Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y al oír Juan, en la
cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle:
¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? ~Mateo 11:2,3
Que estén firmes los edificios es la preocupación de arquitectos e
ingenieros que se esfuerzan por estudiar el terreno y colocar las bases
adecuadas para que las construcciones perduren y no sufran daños. Cuando se
comete un error en el basamento, comienzan a cuartearse las paredes y a
debilitarse la construcción por lo cual hay que tomar medidas urgentes para que
no se derrumbe.
En la vida cristiana ocurre lo mismo. Cuando nuestra fe no está fundamentada
totalmente en Jesucristo, nuestras paredes espirituales comienzan a cuartearse
y nuestro edificio espiritual se tambalea. A veces esperamos de Dios lo que
nuestra imaginación crea sobre la fe, pero Dios tiene otros planes para nuestra
vida. Cuando vienen las adversidades y los conflictos, con ellos viene la duda.
Juan el Bautista fue un hombre grandioso, un hombre lleno de fe y de
convicciones; sin embargo su grandeza no lo eximió de la duda (Mateo 11:11).
Juan envió a dos de sus discípulos para asegurarse de quién era Jesús
(Mateo 11:2–3). Si de alguien se hubiera pensado que tenía una fe firme en
Jesús era de Juan el Bautista. Juan anunciaba un hacha puesta a la raíz de los
árboles para castigar a los que no dieran buenos frutos (Mateo 3:10), pero las
noticias de Jesús eran de que él es manso, misericordioso, que habla del
perdón, de bendecir a los que nos maldicen. Estas acciones de Jesús
contrastaban con lo que todo judío pensaba acerca del Mesías. Ellos esperaban
un rey que los defendiera de sus opresores, un rey que castiga la maldad y
ahora aparece uno que viene a salvarlos, no de un gobierno opresor, sino de sus
pecados. Un Mesías extraño, diferente a lo que ellos pensaban, un Mesías que no
guarda el sábado, se reúne con pecadores y no ayuna.
A todos nos pasa, nadie está exento de la duda y el desconcierto con
relación a Dios. Los grandes hombres de Dios dudaron, no porque Dios no sea
fiel, sino porque eran hombres pecadores, imperfectos. Aun así, se levantaron y
siguieron al Señor, porque a pesar de sus dudas, solo Él salva (Juan 6:68).
Nunca debemos creer que estamos libres de este tipo de crisis; más bien,
debemos prepararnos para no caer en ellas, afianzando nuestra relación personal
con el Señor. A pesar de nuestras dudas, tenemos un Dios fiel que nos
comprende, que tiene misericordia de nosotros aunque no entendemos muchos de
los planes que Él tiene para nuestras vidas (Isaías 55:9).
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