Wednesday, December 10, 2014

¡Quiero Que Abras Mis Ojos!

Por: Pastor Carlos Goyanes

Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.   ~Mateo 20:32–33
Cristóbal Colón no descubrió a América. Ya había aquí descendientes de los polinesios en América del Sur y los vikingos habían llegado en la persona del Noruego Erick el Rojo al Norte de Canadá mucho tiempo antes. Ahora para nadie es nuevo ningún lugar en el mundo porque podemos viajar, ver a través de la televisión o bus-car en internet cualquier lugar en esta tierra. Sin embargo, todavía hay algo por descubrir.
Tú puedes hacer el descubrimiento más grande de tu historia, y para cada persona será el descubrimiento más grande que pudiera hacer: es descubrir la Gracia de Dios. Esta gracia la encontramos cuando comenzamos a vestirnos de Cristo, cuando cambiamos nuestro elegante sombrero de conocimientos humanos por el yelmo de la salvación, nuestro fuerte traje de convicciones por el poderoso escudo de la fe, nuestra arma de defensa de argumentos vacíos por la Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios y nuestro orgullo, que es el cinto que sustenta todas nuestras creencias, por el cinturón de la verdad que es Jesucristo (Efesios 6:10–17). Todo nuestro ropaje se desgarra con el tiempo, envejece con nosotros a medida que cambian las teorías y convicciones humanas, ya sea por la ciencia o por nuestras propias experiencias; pero cuando nos revestimos de Cristo, cada día nos renovamos más y más. ¿Qué pueden hacer nuestros ojos si están ciegos?
1.   Tenemos que darnos cuenta que estamos ciegos (Mateo 20:29–30).
En nuestra juventud gozamos generalmente de buena salud, nuestra vista es fuerte y parece que esto no va a cambiar nunca; pero cuando los años nos alcanzan nuestra visión se va desgastando y necesitamos lentes. De igual manera, a nuestro juicio, nos parece que lo hemos visto todo, pero necesitamos que Dios abra nuestros ojos a través de la presencia de Cristo (Salmo 119:18). ¡Cuántas cosas vedadas a nuestros ojos carnales son reveladas a nosotros después de haber conocido a Cristo! Ahora gozamos de una visión más amplia porque vemos espiritualmente.
2.   Tenemos que desear que el Señor nos abra los ojos para así disfrutar de su gracia (Mateo 20: 32–33).
Estos ciegos deseaban ver y lo lograron porque vinieron a la persona correcta. Su humildad los hizo soportar las impertinencias de la gente que les reprendían para que se callasen. Fue solo por la gracia del Señor que vieron. Ellos querían que sus ojos fueran abiertos. Es el deseo de cada ser humano tener salud; pero ella depende de Dios. Los médicos humanos recetan medicinas para aliviar nuestros dolores temporales en contraste con el Señor que tiene no solo una receta para nuestros males temporales, sino también para los eternos.
3.   Nuestra vista se recuperará en la medida en que creamos y obedezcamos a Cristo (Mateo 20:30, 31, 34).
Los ciegos no cesaron de clamar al Señor por sanidad. Insistieron hasta que el Señor atendió a su petición. Una vida de insistencia espiritual y de oración puede lograr que el Señor atienda a nuestros ruegos. Él no necesita saber cómo somos ni en qué condición estamos, ya Él lo sabe; pero nosotros sí necesitamos conocernos a nosotros mismos y en busca de Dios descubrimos nuestras debilidades, nos humillamos ante Él y nos ponemos en sus manos. De esa manera las bendiciones y los milagros se efectúan en cada uno de nosotros. La iglesia no puede abrir los ojos a los ciegos, solo puede guiarlos; pero sí puede rogar como Eliseo para que le abra los ojos a los que viven en tinieblas (2 Reyes 6:17).


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