“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:33
Es algo natural para todos los seres humanos tener una escala de valores en la vida. Algunas cosas las consideramos más importantes y la colocamos en primer lugar; a otras las ponemos en segundo plano. Sin embargo, cuando se trata de Dios, este debe ocupar el primer lugar ya que Él es primero que todo. La Palabra de Dios nos dice que en “el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1), de modo que, Él estaba antes que nosotros. Él es “el primero y el último” de todas las cosas (Apocalipsis 1:11, 17).
Las inquietudes de la vida y el afán que trae las cosas materiales y las espirituales bien podrían ser solucionadas si ponemos a Dios en el primer lugar de nuestra escala de valores. Postergar esto implica pesadas cargas para nuestras almas. Jesús nos aconseja que no estemos afanosos, o sea, no le añadas cargas a tu vida que no le corresponden (Mateo 6:25-34). Mira a tu alrededor y ve la creación de Dios. A las aves de cielo Dios las alimenta, a los lirios del campo Dios los viste con ropas más hermosas que las vestiduras de Salomón, así que, Dios hará mucho más a nosotros, aun siendo creyentes de poca fe (Mateo 5:30).
Lo primero, primero; esto es, el reino de Dios y su justicia. Lo cierto es que para buscar el reino de Dios, primero tenemos que buscar de Dios y buscar su justicia es ser obedientes. No podemos ser justos si no obedecemos y no podemos hacer justicia si no velamos celosamente por la justicia de Dios que no tiene nada que ver con el legalismo que algunos creyentes tratan de sostener infructuosamente en algunas iglesias. Los fariseos predicaban la justicia siendo legalistas y Jesús los acusó de hipócritas. La justicia del amor es la mejor justicia, porque no sería cruel el que con amor juzga en el nombre del Señor.
Buscar el reino de Dios y su justicia nos demanda un testimonio fiel, una vida entregada y lejos de los afanes sin sentido de la vida. No debemos ser irresponsables por lo que tenemos que hacer, pero sí confiar en que Dios añadirá lo que nos falta (Filipenses 4:19). En nuestro trabajo, en nuestro esfuerzo diario, Dios abre las ventanas de los cielos y derrama bendiciones hasta que sobreabundan.
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