Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le
seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. ~Mateo 8:10
La fe es algo natural que deben tener los hijos de Dios, o al menos
eso es lo que Dios desea. El espera que cada creyente tenga la certeza de que
Él es y no hay otro como El. Jesús se maravilló de la fe del centurión romano,
pero su maravilla mayor era que su fe sobrepasaba a la fe de los de su pueblo.
Es algo controversial ver como alguien que creemos que no es hijo de Dios tenga
más fe que nosotros los miembros de su iglesia. El mundo ya ha sido vencido por
el Señor (Juan 16:33); pero a veces, parece que el mundo nos ha vencido a
nosotros. Solo una persona que ha nacido en Cristo y tiene fe puede vencer al
mundo (1 Juan 5:4).
Los cristianos hemos sido llamados a vivir por fe si queremos agradar
a Dios (Hebreos 11:6). La gran diferencia entre los hijos de Dios y el mundo es
la fe. Hacer la diferencia en estos tiempos modernos es difícil porque con
frecuencia nuestra fe flaquea, pero si hay fe en el Señor, nos mantendremos al
margen del mundo y daremos testimonio de lo que creemos. La vida diaria con sus
retos amenaza nuestra fe y pone a prueba nuestros principios cristianos, pero
nuestra fe debe ser algo genuino y no algo influenciado por lo que nos rodea.
El centurión romano tenía a cargo cien hombres, era una persona
influyente y con poder; sin embargo, en un acto de fe nos dio varias
enseñanzas:
1. Dio el primer paso de fe: reconoció a Jesús como
Señor (Mateo 8:2). Este es el primer y más grande paso para una relación de fe
con el Señor. Al depositar su fe en el Señor, estaba reconociendo su señorío y
grandeza.
2. Se humilló
al reconocer su indignidad y al decir que él estaba bajo autoridad (Mateo 8:8–9).
Al advertir nuestra pequeñez delante de Dios damos lugar a la manifestación de
su poder a través de nosotros al dejar que él tome el control de nuestras
vidas. Estamos bajo autoridad, bajo el señorío de Cristo. No somos su
centurión, sino sus soldados. Someterse es el problema del hombre rebelde que
reclama su protagonismo en este tiempo presente. La Escritura nos dice que
tenemos que someternos a Dios (Santiago 4:7).
3. Creyó en el
poder del Señor (…solamente di la
palabra, y mi criado sanará…Mateo 8:8). También Jesús reconoció la fe de él
(Mateo 8:10). La fe que se menciona en el pasaje no es el conjunto de
principios bíblicos en los cuales descansa nuestra creencia, sino en la
profunda convicción interior de que Dios puede obrar a pesar de lo difícil que
parezca la solución del asunto que está delante de nosotros. Ese tipo de fe
maravilla a Dios (Mateo 8:10).
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