Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Porque todo
aquel que hace la voluntad de mi Padre que está los cielos, ése es mi hermano,
y hermana, y madre. ~Mateo 12:50
El sexto día de la creación fue un día muy
importante para nosotros porque fue el día en que Dios creó al hombre y a la
mujer dándoles el mandato de multiplicarse para llenar la tierra (Génesis
1:26–31). Así que, desde el momento que Dios creó al hombre y a la mujer, formó
la familia; de manera que, todo hombre o mujer fue creado para pertenecer a la
familia de Dios. La familia ha sido y será siempre el núcleo de la sociedad, y
todos los valores, relaciones y avances sociales parten de la familia.
Cuando la madre y los hermanos de Jesús vinieron a
buscarle e interrumpieron su predicación, Jesús respondió: “Mi madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre.”
Con esto no estaba desconociendo, denigrando o desvalorando a su familia. De
hecho, Dios es el hacedor de la familia y en sus planes ésta tiene un gran
valor. El Señor estaba hablando de la urgencia de su mensaje y la importancia
de pertenecer a la familia que perdura para siempre que es la familia de Dios.
Todos los seres humanos pertenecen a una familia terrenal. Tuvieron
progenitores y parientes carnales; pero no todos pertenecen a la familia de
Dios, sino solo los que hacen la voluntad del Padre.
La causa de la gran ocupación de Jesús era
transmitirle a su pueblo la manera por la cual podrían ser parte de la familia
de Dios; por-que esta familia que tenemos aquí en la tierra se deshace en unos
años con la muerte; pero la familia de Dios durará para siempre. Nunca el Señor
rechazó a la familia; aunque sí recalcó el hecho de que es necesario
convertirnos en parte de la familia de Dios porque Dios quiere ser nuestro
pariente, nuestro Padre Celestial. Los que realmente son de la familia de
Cristo, son los que toman en serio la palabra de Dios, escuchan cuidadosamente
para entender la voluntad de Dios, y después, luchan intensamente para poner en
práctica lo que han oído.
La razón por la cual Dios creó a la primera
institución humana (la familia) es la misma por la cual ahora debemos
pertenecer a la familia de Dios y esta razón es: pertenecer a Dios y
pertenecernos los unos a los otros en una relación de amor recíproco. Mientras
la familia terrenal tiene un alcance efímero, por otro lado, la familia de Dios
tiene una trascendencia eterna. La familia de Jesús no eran solo su madre y sus
hermanos, ni la gente que lo rodeaba; su familia son todos los que escuchan,
que conocen e invierten sus vidas en la Palabra de Dios. Los miembros de su
familia son todos los “oyen la Palabra y la hacen” (Lucas 8:21).
Cuando los creyentes viven de acuerdo a la Palabra
de Dios entonces están viviendo en comunidad cristiana. Esta comunidad tiene
que estar basada en el evangelio de Jesucristo y está integrada por los que,
juntos, como familia de Dios se aman, se ayudan y se cuidan. Son personas que
edifican sus vidas alrededor de escuchar la Palabra de Dios sabiendo que el
Espíritu Santo guía sus vidas.
Ahora la familia de Dios tiene un nombre: Iglesia. Dios nos está retando a aceptar
nuestra responsabilidad de proteger y promover la unidad de nuestra familia
espiritual (Efesios 4:3). Al poner empeño en esto agradaremos a Dios que
también es parte de esta familia. No todas las veces es fácil porque a veces
tendremos que hacer lo que es mejor para la iglesia y no para nosotros mismos
(1 Corintios 10:24). Nuestro yo es quitado y ahora hablamos de lo nuestro,
no de lo mío solamente (Hechos 4:32). Eso es ser parte de una familia (Efesios
2:19).