Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame. (Mateo 16:24)
Llevar la
cruz de Cristo es el más llamativo de los retos cristianos ya que encierra en
ello el sacrificio de seguir a cualquier costo a Jesucristo. Tomar la cruz no
es tan simple como ser miembro de una iglesia o asistir los domingos al culto;
es más que eso, es aceptar el desafío de Dios a una vida santa, consagrada y
dispuesta a servir al Señor a pesar de las circunstancias que nos rodean. En la
época de Jesús tomar la cruz tuvo un significado muy diferente, era simplemente
llevar un madero sobre si para ser crucificado hasta morir. Nuestro Señor
enriqueció es-te significado dándole otra trascendencia. Significa que llevar
la cruz conlleva hacer un sacrificio vivo (Romanos 12:1); de manera que, nuestra cruz hoy sería una vida de obediencia a Dios.
Cuando Pedro
intentó convencer al Señor para que no tomara la cruz y le habló de
autocompasión, Jesús rechazó su petición de una manera brusca diciéndole: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!
(Mateo 16:23). Pedro siendo un discípulo del Señor era tropiezo para los planes
de Dios a través de Cristo. Si te atreves a llevar la cruz, tienes que poner la
mira en las cosas de arriba y no en el mundo. En cuanto al significado de
llevar la cruz, podemos ver la diferencia en distintas épocas históricas de la
iglesia: Muchos creyentes de la iglesia primitiva murieron por su fe; más
tarde, en la figura de grandes reformadores como Martín Lutero, Juan Calvino,
Huldreich Zwinglio, John Knox y otros reformadores que tuvieron que luchar en
la época medioeval contra una iglesia anquilosada en la fe y desfigurada por
las tradiciones humanas. Pero hoy nos adentramos en una etapa en la cual el
cristianismo vive un evangelio blando, tranquilo, un evangelio sin sustancia,
donde se busca la comodidad y la exaltación del hombre más que otra cosa.
Atrévete a
tomar la cruz porque es el único modo en que la iglesia de Jesucristo cumplirá
su misión; de otra manera será piedra de tropiezo para el avance del evangelio.
Negarse a sí mismo significa dejar que Cristo sea el centro de nuestra vida
(Gálatas 2:20); cuando esto ocurra, no será una pena tomar la cruz sino motivo
de gloria (Gálatas 6:14; Jeremías 9:24). Tomar la cruz no nos exime de dolores
y males aquí en la tierra; sin embargo, la mayor satisfacción ocurre cuando
servimos a nuestro Dios. No podemos olvidar que el mayor dolor del hombre es su
pecado; pero tenemos el bálsamo santo que es la sangre de Jesucristo que nos
limpia de todo pecado (1 Juan 1:9). En nuestro andar diario nuestros pecados se
oponen a que llevemos la cruz; pero es necesario que cada día la llevemos
(Lucas 9:23).
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