grandes cosas para Dios en igualdad con el hombre porque en Cristo no hay diferencia (Gálatas 3:28). En la Palabra de Dios encontramos que las mujeres participaron de la mayoría de los ministerios; aun los que eran considerados para hombres. Por ejemplo tenemos a Débora, aquella gobernadora y profetiza que se sentaba debajo de una palmera a juzgar y profetizar (Jueces 4:4–5); Ester, aquella mujer que llegó a ser reina y mostró su valor delante del rey para salvar a su pueblo; Dorcas, aquella costurera que, afanada en sus quehaceres diarios, sacaba de su escaso tiempo para dar limosnas y hacer el bien a los necesitados (Hechos 9:36); Lidia, la mujer rica que con modestia hermosa, en nombre de la fe que había alcanzado, hospedó a los misioneros en su casa; María era una sencilla aldeana con una vida común y corriente que fue llamada por Dios para ser la madre del Salvador (Lucas 1:38). La Biblia está llena de mujeres que realzaron su valor con su valentía, inteligencia, sabiduría y entrega a Dios. Mujer; tú eres ministro del Señor; sirve con alegría, sencillez de corazón, con temor de Dios, sé excelente y hazlo todo como para el Señor (Colosenses 3:23). Dios te hizo única y especial, no tienes que imitar a nadie más que a tu Salvador el cual te ha llenado de preciosos dones. Recuerda que “muchas mujeres hicieron el bien” (Proverbios 31:29a), sé tú una de ellas.

Una Invitación Para Todos

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,  y yo os haré descansar.  ~Mateo 11:25-30
Desde el pecado de Adán la humanidad ha tenido momentos felices, pero también pruebas muy duras. La carga que nos hemos impuesto nos está agotando de tal manera que a veces a algunos se nos hace imposible avanzar. Además de las cargas que todos los seres humanos tenemos, nosotros los cristianos tenemos que llevar la cruz, en otras palabras, tenemos que obedecer a Dios haciendo lo que le agrada a Él y dejando de hacer lo que no le agrada. Ser cristiano es una gran responsabilidad para nosotros, para con los que nos rodean y para con nuestros hermanos en la fe.
1. Es hora de venir.
¡Si tan solo mirasen a la cruz de Cristo y diesen el paso de colocar sus cargas en las manos del Salvador! Pero nuestra dura cerviz insiste en arrastrar las cargas que no podemos llevar. El mundo vive en el constante afán de buscar la felicidad a través de lo material y esto requiere un esfuerzo arduo que no deja tiempo para nada más. Los afanes innecesarios de la vida quitan el tiempo a las personas y le roban la paz.
Del mismo modo, los afanes de la vida disminuyen en gran manera la calidad de vida que Cristo nos ofrece en su promesa de llevar nuestras cargas (Lucas 21:34). Esa vida apacible y llena de gozo que debíamos vivir, queda anquilosada o aletargada en nuestra frustración personal al no obtener los resultados deseados (Lucas 8:14). Es hora de venir a depositar nuestras cargas en Cristo.
2. Es hora de descansar.
En su promesa de “yo os haré descansar” nuestro Señor Jesucristo nos está alentando a vaciar nuestros costales de las cosas terrenales y llenarlos de su Espíritu. Jesús se refería a lo espiritual. Muchas veces a la hora de dormir no hay descanso y a la hora de reposar no hay paz; esto es porque muchos creyentes creen en Dios, pero siguen confiando en el mundo (Gálatas 5:24). El mundo trae aflicción por eso hay que confiar en el que ha vencido al mundo (Juan 16:33).
La palabra descansar viene del griego anapaúso (anapausw) que significa “hacer descansar del trabajo, reanimar, revivir”. Quienes se acercan a Cristo no dejan de trabajar, la diferencia está en que ahora su trabajo está lleno de resultados espirituales y esperanza de eternidad, ya no trabajan por lo que perece, sino por lo que permanece (Juan 6:27).

La salvación no puede ser ganada por el hecho de llevar y soportar cargas pesadas, como creen algunos en este siglo, ignorando lo que enseña la Palabra de Dios. Al venir a Cristo, Él nos impondrá su yugo fácil y su carga ligera (Mateo 11: 30), entonces hallaremos el descanso verdadero — aquel descanso que vitaliza, reanima y revive el alma del hombre.

Oídos Para Oír

Por: Pastor Carlos A. Goyanes

El que tiene oídos para oír, oiga.  ~Mateo 11:15
El oído es uno de nuestros órganos sensoriales diseñado por Dios (Salmo 94:9; Proverbios 20:12). Nuestro Dios como el Hacedor del oído, puede oír. La Palabra de Dios, de una manera simbólica dice que Dios tiene oídos (Salmo 116:1–2) para enseñarnos que Él está atento a nuestras oraciones y que no es ajeno a nuestro clamor (Salmo 18:6; 34:15; 1 Pedro 3:12). La palabra ‘oído’ se usa en la Biblia en sentido figurado para referirse a todo el proceso completo de la audición, que incluye no solo percibir un sonido, sino al acto posterior de sopesar la veracidad de lo que se escucha y otorgarle el valor necesario (Job 34:3).
Aunque parece una contradicción la expresión ‘el que tenga oídos para oír’, lo que el Señor dijo es que hay personas que no quieren escuchar (obedecer), que es el proceso final de la audición. Lo que escuchamos tiene una respuesta negativa o positiva. Entre las respuestas negativas están la indiferencia, el rechazo, las justificaciones para no obedecer (‘no tengo tiempo’), un concepto equivocado de lo que Dios es (ejemplo: ‘Si Dios es bueno no me va a castigar o a disciplinar’; ‘No hay infierno, de lo contrario Dios sería malo’). También se incluyen la vagancia espiritual y física: las cosas no caen del cielo, hay que trabajar por ellas por lo que el creyente tiene que obrar, no para salvarse sino para obedecer y tener salud física y espiritual.
El Señor comparó a esta generación con la iglesia que en gozo adolescente sale a enseñar y predicar de muchas maneras, cual los profetas que vinieron antes, pero el mundo tiene su propia religión y es indiferente. Hombres religiosos como los escribas y fariseos que conociendo Las Escrituras ignoraron al Señor porque no querían recibir en sus vidas las enseñanzas del Maestro. Esta nueva generación se aleja cada vez más de Dios y no lo escucha. ‘Tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron. Cantamos canciones tristes, pero ustedes no lloraron’ (Mateo 11:17 DHH). La Iglesia predica a los que no creen pero ellos deciden no creer. Una cosa es segura y es que no hay gozo eterno para los que oyen las palabras del Salvador y no creen en su nombre. Si hablamos del gozo de la salvación, ellos son indiferentes; si ven la tristeza de los creyentes por la persecución, el dolor por su fe, la tristeza de los que se pierden, ellos mantienen una postura de insensibilidad.

Los seres humanos tienen la necesidad no tanto de ver a Dios como de oír a Dios. Muchos dicen que tienen que ver para creer, pero sabemos que lo que necesitan es escuchar, o sea, prestar una atención cuidadosa y obedecer al Señor para llegar a ser hijos Dios (Juan 8:47). Hay oportunidad todavía para llorar en arrepentimiento por nuestros peca-dos; sentir el perdón de Dios y regocijarse de la presencia del Espíritu Santo que nos llena con una melodía que hace danzar el alma con el gozo de la salvación; aunque aún tengamos que cargar nuestra cruz para seguirle (Lucas 9:23).

Una Fe Firme

Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? ~Mateo 11:2,3
Que estén firmes los edificios es la preocupación de arquitectos e ingenieros que se esfuerzan por estudiar el terreno y colocar las bases adecuadas para que las construcciones perduren y no sufran daños. Cuando se comete un error en el basamento, comienzan a cuartearse las paredes y a debilitarse la construcción por lo cual hay que tomar medidas urgentes para que no se derrumbe.
En la vida cristiana ocurre lo mismo. Cuando nuestra fe no está fundamentada totalmente en Jesucristo, nuestras paredes espirituales comienzan a cuartearse y nuestro edificio espiritual se tambalea. A veces esperamos de Dios lo que nuestra imaginación crea sobre la fe, pero Dios tiene otros planes para nuestra vida. Cuando vienen las adversidades y los conflictos, con ellos viene la duda. Juan el Bautista fue un hombre grandioso, un hombre lleno de fe y de convicciones; sin embargo su grandeza no lo eximió de la duda (Mateo 11:11).
Juan envió a dos de sus discípulos para asegurarse de quién era Jesús (Mateo 11:2–3). Si de alguien se hubiera pensado que tenía una fe firme en Jesús era de Juan el Bautista. Juan anunciaba un hacha puesta a la raíz de los árboles para castigar a los que no dieran buenos frutos (Mateo 3:10), pero las noticias de Jesús eran de que él es manso, misericordioso, que habla del perdón, de bendecir a los que nos maldicen. Estas acciones de Jesús contrastaban con lo que todo judío pensaba acerca del Mesías. Ellos esperaban un rey que los defendiera de sus opresores, un rey que castiga la maldad y ahora aparece uno que viene a salvarlos, no de un gobierno opresor, sino de sus pecados. Un Mesías extraño, diferente a lo que ellos pensaban, un Mesías que no guarda el sábado, se reúne con pecadores y no ayuna.

A todos nos pasa, nadie está exento de la duda y el desconcierto con relación a Dios. Los grandes hombres de Dios dudaron, no porque Dios no sea fiel, sino porque eran hombres pecadores, imperfectos. Aun así, se levantaron y siguieron al Señor, porque a pesar de sus dudas, solo Él salva (Juan 6:68). Nunca debemos creer que estamos libres de este tipo de crisis; más bien, debemos prepararnos para no caer en ellas, afianzando nuestra relación personal con el Señor. A pesar de nuestras dudas, tenemos un Dios fiel que nos comprende, que tiene misericordia de nosotros aunque no entendemos muchos de los planes que Él tiene para nuestras vidas (Isaías 55:9).

¿Cuál Camino?

Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer. ~Deuteronomio 5:33
Muchos son los caminos que el hombre se ha trazado para lograr sus metas olvidando el camino que Dios le ha mandado a recorrer. La gente quiere pasar por alto las exigencias del Creador para esta vida y para la venidera; y por ende, los resultados de la desobediencia son desastrosos para la humanidad. Vivimos en un mundo en tinieblas que anhela una luz de esperanza que no puede ser encendida bajo ninguna circunstancia por la leña mojada de pecado, a no ser que el fuego abrazador de Dios irrumpa en el plan de cada hombre que acepte a Jesucristo como su Salvador y Señor. Solo así el Espíritu Santo hará arder nuestras almas con su llama de eternidad. La orden de andar en el camino que Dios nos ha mandado es:
1. Para que vivamos.
No aporto nada nuevo diciendo que el hombre hace grandes esfuerzos para vivir más. Es evidente que una de las metas que los seres humanos nos hemos trazado es tratar de prologar nuestras vidas lo más posible y lo hemos logrado hasta cierto punto. Ya se habla de extender el retiro hacia una edad más avanzada, porque al menos, en los países desarrollados, la gente vive un poco más que en los países pobres, pero no se trata de las migajas de unos años lo que ofrece nuestro Dios, se trata de la eternidad, una vida sin fin. Mientras nos conformamos con unos años más de vida, Dios nos ofrece el camino para la eternidad (Juan 14:6).
2. Para que nos vaya bien.
Viviendo aquí en la tierra como Dios nos ha mandado y recorriendo el camino que Él nos ha preparado  hará que nos vaya bien (Deuteronomio 4:1, Salmo 37:27, 28). Sin añadir nada ni quitar nada a lo que Dios nos ha mandado es necesario que guardemos la Palabra de Dios (Deuteronomio 4:2) para que nos vaya bien. Al temer y hacer la voluntad de Dios seremos más sabios e inteligentes que los del mundo y la gente verá en nosotros la grandeza de Dios (Deuteronomio 4:6). No olvides que el pueblo por falta de entendimiento perece y las naciones caen por falta de conocimiento (Oseas 4:6). No hay nación que tenga un Dios tan cercano como la iglesia que confía en Jehová, ni nación que tenga leyes tan justas como las dadas por nuestro Dios a su pueblo (Deuteronomio 4:7-8). Sus estatutos hacen bien al hombre y declaran justicia en la perversidad de nuestros pecados. De esta manera Dios vela por nuestro bienestar bajo la lupa de su Palabra.
3. Para que vivas largos días en la tierra que has de poseer.

Ojalá siempre estuviéramos dispuestos a obedecer ¡Cuánto daría Dios por ello! Esperen…Dios nos dio lo más grande que tenía. ¡Dio su Hijo Jesucristo! ¿Qué estás tú dispuesto a dar? Largos días de bienestar te esperan bajo la promesa de Dios. El no miente y no se equivoca jamás. Sus promesas son tan fieles y duraderas que alcanzan la eternidad. Las palabras del Salmo 23:6 que hablan de un gran bienestar y una larga habitación en la casa de Jehová pueden ser reales en tu vida si dejas que Él sea tu Pastor. Lo que puedas poseer aquí en la tierra es muy pequeño con lo que poseerás en aquellos largos días de eternidad que Dios ha prometido para los que le aman. El hombre con sus teorías científicas y filosóficas propone muchos caminos, los cuales parecen ser los correctos (Proverbios 14:12; 16:25), pero solo hay un camino y ese es Jesucristo.

Las Marcas de Cristo

Por: Pastor Carlos A. Goyanes
De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. ~Gálatas 6:17
Pablo escribe a una iglesia legalista que consideraba los rituales y la religiosidad como lo más valioso, en cambio él les dice que lleva en su cuerpo las marcas del Señor Jesús. La verdadera muestra de la fe son las obras, que en el caso del cristiano, muchas veces van cargadas de sufrimiento. El apóstol Pablo lo sabía muy bien, porque no solo estaba comprometido con la obra del Señor, sino que había sufrido mucho por Él. En su vejez y carente de vista Pablo decide que no sea su amanuense, sino que de su propia mano escribe con grandes letras para acentuar su enseñanza a la iglesia de Galacia (Gálatas 6:11). El verdadero testimonio no está en la religiosidad, sino en las acciones tomadas para demostrarla. Pablo no desea que la iglesia de Galacia le cause más molestias en cuanto a la manera en que practicaban su fe. No desea tener que reprenderlos otra vez.
Muchos temas de importancia abordó Pablo en Gálatas 6 tales como la utilidad de la Ley de Moisés, lo que significa la cruz de Cristo, la circuncisión con respecto a la salvación, la Iglesia como el nuevo Israel, el cambio ontológico que sufre la Iglesia en su unión con Cristo (Gálatas 6:12). Sin embargo, alude a las marcas de Cristo como muestra de la verdadera fe. ¿Qué son las marcas a las que se refiere Pablo? La palabra griega es stígmatay. Hay personas que se auto infligen heridas que se parecen a las de Jesús para los días de celebración de la pasión del Señor, pero Pablo no se refería a esas marcas, sino a las cicatrices que llevaba en su cuerpo por haber servido al Señor. No se las había hecho él, sino los enemigos de la fe a los cuales él les llevó el evangelio sufriendo un sinnúmero de adversidades. El menciona estos sufrimientos en su segunda Carta a los Corintios donde habla de fatigas, cárceles, palizas, peligros de muerte, largos y peligrosos viajes, naufragios, persecuciones. Estas son las marcas que él lleva en su cuerpo, que le asemejan a Cristo y le unen a Él. En la antigüedad, estas marcas (stígmata) se ponían a los esclavos y a los animales para indicar quien era su amo. Pablo sabe que estas marcas que son consecuencia de su misión de apóstol indican que es esclavo de Jesús y él se gloría de ellas y no de otras marcas en la carne como la circuncisión de la que se sentían orgullosos los que le perseguían. Ser testigo del Señor, vivir los altos valores del reino, responder al mal con el bien, siempre conlleva tener estas marcas que son la señal de que pertenecemos a Cristo, de nuestra unión con Él y nos dan autoridad y credibilidad delante de aquellos a los cuales enseñamos La Palabra.
Como creyentes somos portadores de la Palabra del Señor y ministros de su misericordia. El mundo se sorprende de nuestra tenacidad y los creyentes de nuestra valentía, pero solo hacemos una cosa: estamos cumpliendo con nuestro deber (Lucas 17:10). No hay gloria terrenal en ello; pero sí una recompensa grandiosa de parte del Señor. Nuestros cuerpos son marcados por los golpes, nuestro orgullo herido por el rechazo, nuestra alma por la tristeza de aquellos que no quieren oír del amor de Cristo; pero nosotros, aunque el mundo entero considere lo contrario, hacemos la obra más noble y la labor más grandiosa de la tierra porque trabajamos para la eternidad. Nuestra misión es de rescate y salvamento. Somos parte de la iglesia de Jesucristo, la que es capaz de llevar las marcas del Señor.

Monday, November 11, 2013

Te Falta Una Cosa

Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. ~Lucas 18:22.
Algunas personas están tan acostumbradas a su forma de religión que creen que lo tienen todo. Un hombre aristócrata, rico, y joven vino a Jesús para hacerle una pregunta: “Maestro bueno ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús indagó acerca de su vida espiritual y le habló acerca de los mandamientos preguntándole si los había cumplido, a lo que el joven rico respondió orgulloso: “Todos lo he cumplido desde mi juventud.” Parecía que todo estaba bien hasta que el Señor le respondió: “Una cosa te falta”.
Nos sorprende ver a algunas personas que parecen felices, aparentemente lo tienen todo; pero terminan sus vidas abruptamente con el suicido, caen en la depresión, o buscan formas alternativas en las cosas materiales para aliviar su necesidad. Era evidente que este joven rico tenía una necesidad no resuelta. Su dinero no era suficiente para saciarlo y solo le quedaba autosatisfacer su conciencia con la apariencia de perfección. Lo más difícil es “solo una cosa” y es amar a Dios sobre todas las cosas. Los seres humanos confían en lo que tienen más que en Dios, porque nuestra tendencia es a valorar lo que vemos con nuestros ojos. Queremos evidencias de todo. Así que, al que tiene lo material le es muy fácil pensar que ya lo ha alcanzado todo. Vivimos en un país donde lo tenemos todo. Al menos tenemos más de lo que tienen muchas personas en la tierra. Quizás pensemos que no nos falta nada; pero sabemos que muchas personas en este país sufren de depresión crónica. No es el país, o lo material que se nos ofrece como alternativa para ser felices, son las personas que confían en cosas inanimadas como el dinero y las cosas materiales, y se ha alejado de Dios. Lo tienen todo, pero “una cosa les falta”, necesitan una relación profunda con Dios.
Es probable que hayas logrado muchas cosas en esta vida y  pudiera ser que las metas que te has trazado ya las hayas alcanzado. Eso está bien para esta vida. El esfuerzo es honrado con creces; pero ¿qué has hecho para la otra vida, la eterna? ¿Has luchado con todas tus fuerzas para amar a Dios? ¡Qué triste es que teniendo tantas cosas, te falte la más importante! Porque si te falta una buena relación con Dios, te falta todo. El joven rico aludió en su pregunta a lo eterno, a lo que Jesús en otras palabras le respondió que todo lo que había hecho no era suficiente todavía. Dios tiene que estar sobre todas las cosas en nuestra vida. Si algo resulta ser más importante que Dios entonces te falta una cosa.


Sunday, November 10, 2013

No Temáis

Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Así que, no los temáis…  ~Mateo 10:26a
El temor es parte de la naturaleza humana. El temor puede convertirse en el paralizador de la vida ya que muchos, sea por temores internos o circunstancias que causen temores externos, quedan paralizados. Algunos cristianos de hoy son hijos del temor más que de Dios y por eso viven vidas infructuosas espiritualmente hablando.
En este pasaje de Mateo 10:26-33, se menciona la frase “no temáis” tres veces y en cada una de ellas se hace una exhortación a seguir adelante con el trabajos de Dios.
1. “No los temáis” (Mateo 10:26). Esta primera mención de la frase se hace en plural, aludiendo a la oposición de los que no creen en Dios. Por mucho que los enemigos del Señor se esfuercen en esconder sus pecados, Dios los conoce y nada de lo que ellos hacen en las tinieblas quedará sin revelarse a la luz de Dios. La Palabra de Dios revela el pecado del hombre, denuncia sus maldades y desnuda el alma. Sus obras vergonzosas son descubiertas por Dios a los ojos de los demás y esto les molesta. Pero ¿cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14). Como simples mortales tememos, pero vamos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha enviado con su potestad a ganar las almas perdidas (Romanos 1:15). Lo que hemos aprendido en privado acerca de la condición humana y de lo que Dios quiere para el mundo, tenemos que sacarlo a la luz. El mensaje que Dios nos ha revelado en nuestra intimidad con Él, tenemos que decirlo (Mateo 10:27). No podemos ocultar información que puede salvar. No podemos callar aunque esto sea costoso para nuestras vidas. Estamos en la tierra con esta misión que a veces causa temor por el entorno en que nos desenvolvemos.
2. “No temáis” (Mateo 10:28). Esta segunda repetición de la frase no temáis hace un contraste de lo temporal con lo eterno. El que no cree en Dios está aferrado solo a las cosas temporales como lo único valioso que pueden tener. No hay promesas, ni esperanza y su amor es lo material. No han entendido que ciertamente aunque necesitamos lo material mientras vivamos en esta tierra, cuando partan de este mundo no estarán preparados para la eternidad. El Señor exhorta a sus discípulos a no temer ya que el enemigo no tiene poder sobre sus almas. Quizás si Dios se lo permite puedan destruir nuestros cuerpos, pero nuestras almas pertenecen a Dios. Si hemos conocido a Cristo, nada nos puede separar de Él (Romanos 8:35-39).
3. “No temáis” (Mateo 10:31). La tercera repetición de la frase no temáis nos habla de lo que valemos para Dios. Como tesoro precioso y escogido de Dios podemos tener la seguridad de que seremos salvos y que estaremos seguros en Él. Las cosas de la creación que son tan comunes para nosotros como los pajarillos que Dios cuida y alimenta, el control que Dios tiene aún sobre cada cabello de nuestra cabeza, demuestran que Dios está al tanto de todo. Si Él se preocupa cuidadosamente por esas cosas que parecen tan pequeñas ¿por qué no ha de preocuparse por nosotros?
No temas porque Dios te ama, eres su perla de gran precio, eres el tesoro escondido que halló Dios en el campo, eres el trigo de la cosecha del Señor, eres la Novia del Cristo, eres parte su Iglesia, eres el centro del amor de Dios (Juan 3:16). Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. (2 Timoteo 2:11–12).