Por: Pastor Carlos A. Goyanes
Y he aquí vino un leproso y
se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús
extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra
desapareció. ~Mateo 8:2–3
Jesús había terminado de predicar su gran Sermón del Monte (Mateo 5–7)
y ahora estaba rodeado de una gran multitud. La gente lo seguía porque sus
enseñanzas eran diferentes a las enseñanzas hipócritas de los líderes
religiosos de su época (Mateo 7:28–29). Sus enseñanzas eran superiores a las de
los escribas y los fariseos. Un nuevo movimiento religioso se estaba formando
basado en las enseñanzas de un verdadero profeta que también era el Hijo de
Dios.
Mientras la gente competía por estar cerca de Jesús, algo los separó
abruptamente. Era la llegada de un leproso que se acercaba al Señor (Mateo
8:2). Todos huían de la presencia de los leprosos porque estaban contagiados
con una enfermedad que podría ser infecciosa. Aunque en nuestros días es raro
ver un leproso por-que la lepra casi ha sido erradicada, en aquellos tiempos no
existía el amparo de los medicamentos modernos y era necesario que los leprosos
estuvieran lejos de la gente que estaba sana. Por eso se habían dictado leyes
para ello (Números 5:1–4).
El legalismo judío extremaba las leyes de Dios haciéndolas insoportables
al pueblo. De manera que, los leprosos se convertían en víctimas de la crueldad
y el desapego de los hermanos de su nación. Todos huyeron, pero Jesús lo
esperó. El leproso se postró delante del Señor y le dijo: “Si quieres puedes
limpiarme.” Y el Señor les respondió: “Quiero, sé limpio.” La lepra lo dejó al
instante (Mateo 8:2–3).
Hay tres enseñanzas que podemos sacar de las palabras de este leproso:
a. Reconoció a su Señor. El hecho de que desafiara toda aquella multitud
que lo despreciaba, de que se postrara y dijera: “Señor, puedes limpiarme,” fue
suficiente. Demostraba que creía en El.
b. Demostró que estaba bajo su voluntad cuando apeló a ella. Dijo:
“Si quieres, puedes limpiarme.” Expresó con sus labios la posibilidad de que si
el Señor no quería, no lo limpiaría. Los movimientos modernos evangélicos
exigen a Dios una respuesta cuando la realidad es que Dios es soberano y El
responderá como Él quiera. Jesús fue ejemplo de esto cuando en Getsemaní dijo
al Señor: “…no se haga mi voluntad, sino
la tuya” (Lucas 22:42).
c. Mostró con fe que Dios puede. En sus palabras, “si quieres,
puedes limpiarme,” el leproso expuso su fe en el poder de Dios. Los fracasos de
la vida cristiana están relacionados con la falta de fe. La fe produce
obediencia a la Palabra de Dios. La Biblia dice: “es la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se
ve.” (Hebreos 11:1).
La lepra tiene también un sentido simbólico en la Biblia. Representa
la inmundicia del hombre, que es el pecado. No podemos pasar por alto nuestros
pecados, porque el no obedecer a Dios enferma el alma y trae consecuencias
desastrosas para la vida del hombre. Y la mayor de ellas es la muerte eterna,
puesto que las consecuencias del pecado ya garantizaron la muerte física.
Todos los seres humanos estamos en el corazón de Dios, pero no siempre
somos conforme a su corazón. Jesús tiene un gran interés en los que sufren, los
que viven en la miseria, los que están sin esperanza. Él quiere salvarnos y dio
su vida para eso. Sus palabras: “Quiero,
sé limpio,” son también para nosotros. Como el tocó al leproso, quiere
tocarte a ti con su divina misericordia para sanar tu alma (1 Juan 1:7).
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