Monday, November 19, 2012

Manejando Correctamente la Justicia


Por: Pastor Carlos A. Goyanes

No juzguéis para que no seáis juzgados. ~Mateo 7:1

Quien juzgará a todos los seres humanos es Dios; sin embargo, a los seres humanos nos encanta juzgar, y en nuestra condición imperfecta, puede ser que nuestros juicios sean imperfectos. No solo en las cárceles hay personas que han sido mal juzgadas, sino entre nosotros también. Nuestro Señor Jesucristo dijo: No juzguéis para que no seáis juzgados.

¿Será que hacer juicios es pecado? Definitivamente no. Muchos creyentes caen en la trampa de satanás mencionando este pasaje como tolerancia a los pecados y corrientes supuestamente cristianas que invaden la fe sana y las doctrinas bíblicas. Un versículo bíblico ha de estudiarse e interpretarse a la luz de su contexto y aquí se da a entender que no debemos hacer juicios injustos y despiadados de las personas, sino que la justicia debe estar a la luz del amor, ya que sin este, cada juicio se convertirá en algo cruel y pecaminoso. Para poder vivir una vida santa y justa, no solo tenemos que discernir y establecer de una manera santa juicio sobre los demás, sino sobre nosotros mismos. Si juzgamos a los demás por sus errores, debemos de juzgarnos a nosotros mismos por los nuestros. De manera que, sabiendo que también yo soy un pecador, juzgaré a los demás de la misma manera.

Dios nos juzgará a nosotros con la misma medida con la que juzgamos a los demás (Mateo 7:2). No mires los defectos de los demás antes de haber mirado los tuyos propios. Si crees que eres demasiado bueno, verás a los demás como malos y estarás colocándote en una posición de superioridad espiritual. Esta es una de las formas de orgullo que padecen algunos creyentes que viven en una burbuja de santidad y creen ser perfectos (Romanos 12:3; Filipenses 2:3). Esta es la causa de los males en los que se encuentran sumidas algunas congregaciones, ya que hay un grupo de “supersantos” y otro grupo de pecadores que son juzgados por estos. Jesús dijo: ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mateo 7:5).

Tenemos que discernir entre lo bueno y lo malo, lo que Dios desea y lo que Dios no desea, a la luz de Las Escrituras. Eso es juzgar, no para colocarnos en un plano superior, sino para obedecer al Señor y orientar humildemente a otros a ello. Hay personas que juzgan para mostrar que ellos son buenos y los otros malos (Lucas 18:10–14). En nuestro juicio no debe haber maldad sino santidad con el buen propósito de edificar y exhortar a nuestros hermanos, sabiendo que también nosotros podemos ser juzgados por otros en el momento de nuestra debilidad espiritual. Los que se convierten en jueces implacables no admiten sus faltas y creen que tienen todas las respuestas. Son los que con más facilidad caen en los lazos del diablo porque su fe está basada en que ellos no tienen errores y no en la perfección de Cristo. Sucede que, generalmente el que se dedica a juzgar a los demás, está mostrando sin saberlo, su propia decadencia espiritual, tratando de esconder sus propios errores al proyectar su frustración en los errores de los demás. Como dice la Palabra de Dios: El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45).

 

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