Por: Pastor Carlos A. Goyanes
…el Hijo del Hombre es
Señor del día de reposo. ~Mateo 12: 8
Desde el comienzo, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Él mismo
separó un espacio de tiempo para ‘reposar’
(Génesis 2:2–3); pero Dios no se cansa ni se fatiga (Isaías 40:28), lo cual es
evidente que no fue para descansar físicamente. Dios no necesita descansar
porque Él no se adormece ni se fatiga con el tiempo (Salmo 121:3–4). A
diferencia de nosotros, Dios instituyó ese día de reposo por dos razones. La
primera es para el descanso espiritual y la segunda es para el descanso físico.
El día de reposo fue hecho por causa del hombre el cual necesita reposar de sus
obras diarias y descansar espiritualmente en el Señor (Marcos 2:27–28).
Los judíos llegaron a
venerar el sábado convirtiéndolo en un ritual, a tal grado que en ese día no se
podía hacer obra alguna. Sin embargo, Jesús en este pasaje más que del día de
reposo estaba hablando de misericordia. Los discípulos recogían espigas en día
de reposo para saciar su hambre y Jesús se los permitió. Las necesidades
urgentes deben ser atendidas aun en día de reposo. Los sacerdotes que
trabajaban en el templo violaban el día de reposo, porque obraban (Mateo 12:
5), de manera que, el día de reposo no era exactamente para estar estáticos sin
hacer nada, era para rendir culto a Dios y descansar nuestros cuerpos
adoloridos y cansados por el trabajo de la semana.
El día de reposo le
pertenece a Dios, y en este día Él obra misericordia. Al oír la exigencia de
los fariseos (Mateo 12:2), Jesús les pidió que examinaran el espíritu de la
ley: resaltar la misericordia (Mateo 12:7). Si todos los días de reposo
estuviesen llenos de la misericordia de los creyentes ¡cuántas cosas cambiarían
en este mundo! Lejos de ser un ritual frío y sin frutos, el día de reposo es el
día de glorificar a Dios obrando en el Espíritu para sanar las almas y llenar
los corazones vacíos. Jesús violó ritualmente el día de reposo judío porque Él
es el Señor del día de reposo. De hecho, Jesús es el Señor de todo. Él es
nuestro reposo y en El descansan nuestras almas fatigadas por el pecado.
Habiendo conocido a Cristo hemos entrado al reposo de Dios y hemos hallado
descanso para nuestras almas (Mateo 11:28–29).
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