Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. ~Mateo 5:4
En una sociedad moderna donde se evade el sacrificio y se honra la comodidad no hay espacio para llorar, aunque se llora. Sin embargo, la Palabra de Dios nos presenta otra aparente paradoja. ¿Será que acaso podemos llorar y ser bienaventurados a la vez? El Señor dijo que sí y aun más nos prometió que recibiríamos consolación. Pero, ¿por qué lloramos?
Los seres humanos tenemos muchas razones por las cuales llorar. Hay personas a las que un anuncio de televisión los hace llorar, una película, otros por enojo, por impotencia, por cólera o por dolor físico, otros por soledad, por incomprensión, otros por depresión o por dar a luz, otros por felicidad, otros por una pérdida, otros por separación, otros por prosperidad, hasta por cortar cebolla lloramos. Hay otros motivos también por los cuales la gente llora. El ladrón llora porque fue atrapado y tiene que ir a la cárcel; el borracho llora porque el alcohol le produjo cirrosis hepática; el promiscuo llora porque tiene SIDA, etc. (2 Corintios 7:10). Pero, ¿cuál es el verdadero motivo que nos llevaría a tener esta segunda bienaventuranza? Para los que creen en Jesús, llorar tiene que ver con algo diferente:
1. Llorar implica arrepentimiento por nuestros pecados (Isaías 55:7). Las lágrimas de arrepentimiento producen salvación para todo aquel que cree que Jesús vino a salvarlo y perdonar sus pecados (Juan 3:16). A medida que vamos conociendo más de Jesús, nos damos cuenta cuánto costó la cruz para Dios. Fue un alto precio que pagó el Señor y esto nos hace derramar lágrimas de arrepentimiento por nuestra maldad (Salmo 49:7–9; 1 Corintios 6:20; Romanos 6:23).
2. Llorar implica sacrificio. Todo lo que le hemos prometido a Dios demanda gran sacrificio y debemos cumplirlo (Jonás 2:9). Al entregarnos al Señor prometimos obedecer y seguirle. Estas dos cosas son muy difíciles de hacer en este mundo que está lejos de Dios, por eso demandan sacrificio.
3. Llorar implica servicio. Para servir a Dios tenemos que usar mucha de nuestras fuerzas, ya que la resistencia en contra de este servicio es muy grande. Satanás y todas sus fuerzas trabajan sin descanso para que la tarea de servir al Señor se haga difícil (Salmo 126:6).
4. Llorar implica sufrimiento. Sufrimos por los que se pierden y sufrimos por los que nos hacen mal por ser creyentes (Salmo 42:1–3; Mateo 23:37; Lucas 6:22). Hay una promesa de parte del Señor de que nuestras lágrimas serán secadas aquel día cuando estemos en su presencia. A los fieles Él les enjugará sus lágrimas y nunca más llorarán, porque todo el sufrimiento pasó para no volver jamás (Apocalipsis 21:4).
5. Llorar implica gozo. ¿Puede haber gozo en el sufrimiento? Claro que sí (Lucas 6:21b). Por el gozo de nuestra salvación el Señor fue a la cruz (Hebreos 12:2). Al conocer a Cristo, nuestro corazón se llena de gozo y aún en las circunstancias más difíciles, en los retos que tenemos por delante, el gozo nos acompaña como el adorno de la gracia de Dios en nosotros (Juan 16:20–22).
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